El único que quita el sueño al Kremlin
Con carisma, entusiasmo y decisión en el 2011 y el 2012 un joven abogado que denunciaba la corrupción a golpe de blog y redes sociales devolvió a Rusia las ganas de protestar. Alexéi Navalni se convirtió en el líder medio improvisado de una oposición dispersa que estaba montando las mayores manifestaciones contra Vladímir Putin desde su llegada al poder, en el año 2000.
El motivo fueron los resultados de las elecciones a la Duma de diciembre del 2011, pero sobre todo la vuelta de Putin al Kremlin tras cuatro años como primer ministro para sortear la Constitución. Cuando este ganó las elecciones del 2012 y tomó posesión por tercera vez, las ganas de protestar se fueron desinflando. Navalni había molestado, pero desde el poder se le veía más como un agitador que una amenaza real. Tal vez por eso se le permitió presentarse a la alcaldía de Moscú en el 2013 a pesar de haber recibido una condena por fraude en la ciudad de Kírov, en un juicio que él y sus seguidores consideran una venganza del Kremlin. Las elecciones de Moscú de hace cinco años revelaron que el activista no sólo era capaz de movilizar a miles de personas en el centro de la capital, sino también activar a los votantes y hacer un agujero en el sistema vertical que los teóricos del Kremlin llevaban años montando.
Aquellos comicios fueron los más disputados en años en Rusia. La maquinaria del Estado, enorme, anquilosada, sin cintura para driblar y muy pesada para moverse con agilidad, se vio sorprendida por una campaña electoral fresca y sin complejos. Mientras que el candidato de Putin, Serguéi Sobianin, se quedaba en su despacho dejando que la televisión y sus delegados hicieran su trabajo, Navalni pasaba cada día tres veces por las plazas y parques de la ciudad para improvisar míti- nes y hablar directamente con los jóvenes, los pensionistas o la nueva clase media. El acartonado funcionario con respuestas sacadas de manual ganó las elecciones, pero por poco. Navalni arañó algo más de un 27 % de los votos y estuvo a punto de forzar una segunda vuelta.
En las altas esferas tomaron nota y desde entonces los obstáculos no han hecho más que crecer.
Alexéi Navalni, que ya tiene 42 años y tiene mujer y dos hijas, pasa hoy por su enésimo arresto administrativo. Un tribunal de Moscú le ha condenado esta semana a 30 días de cárcel por “violar sistemáticamente” las leyes sobre la convocatoria u organización de manifestaciones en la vía pública.
El activista y político fue arrestado en el portal de su casa de la capital rusa el 25 de agosto. El motivo se debía a la organización de una concentración no autorizada en enero. El propio Navalni argumentó ante el juez que el proceso se ha retrasado de forma artificial con el objetivo de impedirle participar en la organización de una protesta en toda Rusia contra la reforma de las pensiones que prepara el Gobierno.
La policía dijo que no le detuvo en enero porque no pudo localizarle. Sin embargo, Navalni pasó la mayor parte del mes de mayo bajo custodia policial tras ser arrestado en una manifestación en Moscú un día antes de que Putin tomara posesión como presidente por cuarta vez.
Por si fuera poco, Navalni había fijado la fecha de las protestas el 9 de septiembre, un día en que se celebran elecciones en 22 regiones, incluidas a la alcaldía de Moscú. El opositor más destacado de Rusia no se puede presentar esta vez. Tampoco pudo en marzo retar a Putin en las presidenciales, ya que está inhabilitado para optar a cargo público
Inhabilitado para volver a concurrir a las urnas, dice que las protestas masivas son la única vía para cambiar Rusia