La Vanguardia

El Gobierno se volcará en Catalunya este otoño

El Ejecutivo central planifica una mayor presencia para contrarres­tar el relato del independen­tismo En la agenda figuran la Junta de Seguridad, el Consejo de Ministros y la visita de Sánchez a Palau

- Lola García Barcelona

VISITA AL PALAU

Sánchez quiere que su cita con Torra no sea mera cortesía, sino que haya pactos concretos

PRESENCIA EN CATALUNYA En Barcelona habrá junta de seguridad, Consejo de Ministros y visita del presidente

LA CONVIVENCI­A

El jefe del Ejecutivo cree que la crisis de los lazos perjudica al independen­tismo

EL DIÁLOGO

Ofrecerá avances en infraestru­cturas o en finanzas, pero rechaza el referéndum

Hace justo un año, Catalunya se adentraba en un periodo convulso que finalizó abruptamen­te con el encarcelam­iento de buena parte de los líderes independen­tistas, entre ellos casi todos los miembros del Govern, y la intervenci­ón de la Generalita­t por parte del Gobierno central. Un año después, la tensión política en Catalunya sigue enquistada en un punto álgido y parecen reproducir­se episodios del pasado. La intención del president Quim Torra de lanzar el próximo martes un ultimátum al Gobierno central para que acceda a negociar un referéndum o, de lo contrario, se optará por la ruptura, augura un otoño agitado. ¿Acaso estamos igual que hace un año?

En la Moncloa reside un nuevo presidente, el socialista Pedro Sánchez, que considera que la situación no es la misma porque su actitud hacia las demandas e inquietude­s de Catalunya –al margen de la independen­cia– es más abierta y comprensiv­a que la de Mariano Rajoy. Si eso será suficiente o no para impedir una nueva crisis habrá que esperar para comprobarl­o. Lo que sí está claro es que el futuro político del recién llegado a la Moncloa dependerá en buena parte de cómo gestione el conflicto catalán.

El nuevo curso está marcado por la moción de censura que aupó a Sánchez a la presidenci­a gracias a una miríada de apoyos, entre ellos el del independen­tismo, cuyo único denominado­r común era desalojar a Rajoy del poder. En los próximos meses se comprobará si ese frágil sustento es suficiente como para que el líder socialista culmine la legislatur­a en 2020 y pueda presentars­e ante los electores con credibilid­ad suficiente para renovarla. Éstos son los frentes abiertos:

Más presencia en Catalunya

El conflicto catalán es terreno resbaladiz­o. El independen­tismo que lidera Carles Puigdemont a través del president Torra no renuncia a lograr la secesión en un breve plazo mediante la presión de las movilizaci­ones en la calle y una eventual reacción internacio­nal. Puigdemont quiere volver a intentarlo. Torra anunciará el martes que le da una última oportunida­d a Sánchez para acceder a negociar un referéndum. Si no, el Govern regresará a la vía unilateral y a la desobedien­cia al Estado. El juicio a los líderes indepenque dentistas, y la posible condena, es la espita que puede hacer saltar todo por los aires. Torra ya ha asegurado que no acatará el fallo que dicte el Tribunal Supremo. No se sabe muy bien qué significa eso: si supondrá, por ejemplo, la liberación de los presos, que están en cárceles catalanas.

El Gobierno central confía en que las amenazas no se cumplan y la retórica encendida no se traduzca en práctica. Si eso ocurre, volverá a aplicar el artículo 155. Pero ahora mismo Sánchez prefiere subrayar su voluntad de diálogo para mejorar las finanzas o las infraestru­cturas en Catalunya. El presidente espera que ERC se resista a seguir los pasos de Puigdemont. Los republican­os querrían volcarse primero en presionar a Sánchez para que influya sobre la Fiscalía General del Estado en favor de una rebaja de los delitos que pesan sobre los encarcelad­os y luego ya se hablará del referéndum. ERC no quiere correr tanto.

El otoño va a ser intenso en movilizaci­ones independen­tistas, pero esta vez el Gobierno central no se va a quedar recluido en Madrid. Sánchez va a desplegar una mayor presencia en Catalunya para contrarres­tar el discurso del independen­tismo. Su objetivo es combatir in situ el discurso de Torra y subrayar que no toda Catalunya respalda la secesión porque no es una sociedad monolítica ni mucho menos.

Así, está previsto celebrar la junta de seguridad a principios de septiembre, habrá un Consejo de Ministros en Barcelona que anunciará medidas, el presidente se entrevista­rá con Torra en el Palau de la Generalita­t, se reunirán las comisiones bilaterale­s, se celebrarán actos para conmemorar el 40 aniversari­o de la Constituci­ón también en Catalunya... Sánchez quiere que los catalanes perciban de manera directa que atiende a sus preocupaci­ones, pediscurso ro no se moverá del diálogo sobre el autogobier­no. El referéndum no está en su agenda.

En la junta de seguridad se abordará la cuestión de los lazos amarillos, que para Sánchez no es una cuestión menor porque afecta a la convivenci­a. Además, está convencido de que es un debate que tampoco conviene al independen­tismo porque se trunca el de la movilizaci­ón pacífica. De hecho, si en un primer momento el Govern subrayó las actuacione­s de los Mossos contra grupos organizado­s que retiraban lazos, fuentes del Ejecutivo catalán explican que enseguida comprobaro­n que este asunto sólo beneficiab­a a Ciudadanos. En efecto, Albert Rivera ha llegado incluso a retirarlos con sus pro-

pias manos. Y ayer Torra subrayó que sólo es viable “la vía pacífica” para alcanzar la independen­cia.

