Por una cultura de la memoria
EL Gobierno de Pedro Sánchez aprobará este viernes un decreto ley para proceder a la exhumación de los restos de Franco y desmontar el Valle de los Caídos como el monumento a una dictadura que es en estos momentos. El actual presidente da continuidad así a la labor que emprendió José Luis Rodríguez Zapatero con la ley de Memoria Histórica del 2007, que abrió la vía a la retirada de símbolos fascistas de las calles, la anulación de sentencias o la concesión de la nacionalidad española a quienes huyeron de la represión y sus descendientes. Pese a la ley, el Valle de los Caídos sigue ahí un decenio después.
La recuperación de la memoria histórica es la verdadera prueba de la reconciliación de un país que ha sufrido un periodo histórico tan doloroso como una dictadura. Reconocer y reparar a las víctimas de la injusticia es imperativo. Si no existe la memoria, prevalece el olvido. Y lo que se olvida puede volver a repetirse. La ahora denostada transición fue un logro impresionante, pero es cierto que se construyó sobre la impunidad. En cierta forma, son comprensibles los temores de entonces ante la posibilidad de poner en peligro una democracia que aún debía asentarse, pero han pasado 43 años desde la muerte de Franco. En Alemania, por ejemplo, se acuñó la expresión “cultura de la memoria”, que ha ayudado a sus habitantes a asimilar y aceptar un pasado desgarrador.
La convalidación del decreto en un mes suscitará un interesante debate parlamentario en el que PP y Cs deberán calibrar bien su posición. Podrían acogerse a detalles secundarios, como la falta de un proyecto definido para el espacio del Valle de los Caídos, para votar en contra o abstenerse, pero sería un error. Es cierto que Sánchez pretende que este sea el símbolo de su presidencia y que la oposición tiene el derecho de desgastar al Gobierno. Pero también es una buena oportunidad de superar juntos rémoras del pasado y construir nuestra propia cultura de la memoria.