Otoño melancólico
El inicio del curso político en Catalunya, que se augura conflictivo; y el merecido homenaje que ha recibido en Estados Unidos el senador republicano John McCain.
WASHINGTON ha despedido al senador John McCain con honores de Estado, reservando el espacio del Capitolio, bajo la famosa cúpula, al que los estadounidenses acudieron a darle el último adiós. El senador por Arizona y excapitán de la Armada, que fue el candidato republicano que se enfrentó al demócrata Barack Obama por la presidencia, en el 2008, y que murió a los 81 años a causa de un cáncer cerebral, ha sido tratado como un héroe de guerra, que lo era, tras pasar más de cinco años prisionero del Vietcong, donde sufrió torturas y repetidos aislamientos. Aunque hasta el último día el presidente Trump le ha negado esa condición simbólica, el pueblo norteamericano le ha dispensado una despedida que sólo tienen contadísimos patriotas.
Las diferencias entre Trump y McCain se hunden en las raíces del republicanismo estadounidense. Divididos entre pragmáticos y radicales, o entre liberales y populistas, John McCain era la personificación del republicano pragmático y liberal, cuya actuación sólo tuvo un objetivo: el bienestar de los estadounidenses, por encima de siglas de partidos. Por mucho que se empeñen, nadie nunca le podrá negar esa noble condición. Su enfrentamiento con Trump –que por cierto escapó de hacer la mili– se hizo público cuando el presidente le negó el título de héroe a McCain porque su apresamiento en la guerra de Vietnam fue a causa del derribo del avión que pilotaba. La respuesta de McCain, ya gravemente enfermo por el tumor, fue ir a votar al Senado contra la reforma sanitaria del presidente.
Pero más allá de las diferencias entre ambos, lo trascendental es que McCain representa aquel republicanismo liberal y conservador que ha contribuido a hacer de Estados Unidos el país que es, mientras que Trump es el representante de un republicanismo ultramontano, simplista y gruñón que emerge con fuerza cuando las clases medias blancas se ven amenazadas en su statu quo central por las minorías emergentes. Frente al republicanismo optimista de McCain se levanta el sector más reaccionario que encarna Trump, y que empezó a darse a conocer con el Tea Party de Sarah Palin –con la que el senador compartió ticket electoral–, a la que por cierto la familia de McCain no invitó a las exequias celebradas ayer en la catedral de Washington DC, al igual que al presidente Trump. Una ceremonia en la que pronunciaron la elegía los expresidentes George W. Bush y el que fue su rival electoral, Barack Obama, para honrar la memoria del senador como un ejemplo de patriotismo positivo y un modelo para las generaciones más jóvenes.