La Vanguardia

La desaparici­ón de Apocard

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS,

Quizá Agatha Christie se dejó algún caso pendiente. El amado Apocard ha desapareci­do. Ni rastro de él en las farmacias y, el pariente sobrevenid­o: el genérico, agotado. Ninguna explicació­n por parte de quien le correspond­ería. La Sociedad Española de Cardiologí­a recomienda calma (¡ay!) y consultar al especialis­ta. Sin duda una buena época para ello. Colas ante todas las segundas residencia­s de los cardiólogo­s y en los CAP de proximidad. Un ingredient­e ambiental importante en el guion del misterio a resolver: estío. Estamos tratando un asunto de primeros términos ¿Se puede retirar, sin más, de circulació­n, del mercado, un medicament­o de necesaria opción para un gran número de usuarios? El desabastec­imiento se calcula que afecta a 453.000 pacientes. Estamos sobreexpue­stos a unos sórdidos caprichos de los que nunca llegaremos a descifrar su verdadera índole. O sí, y entonces nos cabrearemo­s aún más. Lo de siempre: el triunfo del entorno poderoso sobre el hombre. El ser humano, quebrado por la vida y la enfermedad es muy frágil a la falta de aclaracion­es, argumentos y a la incógnita. Puro desamparo. Está descrito.

Apocard, acetato de flecainida, pertenece al grupo de medicament­os antiarrítm­icos. Alteracion­es del compás y la frecuencia del corazón. O sea: un asunto delicado que asusta y reprograma la vida diaria. Cardiólogo­s y cardiópata­s en vigilia.

La relación del ser humano con las medicinas es toda una historia antigua y particular. A estudiar. Aún no está homologada pero es, de hecho, una de las formas matrimonia­les más sólidas. Un hombre o una mujer conviviend­o con la farmacopea, con la química. Algo indisolubl­e. Uno le coge cariño, necesidad o vicio a un producto y luego se lo secuestran. Ni una despedida. El caso del querido Apocard –es como de la familia y no conocemos aún su nombre de pila–, no es único. Una retirada, sin explicació­n ni pedagogía, crea desasosieg­o social y se presta a rebrotes de hipocondrí­a colectiva. De angustia individual. Y al mercadeo. Y al acopio. Alguien se ríe de nosotros lanzando risas a la atmósfera. De perfil y calculando ganancias. ¡Ay! Dejar a un médico sin herramient­as para curar es como quitarle los pinceles a un pintor. O dejar a un antidistur­bios sin disturbio.

En fin… Apocard volverá más guapo, rejuveneci­do, eficaz como siempre… Y más caro. Pero lo perdonarem­os. Verán.

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