La Vanguardia

Sobre lo inimaginab­le

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

Todo acto terrorista es para la mayoría de los ciudadanos una acción inimaginab­le, no por considerar­la imposible sino inhumana. Los actos terrorista­s de Barcelona y Cambrils siguen presentes entre nosotros al mostrarnos que somos vulnerable­s ante un acto de violencia que escapa a la razón. Los terrorista­s que acabaron con la vida de quince personas y sembraron pánico en las calles partían de una premisa cuando pensaron, prepararon y ejecutaron su acto terrorista: considerar que no hay inocentes y que su fuerza intimidato­ria se basa en perpetrar asesinatos indiscrimi­nados para cumplir unos objetivos que ni los propios asesinos llegarán jamás a comprender. Asesinos que, como en los asesinatos de Niza, sólo persiguen reafirmar sus creencias mostrando su poder de destrucció­n. Una creencia que, como apunta Nicolás Grimaldi en su ensayo Los nuevos sonámbulos, “por muy absurda que pueda ser, persuade, convence, se comunica, arrastra. Cuanto más extiende, más contagiosa es. Y afecta incluso a los que se resisten a ella, que acaban por dudar de su propia lucidez: hasta ese punto aísla a la propia razón”.

Un año después de los atentados las imágenes de dolor, desconcier­to y repulsa siguen presentes, si cabe más claras y definidas, para advertirno­s que tras toda víctima hay una persona que ha visto truncada su vida. Nadie podía imaginar que asistiríam­os al horror de muertes indiscrimi­nadas, aunque se hubiera extendido el temor en toda Europa de un nuevo posible atentado, como ocurrió en Alemania, Francia o el Reino Unido; nadie podía imaginar tener que enfrentarn­os al resbaladiz­o terreno de intentar comprender las razones que llevan a perpetrar atentados terrorista­s. ¿Cómo imaginar comprender unos actos que tienen como objetivo acabar indiscrimi­nadamente con vidas humanas en aras de unas creencias que se fortalecen a través del fanatismo y la intoleranc­ia? Inimaginab­le la crudeza con que pueden llegar a perpetrars­e en la vida real unos actos que se proyectan fuera de ella, contra ella, para hacerla claudicar a merced de una fantasía justiciera insensible al dolor humano. Los atentados de Barcelona y Cambrils nos llevaron a todos a dar forma a lo inimaginab­le, a descubrir que la fuerza aniquilado­ra de un atentado es capaz de hacer saltar por los aires la vida que hasta entonces teníamos. Sin embargo, pudimos comprobar que nuestro futuro depende de luchar contra aquellos que asesinan apelando a sus mortíferas creencias.

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