El adagio otoñal
FRANCIS Scott Fitzgerald le hace decir al protagonista de El gran Gatsby que no hay que angustiarse porque la vida vuelve a empezar con el otoño. La frase debería valer para la política y no tendríamos que agobiarnos ante la llegada de la estación de las lluvias, porque estamos ante un nuevo ciclo vital. Lo preocupante es que los actores de la política anuncian un otoño caliente en Catalunya. Los pilotos del independentismo han concebido septiembre y octubre como lo más parecido a la etapa reina del Tour, donde hay que superar, una tras otra, varias cimas de primera categoría. La conferencia del próximo martes del presidente Torra no será un ejercicio de lírica, sino un acto de fuerza. El espíritu de la misma ha hecho reaccionar a Pedro Sánchez, quien desde Bogotá ha advertido que Torra debería saber adonde lleva el camino del desacato. Al líder socialista, que maneja las palabras con guantes de seda cuando se refiere al contencioso catalán, se le entendió todo. No citó el 155 pero su espectro planeó entre nubarrones colombianos.
La Diada vuelve a ser concebida como un hervidero de emociones, de frases altisonantes y de retos inalcanzables. O, si se quiere, un prólogo de lo desconocido. Pocas veces el independentismo tendrá un gobierno en Madrid más sensible para abordar un conflicto que en su acelerón de hace un año dejó a los catalanes sin república y sin autonomía. Los catalanes están divididos, pero el soberanismo también, por más que ERC y PDECat le pongan sordina a sus palabras. La sensación es que no se ha sabido abordar la situación para que tenga el mínimo coste para los presos, ampliar el consenso social y buscar una salida digna a la situación. Es verdad que hay quien piensa que cuanto peor, mejor, pero deberíamos hacer lo posible para evitar el desastre. Ojalá este otoño sea, como lo imaginaba George Sand, un paseo melancólico que prepara el solemne adagio del invierno. Desgraciadamente se anuncian tormentas.