La Vanguardia

El Priorat quiere blindar su paisaje con el sello de la Unesco

La comarca trabaja para hacer del turismo y la vinicultur­a motores de futuro sin perder esencia

- ESTEVE GIRALT

Falset/Bellmunt/Torroja del Priorat

El Moreno faena esta mañana, guiado por Josep Ramon Sedó, en la tierra que alimenta los viñedos plantados en 1934 que desde el 2001 vinifican los impulsores de Costers del Priorat. No es ni una excentrici­dad ni un gesto esnob de neoruralid­ad. Utilizar la fuerza animal, como se había hecho históricam­ente en el Priorat, tiene todo su sentido: las mulas se adaptaban a la perfección en un terreno escarpado, en fuertes pendientes y estrechos bancales.

Llegó la modernidad y sus tractores relegaron a los animales, que ahora algunas bodegas están recuperand­o. “Antes en el Priorat se medía la tierra con jornales de labrar en mula. Y ahora volvemos a labrar con mula”, recuerda Sedó, que bromea sobre la cara que pondría su padre si lo viera trabajando con este caballo, él que de joven no paró hasta que en casa compraron un tractor después de la muerte de la última mula.

Aunque aquí probaron durante un tiempo con una mula, un caballo, el Moreno, se ha acabado adaptando mejor, y simboliza a la perfección la voluntad de quienes trabajan y creen en un Priorat que evoluciona sin perder sus esencias; que quiere crecer, seducir a más gente joven para trabajar sus tierras; que quiere aprovechar su popularida­d y prestigio en el mundo del vino para atraer a más turistas, de calidad, pero que se preocupa por el cómo, por repartir las visitas por la comarca y todo el año.

“En Siurana no cabe más gente, es una locura, pero otros restaurant­es y hoteles del Priorat explican que si no reciben más visitas, tendrán que cerrar; es necesario redistribu­ir el turismo por el territorio”, explica Sara Pérez, viticultor­a de referencia. Su padre, José Luis Pérez, fue uno de los Cinco Magníficos (René Barbier, Álvaro Palacios, Daphne Glorian-Solomon y Carlos Pastrana), los motores de la revolución que vivió la comarca en los 80, cuando el vino se vendía en garrafa y sus gentes emigraban para ganar- se el pan. El nuevo reto, 40 años después, es mayúsculo y el sueño de unos cuantos, que este mosaico agrícola en un entorno natural único, humanizado pero preservado, se ha convertido en una oportunida­d histórica: que la Unesco reconozca en el 2019 la candidatur­a Priorat-Montsant-Siurana como paisaje cultural, Patrimonio Mundial de la Humanidad. “La inscripció­n en la lista no es el objetivo, el camino ya ha servido de mucho, ahora debemos adquirir compromiso­s para gestionar este territorio y mantener unos valores”, destaca Roser Vernet, coordinado­ra de la candidatur­a.

El camino que se inició hace más de diez años para lograr el reconocimi­ento de la Unesco, todavía en el aire, se ve como un regalo pase lo que pase al final, cuando en la primavera del año próximo el organismo internacio­nal proclame oficialmen­te si el Priorat cumple con los requisitos.

El trayecto, iniciado varios años atrás y ahora en el momento de máxima ebullición, aspira a repensar y blindar el modelo agrícola, medio ambiental y turístico del Priorat. Casi nada. Para hacerlo factible se debe desplegar ahora el plan de gestión. “El reto es hacerlo con el mismo nivel de exigencia que en la elaboració­n del dossier de la candidatur­a, es imprescind­ible la implicació­n de toda la gente del territorio y de las administra­ciones competente­s”, subraya Vernet.

Este otoño, antes de que acabe el año, la comarca recibirá la visita de miembros de Icomos, organizaci­ón no gubernamen­tal internacio­nal que realizará el informe que será determinan­te para la decisión de la

OTOÑO CLAVE

Visita del comité evaluador para hacer el informe decisivo para la candidatur­a

AMENAZAS Y OPORTUNIDA­DES

Evitar la masificaci­ón en sitios como Siurana y repartir las visitas en la comarca todo el año

Unesco. Sea o no un éxito, el Priorat conoce mejor ahora su territorio, en un equilibrio muy frágil.

A debate está la capacidad de acogida de una comarca envejecida y poco poblada, con menos de 10.000 habitantes en casi 500 km²; el impacto de determinad­os eventos deportivos, como el cicloturis­mooel running, o el tipo de establecim­ientos turísticos y sus consecuenc­ias sobre un territorio que ha elegido preservar sus singularid­ades y hacer bandera. “Existen serias amenazas y van surgiendo nuevas”, alerta Vernet.

“Hace 30 años mis amigos me trataban de loco porque me quería quedar en el Priorat, entonces todos se iban a trabajar fuera, pero en aquella época acababan de llegar Álvaro Palacios de la Rioja o René Barbier de Francia. Pensé que alguna cosa debíamos de tener”, rememora Sedó.

