Nuevos tiempos
La decisión de la Comisión Europea de poner fin al cambio horario; y los primeros pasos hacia la resolución del conflicto entre Kosovo y Serbia.
LA directiva del cambio horario en la Unión Europea, vigente desde 1996, establece que los relojes se adelantan una hora el último domingo de marzo y se atrasan asimismo una hora el último domingo de octubre. Este cambio de horario bianual, establecido en principio para favorecer el ahorro energético, ha sido siempre muy controvertido. El Parlamento Europeo, ante la evidencia de estudios científicos que indican que esos cambios horarios provocan trastornos en la salud, pidió en febrero pasado a la Comisión Europea que revisara la conveniencia de la citada directiva.
Había que resolver si el ahorro energético que genera el cambio horario, considerado como muy limitado, compensa los trastornos de salud y de hábitos de vida a los que se somete a los ciudadanos. El recurso del Ejecutivo comunitario que preside Jean-Claude Juncker para salir del atolladero fue realizar una macro encuesta entre los ciudadanos europeos, con lo que ha inaugurado a nivel comunitario un nuevo sistema para la toma de decisiones controvertidas. En una consulta en línea a más de 4,6 millones de ciudadanos de los veintiocho estados miembros, realizada entre el 4 de julio al 16 de agosto pasados, la gran mayoría, en concreto un 84%, han dicho que ya no quieren seguir cambiando sus relojes dos veces al año y que quieren un solo horario. El porcentaje fue del 93% entre las consultas realizadas en España.
La decisión de la Comisión Europea ha sido hacer caso de la encuesta y, en consecuencia, presentar al Parlamento Europeo y al Consejo Europeo una propuesta legislativa para poner fin a los cambios de horario en la Unión Europea. A partir de entonces será cada Estado miembro quien decida qué horario mantiene, si el actual de verano o el de invierno. Pero ya no habrá obligación en la Unión Europea de cambiar los relojes dos veces al año. El Gobierno español, que ha mostrado su acuerdo con la decisión de la Comisión Europea, deberá proponer en el Congreso el debate sobre si es más conveniente optar por el horario de verano, que es lo que parece más lógico, o por el de invierno. La controversia, por tanto, no ha acabado del todo todavía y habrá que esperar a ver cuál es la decisión final. En España el cambio estacional del horario rige desde 1974, cuando fue instituido a raíz de la crisis del petróleo para aprovechar mejor la luz del sol y gastar menos electricidad y en iluminación.
La citada encuesta realizada por la Comisión Europea ha sido determinante para poner de manifiesto que las hipotéticas ventajas del ahorro energético que supone el cambio horario no compensan los trastornos que provoca. La mayoría de ciudadanos europeos consultados han coincidido en que los cambios de horario supone para ellos una experiencia negativa, no sólo por los efectos en la salud sino también por el aumento de accidentes de tráfico que se producen. La encuesta, en este sentido, confirma la tesis de algunos estudios realizados al respecto en los que se señala que el cambio de horario dos veces al año tiene diversos efectos adversos, como alteraciones del sueño y trastornos psicológicos, la mayoría de ellos leves, que afectan a la vida diaria y al rendimiento de la productividad en el trabajo. Ha quedado en evidencia, pues, que el cambio de hora no aporta ninguna ventaja clara, salvo la del mínimo ahorro energético que por sí mismo no lo justifica. La Comisión Europea ha puesto fin a la controversia existente.