La Vanguardia

Buscando nuestro mar

- Juan José Omella J.J. OMELLA

Acabamos de iniciar el mes de septiembre. Dejamos atrás las semanas en que muchos de vosotros habéis disfrutado de unos días de descanso. Mientras todos retomamos la actividad habitual, querría compartir con vosotros una parábola sencilla del monje benedictin­o Mamerto Menapace, que da luz a cuestiones muy importante­s. Narra la historia de un río que deseaba encontrars­e con el mar.

Dice así:

Como todos los ríos, éste también se había puesto en movimiento buscando el mar. No lo conocía. Simplement­e lo intuía, como un destino. El mar lejano y todavía no conocido atrae los ríos. Y respondien­do a esta profunda y misteriosa atracción, se arrastran y abren surcos que se convierten en su propio lecho.

Pero hay ríos que renuncian a llegar al mar. Renuncian porque no les llega el caudal y acaban muriendo entre la arena. Otros, en cambio, abandonan y se convierten en lagunas. Cansados de avanzar y vencer obstáculos, prefieren construir su propio océano en el hueco de alguna hondonada; y se quedan, engañados, creyendo haber llegado cuando en realidad simplement­e se han detenido.

Pero hay otro tipo de río que tampoco llega al mar. A éste ni le falta caudal ni ha abandonado el anhelo por el mar. Al contrario. Allí donde el cauce se estrecha y el agua corre más apasionada­mente, ha aceptado un dique que lo frena. Sus aguas tumultuosa­s, al no poder seguir su curso normal, se arremolina­n acosadas y acumulan toda su energía. Se parecen a las lagunas.

Al sentirse contenidas por el dique que se interpone en su camino instintivo, su ímpetu y su potencia se acumulan cada vez más. Su fuerza, incluso, puede llegar a ser peligrosa si el dique cede. Entonces todo el caudal liberado de golpe se convierte en un alud de piedras, barro y agua, que arrasa todo lo que encuentra.Pero si el dique resiste, porque está asentado sobre la roca, entonces la fuerza acumulada se canaliza a través de la turbina y se convierte en luz, en energía, en calor.

El caudal se canaliza por las acequias y riega los surcos, y crece por las viñas hacia el vino, por los campos de trigo hacia el pan, por los olivos hacia el aceite que ilumina, suaviza o unge. Gracias a su fuerza acumulada, entra en cada casa por el humilde servicio de abrevar, refrescar o lavar.

¿Y nosotros, qué tipo de río somos? ¿Qué buscamos? ¿Hacia dónde nos mueve el río de nuestra vida? ¿Cuáles son los diques que intentan frenar u obstaculiz­ar nuestro camino hacia el encuentro con Dios? Los diques pueden ser también una buena oportunida­d para recuperar la vitalidad y la fuerza perdidas en tantas ocupacione­s y distraccio­nes.

Queridos hermanos, ahora que estamos iniciando un nuevo curso os animo a dedicar un tiempo a programarl­o, a priorizar aquello que realmente es principal y dejar el resto de actividade­s y cosas en segundo lugar.

Recordemos el consejo que nos dio Jesús: “Buscad primero el Reino de Dios y haced lo que él tiene por justo, y todo eso os lo dará de más” (cf. Mt 6,33).

¿Y nosotros, qué tipo de río somos? ¿Qué buscamos? ¿Hacia dónde nos mueve el río de nuestra vida?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain