Cuando media Barceloneta sueña con mudarse...
La inseguridad hace mella en el ánimo de la gente y debilita su aguerrida resistencia de siempre
Miquel Palou le dice a Vicens Forner que sí, que hace poco que regresó de sus vacaciones, que estuvo aquí y allá y se lo pasó la mar de bien.
“Pero ya estoy negro –agrega tras el mostrador de Cafés Salvador, con una sonrisa torcida–. Me ves moreno ¿verdad? pues por dentro estoy quemado. Y encima el borracho ese va y me saluda. Primero me amenazaba con romperme el escaparate, luego me vacilaba haciendo el tonto con la navaja delante de la tienda y después se cachondea de mí. Estoy hasta las narices. Aguantaré, seguro, como poco hasta que mi padre falte, pero cada vez tengo más ganas de cerrar y alquilar el local... y que monten lo que sea. Cada vez tengo más ganas de marcharme”.
Cafés Salvador abrió sus puertas frente al mercado hace más de 60 años. Es uno de los últimos pedazos de historia viva del barrio.
“Yo nunca había sentido este miedo –tercia Margarita Roca, también trabajando tras el mostrador–. Antes lo que te daba miedo era Barcelona, pero no el barrio. Ahora, este verano, cuando la niña sale marcha por la noche, le digo que me llame cuando esté de vuelta, que no callejee y coja por el paseo Joan de Borbó hasta la altura de casa. Así puedo verla llegar desde la ventana. Hace poco ocuparon un piso aquí al lado en la calle de la Sal, una gente del Raval muy joven y peligrosa. Te entran ganas de mudarte, de verdad... Hasta ahora nunca había pensado en la posibilidad de marcharme de la Barceloneta”.
Son palabras muy difíciles de oír aquí. Ningún barrio de Barcelona tiene entre sus vecinos un senti- miento de pertenencia tan fuerte. Para bien y para mal.
“Son ladrones –dice Vicens, en referencia a los nuevos ocupas...–. Son los que siguen a los ancianos el día de cobro de la pensión, los que dan vueltas con camisas hawaianas entre las terrazas a ver si le trincan el reloj a alguien, los que merodean por las callejuelas a las siete de la mañana a la caza de borrachos de vuelta de las discotecas... Otro paso de la masificación turística: unos les venden mojitos, y cuando están borrachos, otros les roban. En mi edificio desalojaron a unos hace poco. Ahora el piso está de obras. Lo dejaron destrozado. Y el otro día el Eduard vuelve de vacaciones, aquí al lado, en la calle Magatzems, y ve que el piso de arriba, donde vive su suegro, tiene el balcón abierto, y se dice ‘qué raro, si mi suegro está de vacaciones’, y entra y se encuentra a uno durmiendo en la cama y a otro comiendo en la cocina”.
Y Miquel y Margarita preguntan con los ojos, desde el otro lado del mostrador, qué pasó... “Pues como es grande de narices los echó él mismo al momento. Aquí muchas ocupaciones se solucionan así. Un día pasará algo. A mí esta gentuza me está quitando las ganas de hacer fotos. Voy a cumplir 70 años. En mi vida me intentaron atracar tres veces, y las tres justo ahora. Y yo ya no puedo correr ni liarme a bofetadas... Pero acabarán tocando a quién no deben, ya veréis, y se liará... y entonces toda esta gentuza desaparecerá”.
Vicens es el fotógrafo oficioso de la historia reciente de la Barceloneta, y en los últimos años de su degradación. Suya fue la instantánea de aquellos turistas italianos correteando desnudos por el paseo Joan de
MIQUEL PALOU
“Sí, estoy moreno, acabo de llegar de vacaciones, pero por dentro ya estoy negro”
MARGARITA ROCA
“Ahora, cuando mi hija regresa de noche, la espero en la ventana de casa”