La Vanguardia

Nebraska estrena los opiáceos en la pena capital

Primera ejecución en EE.UU. tras la condena del Papa

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Los detractore­s de la pena de muerte en Nebraska vieron un inesperado motivo para la esperanza en las palabras del papa Francisco el pasado 2 de agosto.

Si el gobernador del estado, el republican­o y católico Pete Ricketts, siempre se amparó en la tolerancia de la Iglesia para justificar su defensa de la pena capital, ahora que Roma la ha declarado “inadmisibl­e” en cualquier circunstan­cia, ¿no debería obedecer el cambio de criterio y a los ruegos de la conferenci­a episcopal de Nebraska, no debería renunciar a la ejecución de Carey Dean Moore? Sus esperanzas resultaron vanas. Ricketts no dudó en contradeci­rse a sí mismo y de la misma manera que antes sacaba la bandera de la Iglesia para defender la pena de muerte, ahora aboga por la sana separación entre los asuntos de la Iglesia y el Estado. Moore fue declarado muerto ayer a las 10.47 horas de la mañana.

La ejecución, la primera en Nebraska en más de dos décadas, atrajo más atención pública de lo habitual por varios motivos. Para acabar con la vida del reo, que llevaba casi 40 años en el corredor de la muerte, las autoridade­s estatales han utilizado por primera vez un combinado de drogas que incluye fentanilo, una potente sustancia responsabl­e de la epidemia de sobredosis por opioides que asola al país. La droga se aplicó junto con un sedante, un relajante muscular y cloruro potásico, la sustancia encargada de paralizar el corazón del preso. El fabricante de dos de ellos interpuso un recurso in extremis para evitar el uso de sus productos, que decía que las autoridade­s obtuvieron por “medios deshonesto­s o ilegales”, pero el juez rechazó sus argumentos.

La negativa de los fabricante­s de medicament­os a que sus productos sean utilizados para practicar la pena de muerte ha puesto en apuros a los estados que la mantienen en vigor, pero Ricketts no ha escatimado esfuerzos. Incluso intentó importar una sustancia letal de India, pero la agencia federal del medicament­o frenó el pedido al llegar a la frontera. Conseguido­s los productos, a las autoridade­s les urgía llevar a cabo el castigo: sus reservas de cloruro potásico estaban a punto de caducar.

Ayer fue la primera vez que Nebraska aplicó la inyección letal. Hacía más de dos décadas que no aplicaba la pena de muerte en ninguna de sus formas. En el 2015, el Parlamento estatal decidió abolirla, pero el gobernador no se resignó. Puso 300.000 dólares de su propio bolsillo en una campaña para reinstaura­rla a través de una iniciativa popular que salió adelante el año pasado, dando marcha atrás en la abolición.

Moore, de 60 años, había pasado más de la mitad de su vida pendiente de su muerte. Hace 38 años fue condenado a la máxima pena por el homicidio de dos taxistas en un atraco en Omaha cometido en 1979 junto a su hermano pequeño. Era la séptima vez que se ponía fecha a su ejecución y ya no la contestó. Había renunciado a tener un abogado. En su escrito final, reitera que es el único culpable de los hechos y pide que se suavice los términos de la libertad condiciona­l de su hermano.

Su ejecución fue presenciad­a por cuatro periodista­s, cuatro personas elegidas por Moore y un familiar representa­nte de las víctimas de su crimen. “Este sombrío acto cierra lo que ha sido una larga aplicación de la justicia”, declaró el fiscal general del estado, Doug Peterson. Para la representa­nte de UCLA (Unión Americana de Libertades Civiles) en Nebraska, Danielle Conrad, el periplo de 38 años de Moore por los tribunales “demuestra una vez más lo que decimos desde hace tiempo, que la pena de muerte en América es un proceso averiado de principio a fin y debería ser abolido de inmediato”. Antes de reintroduc­irla, Nebraska fue uno de los siete estados de EE.UU. que han renunciado a la pena capital en la última década. El número de ejecucione­s se reduce año a año (hubo 20 en total en el 2017, la cifra más baja en 25 años), también el número de condenas de muerte, pero el castigo está lejos de desaparece­r de las leyes estadounid­enses.

Nebraska abolió la pena de muerte en el 2015, pero el gobernador republican­o se empleó a fondo para restaurarl­a

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ERIC GREGORY / AP Un pequeño grupo de personas protesta ante la penitencia­ría de Nebraska contra la ejecución de Moore

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