Para qué trabaja el ministro
Los ministros del Gobierno Sánchez han recibido el consejo de visitar Barcelona. La tensión entre el independentismo y el Estado así lo aconseja. Hay que tender puentes, a ser posible más de los que se tendieron en tiempos de Rajoy. Por ello el Gabinete socialista favorece inversiones en infraestructuras. Y por eso, durante la visita ayer del ministro de Cultura, José Guirao, una pregunta que flotaba en el ambiente era si iba a haber algún gesto del Estado hacia Catalunya en materia cultural. “Hablando con la consellera Borràs –indicó Guirao durante un almuerzo con personas del sector cultural barcelonés– le he dicho que teníamos una buena oportunidad para mejorar el marco de colaboración durante la negociación de los presupuestos estatales para el 2019. Si recibimos el apoyo catalán, todo será más fácil”. La cosa quedó ahí.
Hay otras vías, claro. Los correligionarios de Guirao en el Ayuntamiento barcelonés creen que habría que recuperar el modelo de bicapitalidad cultural Madrid-Barcelona, que en su día generó recursos extraordinarios. Pero eso tampoco será mañana.
Guirao es un ministro atípico. Era el único comensal con corbata en una mesa de catorce –“si por mi fuera, en verano la prohibiría”, dijo, apelando a lo que se hizo en Japón so pretexto de que se disparaba el gasto en aire acondicionado–. Pero, por lo demás, exhibe un talante tranquilo, conciliador, suave, cool. Y se expresa de modo desenfadado: cuando se le preguntó por la estabilidad/ inestabilidad catalana, se excusó diciendo que lo de aquí le recordaba el tercer misterio de Fátima.
Lo que sí tiene claro Guirao es que la mejor manera de alcanzar metas es trabajando. Por ejemplo, para consolidar las industrias culturales y hacerlas autosuficientes. Y, sobre todo, para que la acción política sea de provecho para los ciudadanos. “¿Para qué trabajamos los servidores públicos?”, se preguntó retóricamente. “¿Para un ideal? No. Trabajamos para mejorar la vida de todos los que pagan impuestos”.