¡Extra! ¡Menorca será República!
Carles Puigdemont se ha despertado de madrugada. Soñaba con Napoléon. Quizás fue la última copa de ratafía. O la mistela. Descuelga el teléfono rojo. Tiene una visión.
–Quimet! Prepara los detalles: hay que anexionar cívica y pacíficamente Menorca. Antes de tres meses, tomaré el té en el café Imperi de Ciutadella. ¡Imperi! ¿Lo pillas?
Quim Torra tenía cara de sueño –como siempre–, pero esta vez con motivo. Son las cinco de la mañana. –¿Y si los menorquines se oponen? –¡Ay, Quimet! ¿Cómo se te ocurre imaginar que los menorquines, gente de paz, van a preferir la dictadura borbónica a nuestra República? ¿Cómo no van a querer ser catalanes? ¡Catalanes! Tú di que les enseñaremos a hacer cruasanes, prohibiremos que torturen a los caballos por Sant Joan y les llenaremos las páginas del Menorca de opinadores de confianza...
Torra se asombró de la capacidad visionaria del jefe. Pit i collons, Quim!, pensó en sus adentros.
A las seis de la madrugada, Torra ya estaba consultando TripAdvisor. Efectivamente, incorporar Menorca a la República era un golpe de efecto sencillo y nada decantaría tanto la simpatía de cancillerías europeas, de los diarios británicos y de Putin con su media sonrisa como las imágenes de los indígenas vitoreando la llegada de los libertadores catalanes, no ya para bucear en las calas sino para traer el progreso republicano y acabar con siglos de colonialismo mesetario.
Torra ya imaginaba los abrazos de los indígenas, el obelisco del Born de amarillo y todas las iglesias de Menorca repicando las campanas día y noche. Incluso las arengas desde algún alminar, a lo Vic. ¡Qué alegría se llevará el jefe cuando clero, nobles y funcionarios de Maó lo reciban como a un libertador! El café Imperi le reservará una mesa vitalicia en la terraza y ni dios se sentará, siquiera en agosto.
La Corpo crearía 250 plazas en la isla; Exteriors, 14 consulados, y el Barça una escuela de fútbol en Ferreries, donde trabajan bien la cantera y ya no se aplauden los globos.
Torra detalló su plan al jefe. –Molt bé, Quimet! Y ahora escucha bien: esto exige crear tensión entre los de Maó y Ciutadella de manera que cuando estén a punto de matarse, apareceremos como lo que somos: veraneantes de paz. ¡La pax catalana!
Nunca hay que subestimar a los estadistas. ¿Que el plan cuaja a medias? Menorca se convertiría en el Chipre occidental y la UE ya no podría seguir mirando a otro lado. Una frontera en Es Mercadal –custodiada por los cascos azules– garantizaría la tensión y el suministro de langostas de Fornells a la metrópoli republicana.
–¿Y esta anexión quién la pagará? –¡Quimet, no me salgas otra vez con el traidor del Pla! Cae Menorca y ponemos al Estado de rodillas. Te dejo, tengo al plasta de Valtònyc... Está emperrado con ir a Eurovisión.
Puigdemont telefonea de madrugada a Torra: ¡hay que anexionar Menorca de forma cívica y pacífica!