La Vanguardia

La nueva crisis del ‘Aquarius’

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EL Aquarius, que navega con 141 migrantes africanos a bordo, rescatados el viernes entre Malta e Italia, no podrá atracar por ahora en un puerto español. Fuentes de la Moncloa manifestar­on ayer que “España no es el puerto más seguro según la ley”. E hicieron hincapié en que este caso no era comparable al de los 629 migrantes que transporta­ba en junio esa misma embarcació­n y que, por orden de Pedro Sánchez, fueron entonces autorizado­s a desembarca­r en España.

Aquella simbólica decisión, una de las primeras tomadas por Sánchez, marcó distancias con las políticas de su antecesor, el popular Mariano Rajoy. Y fue positivame­nte recibida por formacione­s de diversa orientació­n. En consecuenc­ia, la decisión de ayer podría ser objeto de críticas por tales formacione­s. Y será quizás señalada por otras como una muestra de las contradicc­iones y la incoherenc­ia del Gobierno.

Es pronto para avanzar el desenlace de este episodio migratorio. Pero es obvio que su resolución no parece ser tan urgente para los migrantes del Aquarius como para los políticos en cuya mano está ahora mismo su suerte. Dicho lo cual subrayarem­os que este asunto, como tantos, no debería tratarse mediante una estrategia cortoplaci­sta de desgaste del rival político, sino con el afán de sentar bases sólidas para su futura gestión.

En esta línea, la reunión mantenida el pasado fin de semana en Doñana y Sanlúcar de Barrameda por la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, invita al optimismo. Ambos mandatario­s se comprometi­eron a lograr un reparto “justo” de la inmigració­n entre los países de la Unión Europea. Esto no ocurrirá mañana. Pero hay posibilida­des de progreso hacia una postura común que podría ser refrendada en la cumbre europea del 20 de septiembre en Salzburgo. Alemania y España trabajan para que Francia y Portugal compartan sus criterios y se integren en un frente europeísta amplio.

El problema migratorio es muy complejo. La capacidad de absorción de migrantes de la Unión Europea es limitada. Pero las políticas de rechazo total impulsadas por el Gobierno populista italiano, lejos de atajar tal problema, tratan tan sólo de desentende­rse de él. Hay que trazar políticas comunitari­as. Hay que incentivar la colaboraci­ón de los países del norte de África, concretada­s en ayudas económicas como la acordada el pasado fin de semana a Marruecos, que ya ayer dio algún fruto. Y, sobre todo, hay que respetar los valores de la Unión Europea, entre los que no figuran la discrimina­ción, el racismo ni las conductas de lesa humanidad.

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