Ambición y modestia
LUIS DEL CASTILLO (1934-2018) Abogado
Hace pocos días nos dejó quien fuera decano del Ilustre Colegio de la Abogacía, el prestigioso abogado penalista y compañero Luis del Castillo, y su partida nos llena de tristeza. Todas las personas que tuvimos el privilegio de compartir vivencias profesionales con él, de aprender a su lado, de escuchar sus enseñanzas, sentimos estos días un vacío que, aunque el tiempo mitigue, deja profunda huella en la profesión y en los corazones de sus discípulos.
Su impecable trayectoria vital y su dilatada experiencia profesional, plagada de aciertos, marcada por un enérgico compromiso en la defensa de las libertades y los derechos humanos, seguirá sirviéndonos de hoja de ruta e intentará compensar su ausencia. Luis era extremadamente generoso compartiendo conocimientos con las nuevas generaciones de juristas; gracias a su legado, hoy todos somos un poco más ricos en sabiduría.
Siempre ejerció la abogacía con dignidad, honestidad y dedicación absoluta. Conjugaba la ambición profesional con la modestia personal de manera magistral. Esa forma de ser, esos principios, los mantuvo siempre muy presentes como decano de nuestro Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB), en el año 2002; y como vicedecano durante el periodo de 1997 a 2005. De hecho, desde su colegiación en 1970 recién llegado de Madrid, estuvo muy vinculado e implicado en la vida colegial, presidiendo, por ejemplo, la comisión de Deontología o, actualmente, la de Justicia Penal Internacional.
El decano emérito también se ganó el respeto y el merecido reconocimiento de todo el mundo como uno de los abogados fundadores y presidente del Colegio de Abogados Penal Internacional, presidiendo la comisión del Mediterráneo de la Federación de Colegios de Abogados de Europa, y la Comisión de Derecho Penal de dicha federación.
Quienes tuvimos el privilegio de acompañarle y compartir con él los congresos de la Federación de Colegios de Abogados de Europa, pudimos ser testigos del respeto y admiración que le profesaban los decanos de los colegios de las ciudades de países vecinos. Firme defensor de los valores sobre los que se construyó Europa: la libertad, la igualdad y la solidaridad, supo generarse la simpatía de toda la abogacía española y europea.
Todas estas responsabilidades, que desempeñó con éxito, demostraron el talante de un trabajador incansable que, además, en su faceta más intelectual, supo transmitir su saber como profesor universitario.
Ante todo, Luis del Castillo fue un amante de nuestra profesión, un romántico de la abogacía, un abogado orgulloso de serlo porque confiaba en la capacidad de este oficio para defender y proteger la dignidad de las personas más vulnerables en todo el mundo. Los abogados y abogadas que hoy trabajan por la Justicia Penal Internacional y la defensa de los derechos humanos tampoco podrán olvidar que Luis fue, en este ámbito, pionero en nuestro país y que, gracias a su entrañable tenacidad, hoy muchos crímenes no quedan impunes.
Quiero dedicar mis últimas palabras, en mi nombre y en el de todo el colegio, a su esposa Laura y a sus cuatro hijos. Sabéis que contáis con todo nuestro afecto y apoyo, el mismo cariño que él siempre profesó hacia esta casa.
Querido Luis, amigo, compañero y decano, vamos a sentir mucho tu ausencia, pero la huella que dejas en la historia de la abogacía de Barcelona hará que permanezcas siempre entre nosotros. Descansa en paz.