La DO del kiwi
Con la típica visión adámica del mundo colonial, decidieron convocar un concurso para cambiar el nombre del fruto
Dicen los expertos que el mundo del cava ha pasado de aspirar a competir con el champán francés a mirar de reojo el prosecco italiano. Las recientes elecciones del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Cava acabaron con la victoria de Xavier Pagés y seguro que las burbujas acabarán burbujeando satisfactoriamente. Reconozco que sólo tomo cava para brindar. Soy de esos cobardes que disimulan alzando la copa y luego sólo se remojan los labios. Me gusta más el vino, mira tú por donde. En mi juventud, viví como una imposición intolerable la introducción con calzador de la palabra cava para hablar del champán, un nombre tan chispeante como el líquido que designaba. Con algunos amigos, rememorando el absurdo eslogan monovocálico de La Casera (il rifrisqui sicriti) compartíamos una broma privada de esas de risa floja. Cada vez que brindábamos llamábamos kiwi al cava: “Brindim imb kiwi” y frases así dichas con boquita de piñón. Por eso este verano me llamó la atención descubrir la historia de la denominación de origen de esta fruta que también designa a los habitantes de Nueva Zelanda. De hecho, la planta es nativa de China y ya era muy popular en Oriente antes de llegar a Nueva Zelanda a principios del siglo pasado. Basta visitar el museo Te Papa en Wellington para comprobar que tienen datadas todas las especies vegetales y animales introducidas por los humanos en las islas: primero por los maori y luego por los colonizadores europeos. De modo que saben con precisión que las primeras semillas del kiwi chino se plantaron en 1906 y los primeros frutos se recolectaron en 1910, pero la primera explotación comercial de kiwis neozelandeses no llegó hasta 1937. Su éxito fue fulgurante y a principio de los cincuenta ya empezaron a exportarlos a Estados Unidos.
Pero no les llamaban kiwis, sino melonettes. Entonces, con la típica visión adámica del mundo colonial, decidieron convocar un concurso para cambiar el nombre del fruto y, igual como en los noventa aquí introdujeron el cava, treinta años antes en Nueva Zelanda introdujeron el kiwi por una presunta similitud con el ave nocturna kiwi, símbolo neozelandés en serio peligro de extinción que es rechoncho y marrón, aunque el plumaje (que parece pelaje) y, sobretodo, el largo pico (con los agujeros de la nariz en la punta), eliminan cualquier confusión entre individuos homónimos de los reinos animal y vegetal. De hecho, la marca comercial es kiwifruit, pero en todas partes del mundo los pequeños melones dejaron paso al kiwi y, de paso, los neozelandeses apostaron por identificarse con el nombre (de la bestia y del fruto). Ahora van por el mundo orgullosos de ser reconocidos como los kiwis. Ay, si los catalanes hubiésemos hecho lo mismo con el cava...