A los pies de Svetlana
Zajárova embelesa al público de Peralada con su estilo de prima ballerina de la gran Rusia
Como se desprendía de la entrevista publicada el domingo en esas páginas, Svetlana Zajárova es poderosa. La diva del Bolshoi controla el teatro de Moscú como Messi controla el Barça. ¿Es usted competitiva? ¿Cómo fue su relación con Natalia Osipova cuando llegó al Bolshoi? Su respuesta a esta pregunta fue directa: “Ella es más joven, llegó cuando yo ya tenía mi estatus, así que nunca la consideré una competidora. Pero debo decir que es muy trabajadora y merece la carrera que tiene”. Una carrera, eso sí, en el Royal Ballet de Londres...
En el Bolshoi reina Zajárova. Su máxima es el trabajo duro, el ansia de perfección. Y al igual que Messi, sabe rodearse de lo que le conviene para el triunfo común. De modo que cuando Svetlana te llama, tú acudes. Si la prima ballerina assoluta, exdiputada de la Duma y amiga de Putin te dice de colaborar, tu te montas al carro y te dejas la piel.
Es probable que así se gestara este Triple Bill (tres coreografías en un mismo espectáculo) que presentó ayer en Peralada la diva del ballet, revalidando el éxito obtenido en teatros de medio mundo. A sus 39 años, la ucraniana salida de la escuela Vaganova ha empezado a poner su etérea figura al servicio de creaciones contemporáneas. Con puntas o sin puntas. Un gran paso para una artista que incluye a Balanchine entre los coreógrafos que le descubrieron el ballet contemporáneo –“lo bailé por primera vez con 17”, dice–, si bien amplía la lista a John Neumeier, Alexei Ratmanski, Mauro Bigonzetti, William Foryshtie, Patrick de Bana, Yuri Possojov...
Los dos últimos firman pieza en este Triple Bill titulado Amore, el tema en común de las tres coreografías por cuyo abanico estilístico se mueve Svetlana como pez en el agua. Empezando por esa vital y abrasiva Francesca da Rimini sobre el poema sinfónico de Chaikovski y con la que la bailarina dejó al público anhelante y clavado en la silla ya en la primera parte del show.
Hay que recordar que Possojov, su autor, todo pasión, trabajó siendo bailarín del Bolshoi con el gran Yuri Grigorovich (Espartacus). De modo que su influencia se hace notar en esta versión grandilocuente del poema basado en la Divina comedia de Dante, esto es, la trágica historia de la joven Francesca que se enamora del hermano del que ha de ser su esposo. Cuenta Zajárova que quedó prendada de la música de Chaikovski. Possojov se prestó, claro, a coreografiar el argumento.
Entre la decena de compañeros del Bolshoi que la secundaban en el Auditori del Parc destacaba su eterno partenaire, Denis Rodkin, al que en Barcelona se ha visto bailar en galas Ibstage. Ahí, en los intensos y complejos duetos con Rodkin, toda brazos y piernas al son de la orquesta (enlatada) de la English National Opera, se la ve más bolshoniana (grandiosa) que nunca.
La noche empezaba arrebatadora en Peralada tras sortear la amenaza de tormenta. El cielo tuvo la elegancia de dejar caer apenas unas gotas, a modo de introducción de ese The rain before it falls (algo así como la felicidad del deseo antes de que ser colmado) que Patrick de Bana presentó en la segunda parte del espectáculo: de nuevo un triángulo amoroso en el que el propio coreógrafo se reserva el papel de porteador, y en el que Svetlana se abandona, insólita, en zapatillas de media punta, venciendo su propia frialdad, acaso embriagada por un Bach (grabado)
Ya en la primera parte, siendo la ‘Francesca da Rimini’ del poema de Chaikovski, el público queda extasiado
o el violín de Ottorino Respighi. Zajárova lamenta no tener el don de coreografiar, pero todo es fruto de su reacción ante la música. La última, Strokes through the tail, la visión de Marguerite Donlon de la 40.ª Sinfonía de Mozart, la percibe Svetlana con cinco bailarines convertidos en notas que bailan y brincan en el pentagrama. Momento de humor de una velada en la que el público se entregó del todo a la causa dancística. ¡Bravo!