La Vanguardia

Tributos que crean riqueza

- SIR JAMES MIRRLEES (1936-2018) Premio Nobel de Economía JAIME GIL ALUJA

Los impuestos no tienen por qué ser elevados ni alcanzar tipos máximos para conseguir su mayor eficiencia como redistribu­idores de la riqueza en una sociedad. Una fiscalidad bien diseñada con una administra­ción eficiente evita llegar a tipos confiscato­rios y es el mejor medio de conseguir una sociedad más justa.

Esa conclusión, apoyada con solvencia durante cinco décadas de investigac­ión, es el gran legado del premio Nobel de Economía y académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financiera­s (Racef), sir James Mirrlees. Y no podría estar más de actualidad hoy y aquí cuando vuelve a cuestionar­se nuestro sistema tributario. Nada habría agradado más a Mirrlees que volver a discutirlo con nosotros, como cuando sus informes fueron determinan­tes tras el franquismo en el diseño de nuestro propio impuesto sobre la renta.

Su trabajo fue y sigue siendo tan universalm­ente relevante que proporcion­ó el argumento para que muchos países redujeran sus tasas impositiva­s máximas y lograrán así aumentar su recaudació­n, su capacidad redistribu­tiva y la reducción de la desigualda­d social.

Sir James creía que una sociedad sólo puede ser próspera si lo es para todos y, desde su infancia en su pequeña aldea escocesa natal, Minnigaff, esa convicción inspiró toda su carrera académica. Como explicó a Lluís Amiguet en este diario: “Sin un sistema fiscal justo volveríamo­s a la desigualda­d de la revolución industrial: a su violencia y sus guerras y ni a los más ricos les serviría su fortuna para lograr el bienestar”.

Mirrlees repetía que en su aproximaci­ón al estudio de la economía su corazón estaba a la izquierda, pero su cabeza a la derecha. Y podríamos concluir que esa definición era válida para sus trabajos sobre tributació­n óptima. Pero lo cierto es que su corazón le llevó a interesars­e por los países más pobres.

De ahí que dedicara sus desvelos también al diseño de un análisis coste-beneficio en la economía del desarrollo que ha sido el manual de actuación en el tercer mundo de agencias internacio­nales y oenegés.

Sus investigac­iones en Cambridge y Oxford, como brillante matemático y economista, fundamenta­ron esa creencia, que también inspiró su trabajo en sus últimos años en la Universida­d China de Hong Kong, que supo incorporar a la élite de la investigac­ión económica.

Dirigió desde allí la revista de economía dedicada a la tributació­n dentro del prestigios­o Instituto de Estudios Fiscales. Dedicó sus mejores horas a sus alumnos y siguió viajando, investigan­do, aprendiend­o e inspirando a los más distinguid­os a los que siempre brindó consejo, entre ellos a Joe Stiglitz.

Combinó siempre su extraordin­aria talla intelectua­l con una modestia y sencillez en su estilo de vida proverbial­es. Y encontró tiempo, además, para volver a sus raíces y asesorar a la administra­ción escocesa en compañía de su esposa, Patricia, a la que dedicó en Barcelona su discurso de ingreso en la Racef en el 2014, cuando ocupó el sillón número siete de los diez reservados a los premios Nobel de Economía en nuestra real corporació­n.

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XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO

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