El código sagrado de Luis Enrique
El técnico no perdona la reacción de Alba a su suplencia en el Barça y sus declaraciones públicas posteriores
Luis Enrique llevaba semanas dándole vueltas a su primera lista como seleccionador español. Medio en serio medio en broma (siempre resulta difícil adivinarle el tono), el nuevo guía de la roja aseguró a los periodistas que la purga final partió en su origen de un numerosísimo grupo de más de setenta jugadores. Es fácil imaginar que Jordi Alba nunca estuvo allí, ni siquiera entre aquella multitud preliminar de nombres. El lateral y el entrenador chocaron en el Barça y el técnico asturiano no es de los que perdonan. Hay códigos que a su entender no se pueden romper. Así como en otras personas el paso del tiempo relativiza el conflicto y ablanda el músculo del resentimiento, en el técnico las deslealtades prevalecen tensas como sus gemelos cuando ascienden montañas a golpe de pedal. Luis Enrique ni olvida ni indulta.
Habrá quien diga que no se puede confeccionar una convocatoria cegado por el rencor porque los méritos quedan entonces relegados. Es posible. Pero Luis Enrique no engaña. Deja muy claras sus condiciones en sus discursos en el vestuario, y saltárselas acarrea consecuencias. Se le puede llamar inflexible pero no mentiroso. Protege a sus futbolistas como pocos entrenadores. Siempre y cuando no le fallen. Alba sabía que su actitud podía ser interpretada como una traición por su entrenador. Eso fue lo que sucedió. Han pasado años y ahora llega la factura.
La descarga de la discordia estalló en la última temporada de Luis Enrique como técnico del Barça. En busca de soluciones tácticas ante una situación deportiva crítica, evidente después de la goleada sufrida en París contra el PSG en la Champions, sacudir la pizarra le llevó al 3-4-3, siendo Alba uno de los damnificados. La solución funcionó (memorable remontada en el partido de vuelta en el Camp Nou) y gozó de continuidad, algo que desesperó a Alba, hasta entonces siempre titular. El malestar del de Hospitalet, que acabó regresando al once esa misma temporada, se tradujo en declaraciones públicas que, sin ser explosivas, sí señalaban hacia Luis Enrique. “Aquí tengo la total confianza del míster, lo que para mí es un halago y me llena de confianza, la que no estoy teniendo en el Barcelona como quizás me gustaría tener”, dijo desde la concentración de la selección española. Al final de esa temporada, prosiguió con la invitación a las dobles lecturas. Una primera: “Noto el apoyo de Lopetegui, se agradece que te vayan de cara”. Una segunda: “Me hubiera gustado jugar mucho más de lo que he jugado este año, sobre todo en los partidos importantes, pero no estoy machacando a Luis Enrique ni a nadie del club”, matizaba, provocando obviamente el efecto contrario al presuntamente buscado. Ya bajo las órdenes de Valverde remarcó en más de una ocasión su felicidad ante la nueva etapa en comparación con la precedente: “Ahora juego más alegre y con más chispa”. Es probable que en el momento preciso en el que Luis Rubiales, nuevo presidente de la Federación, anunció después del fallido Mundial de Rusia la designación de Luis Enrique como seleccionador Alba sospechara que su etapa con la roja se interrumpiría temporalmente.
Luis Enrique aceptó enseguida la oferta de Rubiales para comandar a la selección. Era un reto subrayadísimo en su agenda profesional. Apenas se discutió de dinero. Pero el entusiasmo no relajará su manera de trabajar y ver las cosas. Alba es por ahora su decisión más vistosa, pero llegarán más, y podrían afectar a vacas sagradas consideradas intocables. Tiene dos años (es el contrato que quiso firmar pese a que le ofrecieron más) hasta la Eurocopa para dejar su sello.
Su relación con la prensa de Madrid, que siempre pretendió mandar e influir en Las Rozas (que se lo pregunten a Hierro, que convirtió en suplente a Iniesta en Rusia sometido por una grandísima presión), no se parecerá en nada a la mantenida por sus antecesores. No habrá concesiones, ni entrevistas personalizadas para las radios, tampoco filtraciones (¿alguien siquiera sospechó que Suso sería convocado?) Sólo ruedas de prensa.
Cada derrota será elevada por tanto a crisis. Pero eso Luis Enrique ya lo sabe. El asturiano sigue sus principios. Alba seguramente los odia. Pero son los suyos. Personales e intransferibles. No todo el mundo puede presumir de ellos sin que se le quiebre la voz.
LA DECISIÓN
Todo cambió cuando Luis Enrique apostó por el 3-4-3 para agitar al equipo y Alba se quedó fuera
LA COLISIÓN
La reacción del lateral no fue la esperada y el asturiano no perdona las deslealtades
INALTERABLE
El seleccionador no cambiará su manera de ser, tampoco respecto a la influyente prensa de Madrid