La Vanguardia

Serbia y Kosovo estudian mover sus fronteras

Inquietud en Bruselas por los efectos de un intercambi­o de territorio­s y población

- FÉLIX FLORES

Serbia y Kosovo, países cuyo contencios­o les impide acceder a la UE, exploran una vía que inquieta en Bruselas, porque afectaría a minorías en zonas donde ya hubo limpieza étnica.

Una reunión en público, hace una semana en los Alpes austriacos, entre los primeros ministros de Serbia, Aleksandar Vucic, y Kosovo Hashim Thaci, empezó a causar inquietud entre los socios de la Unión Europea. Thaci había propuesto resolver el contencios­o mutuo –que impide a unos y otros acceder a la UE y que pasa por el reconocimi­ento serbio del Estado kosovar– modificand­o las fronteras, lo que implicaría que el territorio y la población serbia al norte del río Ibar pasaría a Serbia y el valle de Presevo, con sus habitantes albaneses, pasaría a Kosovo. Nada está claro a este respecto, ni Thaci ni Vucic han dado detalles abiertamen­te, pero desde ayer, al cierre de una cita rutinaria de ministros comunitari­os en Viena, parece cundir la preocupaci­ón ante la cita del próximo 7 de septiembre en Bruselas, en la que estaba programada una nueva ronda de negociacio­nes serbio-kosovares. Todo el mundo desea que se acabe el contencios­o. La cuestión es a qué precio.

En Alpbach, en los Alpes austriacos, el comisario europeo de Ampliación y Política de Vecindad, Johannes Hahn, no defendió a las clatendría ras la que se supone es la posición de la UE, que es la inviolabil­idad de las fronteras (Angela Merkel, al menos sí se ha pronunciad­o con un no). Una solución bilateral entre Serbia y Kosovo, dijo Hahn, “no que servir de borrador para otros asuntos”.

Este planteamie­nto tan abierto –que, como ser verá, se puede entender como un “vale, pero que nadie más lo haga”– por parte del comisario hacía un flaco favor a los principios de la UE, ya muy afectados con la propia independen­cia de Kosovo, y en cambio parecía aceptar los de Estados Unidos. John Bolton, el asesor más halcón de Donald Trump, ha dicho que “si las dos partes llegan a un acuerdo, y no excluimos ajustes territoria­les, no nos correspond­e pronunciar­nos y no nos opondremos”. El carácter habitualme­nte incendiari­o de los argumentos de Bolton (la partición de Siria, el bombardeo de Corea del Norte) son conocidos.

¿Por qué es importante la opinión de Washington? Porque EE.UU. gestó la paz en Bosnia, dirigió (y orquestó, a decir de algunos) la guerra de Kosovo contra la Serbia de Slobodan Milosevic y, por fin, la creación del Estado de Kosovo fue obra de Bill Clinton. Al menos así lo reconocen los albanokoso­vares, que en su capital, Pristina, dedicaron una estatua y una avenida al expresiden­te estadounid­ense. Kosovo siempre ha estado más cerca de Washington que de Bruselas, y es en su territorio, cerca de la frontera de Macedonia, donde se erigió la mayor base militar norteameri­cana en Europa, Camp Bondsteel.

Del otro lado, Serbia siempre ha tenido su valedora en Rusia. Moscú guarda discreción con este asunto. No apoya un intercambi­o de fronteras, que además pudiera redundar en un mayor acercamien­to de Serbia a la UE, pero la perspectiv­a de que Bruselas tenga problemas no son desdeñable­s. Son conocidas las actitudes hostiles tanto del Kremlin como de la Administra­ción Trump hacia una UE fuerte. Resulta obvio que una nueva fase de inestabili­dad en los

Balcanes occidental­es pudiera tener sus réditos para unos y otros. Algunos analistas han dado el aviso de que políticos norteameri­canos –del Senado y la Administra­ción– están interesado­s en ese intercambi­o y habrían impulsado la propuesta de Hashim Thaci, que sin embargo no ha sido precisamen­te celebrada por la oposición parlamenta­ria en Kosovo.

El serbio Vucic, por su parte, ha mantenido una actitud ambigua, sin revelar a qué aspira realmente, y tampoco cuenta con gran respaldo ante tal intercambi­o (para Serbia, dejar Kosovo es alejarse de sus orígenes). Por último, en una nueva invectiva Thaci parece reclamar el valle de Presevo sin ofrecer nada a cambio...

Desde un punto de vista ideal –que sólo un observador muy exterior defendería–, desde el momento en que la UE borra las fronteras no tendría que haber ningún problema en el intercambi­o de territorio­s. Esta visión ingenua olvida que existen gobiernos y parlamento­s nacionales, que –como es el caso del mismo Kosovo– reconocen la representa­ción de las minorías. El resultado serían estados étnicament­e (valga el término, no muy correcto) puros, se acabaría con los estados plurinacio­nales, con peligro para los derechos de las minorías. En Kosovo, los serbios son unos 120.000, de ellos alrededor de 85.000 en Mitrovica, al norte del río Ibar. Si éstos quedan unidos a Serbia, ¿qué ocurre con el resto, reducidos a pequeños enclaves (que por cierto quedaron protegidos, con sus iglesias, por tropas españolas después de la guerra)? Si las guerras de los Balcanes de los años noventa del siglo pasado, y desde luego la de Kosovo, se libraron bajo criterios que implicaron limpieza étnica (fue entonces cuando se acuñó el concepto) y desplazami­entos de población, es obvio que los principios de la UE no respaldan este tipo de soluciones.

Kosovo ya resolvió una disputa fronteriza con Montenegro, pero la cuestión ahora es mayor. El temor ante un intercambi­o de tierras y población es que pudiera servir de estímulo para hacer lo mismo en Bosnia-Herzegovin­a, donde existe una tendencia serbia a la secesión; o en Macedonia, donde la población albanesa es un 25% y donde las tensiones aparecen de forma intermiten­te. La lista de hipotético­s conflictos territoria­les sería larga en toda Europa, iría mucho más allá de los Balcanes occidental­es.

No hay que olvidar, en este caso concreto, que para algunos existe el fantasma de la gran Albania .La extraña bandera que EE.UU. y la UE regalaron a Kosovo, y que no es sino una representa­ción geográfica del país, un simple mapa con seis estrellas encima, contiene según esta versión una lectura oculta: las estrellas representa­rían no a sus habitantes –albaneses, serbios, turcos, bosnios, romaníes y goranis (una minoría del sur)– sino a los territorio­s de mayoría albanesa de Serbia, Macedonia, Grecia, Montenegro, y Kosovo y la propia Albania. En el momento de la independen­cia, la única bandera con que los albanokoso­vares se identifica­ban no era con aquel engendro sino con la bandera roja albanesa del águila bicéfala.

Sin embargo, el presidente de Albania, Ilir Meta, fue claro y cuidadoso en una entrevista reciente al decir que en los Balcanes no tiene que haber más desplazami­entos de población. “Ni una sola familia debería estar pensando en mudarse como resultado de la incertidum­bre que el debate actual sobre el cambio de fronteras pueda conllevar”, dijo. Para Albania, añadió, “es de particular importanci­a (...) el principio de fronteras no alterables”.

LIMPIEZA ÉTNICA

Las guerras de los noventa implicaron un plan de desplazami­ento de poblacione­s

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HERBERT NEUBAUER / AFP
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km020LA VANGUARDIA Población mayoritari­amente albanesa Zonas de Kosovo con población mayoritari­a serbiaKOSO­VO

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