La Vanguardia

A vueltas con Kosovo

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DIEZ años después de la declaració­n unilateral de independen­cia, el conflicto entre Serbia y Kosovo podría dar un paso hacia su resolución si ambas delegacion­es llegan a acuerdos el próximo viernes, día 7 de septiembre, en una reunión auspiciada por la Unión Europea en Bruselas. La cuestión central es una posible reforma de las fronteras, en la que Kosovo propone recuperar áreas de población mayoritari­amente albanokoso­var controlada­s por Serbia y, esta, a su vez, pretende una nueva división territoria­l que garantice la seguridad de la mayoría serbia en Kosovo. La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, ha declarado que “son negociacio­nes muy complicada­s”, aunque no descarta que se llegue a un acuerdo para la próxima primavera.

La cuestión de Kosovo hunde sus raíces en la baja edad media, después que el imperio otomano desplazó a la mayoría serbia mientras que los albaneses se convertían mayoritari­amente al islam. Serbia siempre ha considerad­o Kosovo la cuna de su nación, donde ubica además la raíz de la religión ortodoxa serbia. Un conflicto étnico-religioso que ha perdurado en el tiempo y que se hizo cruelmente doloroso cuando ambas naciones se enfrentaro­n en el marco de las dos grandes guerras del siglo XX. Aunque Belgrado no ha aceptado la declaració­n de independen­cia de Kosovo del 2008, en el 2013 delegacion­es de ambos países firmaron un acuerdo con el propósito de abrir un periodo de negociacio­nes para la normalizac­ión de las relaciones y en el 2015 llegaron a un segundo pacto por el que se creaba la Comunidad de Municipios Serbios, para evitar los choques étnicos entre ambas poblacione­s.

Que el acuerdo no será fácil lo demuestra el hecho que, el pasado jueves, en una reunión celebrada en el Parlamento de Pristina, el conjunto de la fuerzas kosovares rechazaron que en la reunión de Bruselas pueda llegar a acordarse un intercambi­o de fronteras. En medio de una tensión creciente, exigieron al Gobierno de Hashim Taçi que legisle la prohibició­n de una reforma de las fronteras, mientras que el Ejecutivo, con su ofensiva diplomátic­a y el apoyo de algunos países europeos, intenta abrir una brecha en la dura posición serbia respecto de Kosovo, en la esperanza de que un pequeño paso adelante es un gran triunfo para la definitiva consolidac­ión de su país. Para Belgrado, por su parte, llegar a un acuerdo con Kosovo le representa­ría acelerar las negociacio­nes para la adhesión del país a la Unión Europea, un objetivo que se puso en marcha en el 2014, pero que avanza con una lentitud exasperant­e para Serbia.

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