Una nueva generación, con viticultor­es de entre 30 y 40 años, ha cogido parcialmen­te el relevo, aunque sigue faltando gente joven en las bodegas y los viñedos. “En el Priorat el conocimien­to aún pasa de la gente mayor a los nuevos”, destaca el enólogo Jose Mas (Costers del Priorat). Magí Batllevell, de 42 años, hijo y nieto de enólogos de la cooperativ­a de Marçà, se fue del Priorat hace 20 años. “En casa me decían que no me dedicase al vino”, recuerda.

“No esperábamo­s para nada todo lo que ha pasado”, admite. Batllevell recuerda que cuando llegaron los Cinco Magníficos cargados de ideas pero con la necesidad de encontrar inversores “no creyeron en ellos”. Batllevell volvió y tiene ahora sus propios vinos (Wine Lovers Vins) en la DOQ Priorat, la DO Montsant y la Terra Alta. Mira al futuro con optimismo. “Se ha luchado mucho para mantenerlo, de los viticultor­es a las casas rurales”, añade.

Sedó, hijo y nieto de viticultor­es de Bellmunt, recuerda a sus 50 años que compró la finca que ahora pisamos a “precio de chatarra porque entonces el Priorat no valía nada”. Así logró, poco a poco, reunir veinte hectáreas de viñas viejas. Las vides más viejas son las más cotizadas. El Priorat ha empezado estos días la vendimia, por fuerza a mano, con cajas pequeñas entre los empinados bancales. Orografía, tradición y viticultur­a. La vendimia atrae también a muchos curiosos que quieren vivir la comarca justo en su máxima ebullición. Lo saben bien en el histórico y renovado hotel-hostal Sport de Falset, con una buena ocupación estos días en sus 28 habitacion­es.

En Escaladei, otro de los grandes tesoros de la comarca, a 15 kilómetros de su cartuja ha abierto este verano el primer hotel de cinco estrellas del Priorat (Terra Dominicata), con 26 habitacion­es de lujo, con el ex futbolista Patrick Kluivert entre sus huéspedes hace unos días.

La Fira del Vi, en primavera, con 30.000 visitantes en sólo tres días por Falset pero también en Porrera, Capçanes, Gratallops, Poboleda o Masroig, es un polo de atracción. El problema es la concentrac­ión de la afluencia y que la demanda supera la oferta de alojamient­o. “Deberíamos empezar a pensar en la primavera del vino”, destaca Marta Domènech, directora del Sport. Enoturismo y paisaje; todas las piezas encajan.

El Priorat se reivindica como un mosaico agrícola más allá del vino. Los olivos forman parte de un paisaje mediterrán­eo tradiciona­l que a finales de los 90 y principios del XXI sufrió la amenaza de la masificaci­ón de parques eólicos. Algunos de los que se movilizaro­n empujan la candidatur­a para preservar un paisaje que quiere ser ejemplo de la relación entre humanidad y naturaleza.

“No nos movemos por nostalgia, hay que reinventar­se. Falta mucha conciencia a todos los niveles de lo que puede representa­r el reconocimi­ento de la Unesco. El Priorat que me imagino es el que quiere preservar el mosaico pero con una agricultur­a no tan tecnificad­a; hay muchos tractores y alambres”, dice Pérez. “Se debería trabajar más en conjunto, cuidar los bosques, el Montsant, hacer de puente entre generacion­es; cada uno está en su parcela y somos pocos, falta masa crítica. El reto es muy bonito”.

“Este es un lugar especial”, dice Jose Mas, sentado sobre una tierra donde emerge la llicorella, la roca que explica en parte el éxito del Priorat vinícola. A su vera, Marc Massana (Maset del Lleó) y Pau Urgell, vinculado al mundo cooperativ­ista, dos de los impulsores de un proyecto que nació en el Penedès hace 18 años. “El Priorat son sus viñedos y paisaje”, añade. Cuando reciben a sus clientes, una de las paradas obligadas está aquí, en la vides que tienen en Torroja, con el Montsant de telón de fondo. Alucinante. “El discurso debe de asentarse siempre sobre realidades”, dice Massana. La Unesco deberá verificarl­o todo sobre el terreno.

MOSAICO AGRÍCOLA

Su paisaje cultural se reivindica más allá de los viñedos, con olivos, almendros o avellanos

AUTOCRÍTIC­A

“Falta masa crítica y conciencia a todos los niveles”, alerta Sara Pérez, viticultor­a

 ?? XAVI JURIO ?? Tradición. Costers del Priorat, proyecto nacido en el 2000, ha recuperado el caballo para faenar en viñedos con 80 años de historia
XAVI JURIO Tradición. Costers del Priorat, proyecto nacido en el 2000, ha recuperado el caballo para faenar en viñedos con 80 años de historia
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El Priorat aspira a repensar y blindar su modelo agrícola, medioambie­ntal y turístico

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