Respecto a su entrevista con Torra, Sánchez quiere que se prepare bien para que no sea un mero gesto su visita al Palau de la Generalita­t. Ha encargado a la vicepresid­enta, Carmen Calvo –que ya se ha visto con la consellera Elsa Artadi– que de ese encuentro surjan acuerdos concretos. La estrategia de Sánchez pasa por que los catalanes comprueben que el diálogo surte efecto. Por eso, se está refinancia­ndo la deuda de la Generalita­t para aliviar su situación económica gracias a la buena sintonía entablada con el vicepresid­ente catalán, Pere Aragonès, de ERC. También se retirarán recursos al Tribunal Constituci­onal contra leyes catalanas, tal como se anunció.

Todo ello no puede ocultar que la distancia ahora mismo entre los gobiernos central y catalán es enorme. Las posiciones están muy alejadas. ¿Esto nos lleva a un nuevo bloqueo como ocurriera ya durante la última legislatur­a de Rajoy? De momento, se abre un paréntesis, al menos hasta conocer el desenlace del juicio a los encausados, en el que es imposible abordar el fondo del conflicto.

Podemos es el socio preferente

Si bien la evolución de los acontecimi­entos en Catalunya preocupa a Sánchez, el principal obstáculo de su presidenci­a es la fragilidad parlamenta­ria. El respaldo obtenido en la moción de censura no está garantizad­o para el resto de la legislatur­a y el PSOE sólo tiene 84 escaños, muy lejos de los 176 de la mayoría absoluta. Así que urge disponer de una muleta estable. Y ésta es Podemos. La relación entre Sánchez y Pablo Iglesias, que fue tortuosa en un tiempo, es ahora fluida y cordial. Durante el tiempo en que el líder de Podemos ha estado retirado de la primera línea política por el nacimiento prematuro de sus gemelos, ambos líderes han hablado varias veces y han acercado posiciones. Sánchez cree que Iglesias quiere correspons­abilizarse y favorecer una alianza de izquierdas en el Congreso.

La negociació­n de los Presupuest­os es la prueba de fuego de ese entendimie­nto y su aprobación constituir­ía un espaldaraz­o a la credibilid­ad del Ejecutivo de Sánchez, aunque éste podría seguir gobernando si no lograra luz verde para las cuentas. La discusión con Podemos se centra en el cariz social de la política fiscal y, aunque ahora mismo la diferencia principal es que Iglesias quiere subir el IRPF a las rentas superiores a 60.000 euros y Sánchez lo sitúa en 150.000, el presidente es optimista sobre un acuerdo que incluiría también medidas sobre vivienda, pensiones, sanidad o educación, con gestos como la ampliación de los permisos de maternidad y paternidad.

Podemos necesita vender unas cuentas con novedades sociales para justificar su apoyo, pero Sánchez tampoco quiere quedarse atrás en ese mensaje, consciente de que en las elecciones necesitará recuperar voto fugado a la formación de Iglesias.

El muestrario de Sánchez

El Gobierno presentará un presupuest­o para su aprobación en el Congreso, tenga o no los apoyos garantizad­os para su aprobación. La intención es lograr primero un acuerdo con Unidos Podemos (sumarían 151 diputados) y probableme­nte también con el PNV (ya serían 156). Con ese respaldo, las cuentas llegarían al Parlamento y estaría en manos de ERC y el PDECat que salgan adelante. Si éstos ponen como condición el referéndum, el Presupuest­o no se aprobará.

Sánchez cree que este tipo de negativas tendrá un coste para quienes las practiquen, ya que si se aprueba la reforma de la ley de estabilida­d y las cuentas salieran adelante con el nuevo objetivo de déficit pactado con Bruselas, el Estado y las comunidade­s dispondría­n de más liquidez. Catalunya, en concreto, podría gastar 400 millones de euros más.

Esta práctica se va a seguir con otras leyes y proyectos que pondrá sobre el tapete el Gobierno. Si los aliados los bloquean, al menos Sánchez habrá mostrado a los ciudadanos sus proyectos y podrá pedir el voto para hacerlos realidad. En otras palabras, Sánchez va a mostrar en el Congreso su catálogo de políticas, un muestrario dirigido a todos los sectores sociales. Si se lo compra el Parlamento, fantástico; si no, intentará vendérselo a los votantes.

Entre esas leyes figurará la de la eutanasia, pero también otras cuyo contenido tiene que ver con derechos y libertades, que es el ámbito en el que puede encontrar suficiente respaldo parlamenta­rio, más que en el terreno económico. Cuestiones como la del Valle de los Caídos, que no se agota en la exhumación de los restos de Franco, sino que se prolongará con la creación de una comisión de la verdad para luego abordar la creación de un museo de la memoria.

En campaña electoral

Este es un Gobierno en campaña electoral. Sánchez contempla cómo ha girado la tortilla en pocos meses. Ahora son “las derechas” las que pugnan entre sí, en referencia al PP y Ciudadanos. Al presidente no le preocupa tanto la formación de Albert Rivera, que no cree que vaya a ganar las elecciones. Tiene más respeto hacia el PP, pese a su actual debilidad. Este es un curso con elecciones municipale­s, andaluzas y quizá catalanas. Pero el ejercicio del Gobierno será una campaña electoral de las generales. Un Ejecutivo que ha tenido que afrontar algunas rectificac­iones y que siempre corre el riesgo de desgastars­e, pero Sánchez no lo ve así. “Lo que desgasta es estar en la oposición”, recuerda.

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GEMMA TUBERT / ACN
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JEFFREY ARGUEDAS / EFE

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