La Vanguardia

“Mis herramient­as han salvado más de una vida”

- Tim Leatherman, inventor de herramient­as multiuso VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 70 años. Nací en Portland (Oregón) y allí vivo. Soy ingeniero, viajero, inventor, empresario. Estoy casado, tengo un hijo (36) y pronto un nieto. ¿Política? Centrista. ¿Creencias? Protestant­e. “Añadir unos alicates a una navaja”, anoté en un papelito... y tardé tres años en diseñarla

Qué ha inventado? Herramient­as multiuso. Una treintena de modelos: ¡vendo setenta millones de unidades cada año en el mundo! ¿Para qué sirven? Mira esta herramient­a, la pocket survival tool, con destornill­adores planos y de estrella, alicates, punzón, lija, abrelatas...

Parece un insecto metálico...

Tiene abrebotell­as y corta alambre, madera y cuero, y tiene navaja, tijeritas...

Con esto cualquiera es MacGyver...

Tienes catorce usos en una sola herramient­a: plegada, cabe en el bolsillo del pantalón. ¡MacGyver, con esto, salvaría el mundo!

¿La necesito?

El Dalai Lama la tiene. Y Schwarzene­gger. Y el papa Francisco. Y Obama... Yo mismo se las he regalado en mano.

Ellos tienen que salvar el mundo, yo no.

Pero tenerla puede salvarte la vida.

No exagere.

Me llegan tantas historias de usuarios... Uno estaba cruzando un lago helado con su esposa, el hielo cedió...

¡Ay!

No lograban aferrarse a la orilla para salir, las manos resbalaban... Ya al límite de la hipotermia, él recordó que en un bolsillo llevaba su Leatherman...

¿Y qué hizo?

La dispuso en modo alicates, puntiaguda, la empuñó con ambas manos, la hincó con ímpetu en la orilla...

¿Y salió?

Agarrado a la herramient­a clavada, se impulsó: sacó el cuerpo del agua. Tumbado en el borde, tiró de su esposa.

Salvó usted dos vidas...

Una avioneta sobrevuela Alaska. Su piloto y copiloto presionan el botón del tren de aterrizaje. No funciona.

¿No podían tomar tierra?

Sin ruedas, ¡siniestro seguro! Pero el copiloto sacó su Leatherman: con su destornill­ador de estrella abrió la chapa del botón, vio el cable suelto, pinzó un extremo, tiró de él a mano... y el tren de aterrizaje se desplegó.

¿Quiere contarme otra historia?

Un señor pedalea con su bici por la campiña. Pasa junto a un cercado: una cría de cervatillo tiene la cabeza entre dos barrotes...

Vaya, pobre bambi...

La mamá ciervo, impotente, está al lado. Nuestro hombre deja la bici, y con su multiusos corta un barrote: libera al cervatillo...

¡Bravo por el tipo!

Me escribió una carta, emocionado: mientras madre e hijo se alejaban, la madre se giró y le miró, y él me perjura que vio gratitud.

¿Cuándo inventó usted estas herramient­as multiuso?

Yo estudiaba Ingeniera Mecánica en la universida­d, y allí me enamoré de una chica vietnamita...

¿Va a contarme otra historia?

¡Sí, ahora la mía! Ella regresó a Vietnam al acabar la carrera. Poco después, yo volé a los países nórdicos...

¿No a Vietnam?

Habíamos pactado vernos el 19 de agosto de 1978 en Vietnam, pero durante medio año antes yo atravesé Europa, Turquía, Irán, Afganistán, Pakistán, India, Indochina...

¿Cómo?

Con todos los medios de transporte. Llegué... y nos casamos. Compramos un Fiat 600 de color gris por 300 dólares, y de vuelta cruzamos Europa entera... ¡Cuántas averías!

¿Del coche?

Sí. Yo iba anotando ideas en papelitos, y aún conservo esta nota: “Añadir unas alicates a una navaja”... Empecé a pensar en una herramient­a multiuso para esas averías, y también para reparar grifos y calefaccio­nes de hostales infectos en que recalábamo­s...

¿Y qué hizo?

De vuelta a Oregón, me encerré en el garaje: “Dame seis meses y saldré con un prototipo”, acordé con mi mujer. Y ella trabajaba y traía dinero a casa...

Y usted... diseñó su herramient­a.

Al tercer año metido en el garaje, mi mujer se asomó y me preguntó: “¿Qué, cómo va?”

¡Tres años! ¿No pidió sólo seis meses?

¡Eso me costó lograr mi primer prototipo! Y luego siguieron cinco años descorazon­adores: nadie quería invertir para fabricarla...

¿Cinco años más? ¡Su esposa le ama mucho!

Desde luego, eso es verdad... Convencí a una poderosa compañía de venta por catálogo, que incluyó mi herramient­a... ¡y ahí sí empezaron a llegar pedidos!

¿Cuál fue la clave del éxito?

El boca-oreja: mi herramient­a multiuso cautivó a naturalist­as y ornitólogo­s, a pastores y cazadores, a practicant­es de trekking, excursioni­stas, tramoyista­s, carpintero­s, lampistas... Y amantes del bricolaje de emergencia. ¡Y eso que parecía un objeto marciano!

¿Marciano?

Nadie sospechaba a primera vista lo útil que era. Pero si la probaban... “¿Cómo he podido vivir sin esto hasta hoy?”, exclamaban.

Aconseje algo a un emprendedo­r con un sueño, como usted.

Si no lo puedes realizar por ti mismo, busca otra idea. ¡Y adelante, siempre adelante!

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MONTSE GIRALT
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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