La Vanguardia

Crisis e intrigas

- Joaquín Luna

El décimo aniversari­o de la quiebra de Lehman Brothers, una lección que, pese a todo, no ha eliminado los riesgos económicos; y el intento de algunos miembros de la curia de neutraliza­r el impulso renovador del papa Francisco.

Anteanoche, saludé en un restaurant­e a una amiga, de profesión las bellas artes –y no cuento más–, a la que no veía en tiempo. Tenía entendido que pasaba temporadas en la campiña francesa, en la finca de un novio. No se quejarán: ¿cuánto hace que no leían la palabra campiña? Con tal de no preguntar “¿qué tal las vacaciones?”, me interesé por su francés.

–Ya no tengo francés, tengo Tinder. Bien hecho: la cuestión es tener algo, no como yo que ni Facebook, ni Instagram, ni Twitter, ni Tinder ni una novia en Alcalá.

–¿Te has enterado de una aplicación nueva que avisa de las personas a tu alrededor interesada­s en tener relaciones? ¡Así conoces el barrio mejor!

Ya no levanté cabeza el sábado por la noche. ¿Por qué me hace esto la tecnología? Yo ya me sacrifico: trasnocho, gasto lo que no tengo en ropa y cosméticos, halago por la cuenta que me trae, muestro interés por el arte de vanguardia e incluso la danza contemporá­nea...

Al parecer, uno puede ir por la calle con la dichosa aplicación y saber –¿cómo?,

Al parecer, uno detecta si cerca hay alguna perla interesada en compartir actividade­s extraescol­ares

digo yo– si cerca hay alguna perla interesada en compartir actividade­s extraescol­ares. El asunto, aplicado al barrio donde uno vive o trabaja, es pavoroso y sólo puede ilusionar gracias al ilimitado optimismo de la humanidad, que o se compra un perro o abraza la fe en la tecnología para reciclar su sexualidad.

Supongamos que incorporo la novedad y voy por la vida, el barrio, las tiendas, la redacción y el campo del CE Europa con la aplicación abierta. ¿Qué ganaría yo? Sorpresas, como Pedro Navaja. Como la de un grupo de amigos –todo real– en una de cuyas cenas alguien explicó con todo detalle el polvazo del siglo con una mujer que había conocido en Tinder. Muy masculino, todos a una: ¿tienes su foto? Y la tenía. –Es mi exmujer...

Eso comentó, en un arranque de sinceridad y laconismo, uno de los presentes. Cambiaron de tema y hablaron de fútbol.

Ya me veo en una reunión laboral. O comprando en el mercado. O en un bar de copas. Uno sueña con la morena y el móvil delator es de la rubia. Vas a barraca cegado y hay una confusión.

–Veo que a ti también te gusta el sexo con desconocid­os.

La rubia te pega un moco con razón, llama a un agente cívico, se personan los Mossos y de la morena ni rastro.

Compatriot­as: hay que sacrificar­se, ya lo decían los curas de la tele y las tietes de los amigos de infancia.

El siglo XXI es pura tecnología pero uno no las tiene todas y desconfía de que la gente vaya pidiendo guerra por la calle tan discreta e indiscrimi­nadamente. El personal nunca admite las horas invertidas, el tiempo pendiente del móvil, las ilusiones baldías o las citas con desconocid­as a las que ni siquiera saluda porque no se atreve a decir la verdad: te hacía más atractiva, más joven, más puta...

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain