La Vanguardia

“El vacío del desierto nos llena de sentido”

Tengo 67 años y aún soy capaz de hacer tonterías. Y disfrutarl­as. Soy california­na. Alos 15 años tuve un hijo y lo di en adopción a una familia feliz; nos volvimos a ver en Burning Man cuando tenía 25: nos queremos. En el desierto encontramo­s el poder par

- Crimson Rose, cofundó y dirige el Festival Burning Man, reducto de la cultura hippie B. MAN LLUÍS AMIGUET

Venden ustedes entradas para entrar en el desierto? Bueno, dicho así suena a negocio, y The Burning Man sólo recauda lo justo para poder seguir celebrándo­se durante una semana cada año. ¿Y eso es mucho dinero?

Lo necesario para poder limpiarlo todo después de que acabe, porque el Black Rock City Desert, donde nos reunimos, debe quedar como estaba exactament­e antes del festival.

¿Por qué en el desierto?

Es allí donde encontramo­s la libertad y el vacío. Y de ambos nace la capacidad de crear. Estás allí en tu tienda y un año sufres un calor espantoso y al siguiente una tormenta insufrible. Y te sientes nada. Irrelevant­e.

¿Y eso anima?

Te libera. La inmensidad te hace insignific­ante, y eso te hace humilde y después feliz. Nada eres y tampoco eres culpable de nada que no hayas hecho tú. Es un alivio.

¿Y qué creen que crean ustedes?

El año pasado, por ejemplo, fue el año de

sharky, alguien que se fue transforma­ndo durante la semana que dura el festival en un tiburón.

¿A qué se refiere?

Pues que fue mutando. Y nos hizo reflexiona­r a todos sobre qué es ser animal o ser humano. Eso es más peligroso que morder y da más miedo que cualquier película.

¿Qué más hacen ustedes en el desierto?

Hay conciertos, claro, y esculturas y todo tipo de teatro y actuacione­s, pero lo que más nos caracteriz­a es la espontanei­dad y la capacidad de conectar.

¿Cómo?

De repente, un coche se muta en vaca, en pulpo, en langosta. Todo puede ser tonto, pero a la vez extraño y maravillos­o.

¿No tomarán sustancias que altere sus estados de conciencia?

No es lo que caracteriz­a el Burning Man. Piense que vienen familias enteras, porque la familia es parte de la vida. Y la amamos.

¿Desde cuándo se reúnen allí?

Cuando fui por primera vez en 1991, sólo éramos una veintena de locos que quemábamos un gran muñeco de madera.

¿Por eso se llama Burning Man?

La idea de quemar aquel muñeco como una especie de rito purificado­r fue del artista Larry Harvey. Se había enamorado de aquel desierto y quiso reunir allí a los tipos raros, los extraños, los que no encajan en otro sitio: los santísimos otros.

¿También hay música?

Claro, muchos de los pioneros pertenecía­n a Los Angeles Cacophonic Society.

¿Y usted era uno de ellos?

Yo ayudaba a Larry con sus números. Recuerdo a HELCO, un coloso de empresa multinacio­nal. Informamos al público de que aquel coloso, más grande que el propio Burning Man, había adquirido el infierno como parte de una opa hostil y que ahora iba a unirse al cielo para crear el primer mercado cósmico integrado verticalme­nte.

Colosal.

Creamos ipso facto un gigantesco edificio como sede corporativ­a y los vendedores de HELCO, vestidos con elegantes trajes con su logo corporativ­o, atendieron a los nuevos accionista­s.

¿El show continuó?

Apareció Flash Gordon que hizo de Papa Satán en un trono rodeado de tentacione­s con sus mascotas corporativ­as. Y su consejo de administra­ción.

¿Cómo acabó?

Creo recordar que el presidente o Satán se dirigieron a la multitud gritando: “No puedo firmar este contrato, porque Black Rock City os pertenece a todos! ¡No es de nadie!”.

Un final feliz.

Miles de personas pasaron la noche bailando en las puertas del infierno. Y cuando acabó el festival, dejamos todo exactament­e como estaba desde el origen de los tiempos. Ni un papel ni una colilla ni rastro de ninguna construcci­ón. Nada.

Queda el recuerdo.

Todo el arte que allí se hace, allí se deshace y sólo permanece en nosotros mismos.

¿Usted también es artista?

Por favor, y usted. Todos lo somos. Yo me llevo mis canciones y mis hogueras y mis proyeccion­es. Y las comparto con quien quiera.

¿Cuál es el pueblo más próximo?

Gerlach, en el área de Reno. Está a 300 kilómetros. Elegimos bien. El Burning Man hecho con troncos de madera ya tenía 15 metros de altura y queríamos que no hubiera peligro para nadie al quemarlo y que no apareciera­n los bomberos de ningún pueblo.

¿Ha oído hablar de las Fallas?

Viajé por España y me lo explicaron.

¿Es parecido a lo de su hombre en llamas?

Las fallas son ancestrale­s. Nosotros sólo nos expresamos desde los años ochenta. Quemar el hombre también es un ritual de conexión con quienes han estado en el Black Rock Desert antes y ahora ya no están con nosotros o tal vez sí lo estén.

¿Cuántos esperan ser este año?

Podemos llegar a 70.000. El límite y el peligro es convertirn­os en algo que no tenga nada que ver con lo que somos.

 ??  ??
 ?? VÍCTOR-M. AMELA
IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain