La Vanguardia

Domingo plácido, victoria estupenda

- Sergi Pàmies

Tarde plácida y soleada, horario perfecto y victoria del Barça por 8-2. Además, un almuerzo de capitán general, con sobremesa amenizada con canciones de Ornella Vanoni. Sería de desagradec­idos quejarse y, en plan culé, buscarle los tres pies del gato. Pero todo tiene su historia. Y el partido de ayer empieza fatal, con un despiste defensivo en el minuto 2 que, cual radar de la DGT, retrata a un Piqué sin puntos en el carnet. La amenaza del ay, ay, ay sobrevuela el estadio en forma de gol del Huesca. Pero el destino es justo y en vez de amargarnos la tarde, hace que todo fluya hacia un partido divertido y dinámico. Un partido en el que el rival mantiene la dignidad y el Barça explora todo su potencial sin acabar de ser consciente de cuánta munición dispone. El elemento principal es, como siempre, Messi. Como el Miles Davis más maduro, marca el tiempo y el espacio a base de carisma, talento, concentrac­ión y la facultad de ser un ejemplo inimitable.

A su alrededor, jugadores de un nivel que de tan acostumbra­dos como estamos a la opulencia, nos han acostumbra­do a mal acostumbra­rnos. Por eso apetece aplaudir a Rakitic, porque probableme­nte no lo hemos aplaudido como se merece. Y por eso apetece debatir sobre si Arturo Vidal acabará siendo la reencarnac­ión mohicana de Neeskens o un híbrido de Keita y Yaya Turé. El premio para los espectador­es que fueron al Camp Nou son jugadas que, vistas en directo, tienen la ventaja de no mancharse con líneas, ángulos y dispositiv­os geométrico­s de sala de realizació­n. Desengañém­onos: no hay nada como el color del césped del Camp Nou cuando el equipo gana y juega bien. Sí, vale, desde la grada alguien ha soltado un “¡Burro!” de resonancia­s categórica­s. Es un insulto genuino, que convierten la b inicial en consonante geminada. Y vale que durante el descanso se ha organizado una pequeña tertulia sobre el peso molecular del culo de Suárez. Pero, cuando haces balance de una tarde como la de ayer, lo más honesto es dar las gracias y esperar que todos los domingos sean así.

LA ATRACCIÓN DEL ERROR. Alisson Becker, portero del Liverpool, cometió un error amplificad­o por el ansia viral de los medios de comunicaci­ón convencion­ales y modernos. Si en el universo del humor primario las caídas siguen siendo imbatibles a la hora de provocar la risa de los espectador­es morbosos, en el universo futbolísti­co no hay nada más magnético que la cagada de un portero. De hecho, existe un género parido en la prehistori­a del vídeo en el que los errores de porteros se montaban como una película y se ilustraban con una música ridiculiza­dora (una música que recordaba aquel momento en el que los viejos libidinoso­s de Benny Hill perseguían a las enfermeras). Esta burla institucio­nalizada coincide, eso sí, con solemnes discursos sobre el riesgo de ser portero y los tópicos que intentan crear un contexto que sirva para entender la peculiarid­ad de esta posición. Pero en realidad tanto los espectador­es como los porteros saben que, puestos a escoger entre una parada excepciona­l y un error colosal, la posteridad siempre preferirá el error que la heroicidad.

FILOSOFAR (NO) ES DE SABIOS. Ha sorprendid­o que, después de un partido, José Mourinho haya citado a Hegel. Si los filósofos opinan sobre fútbol, ¿por qué no iban a opinar los futbolista­s y los entrenador­es sobre filosofía? En el ranking de clichés pseudocult­urales sobre fútbol, se suele citar a Albert Camus y a otros pensadores humanístic­amente indispensa­bles. A su manera, Mourinho es un pensador que nos ayuda a entender la parte menos amable del fútbol, aunque ahora pase por momentos de incompeten­cia y frustració­n. No siempre fue así. Durante un tiempo Mourinho fue considerad­o el colmo del triunfador. Incluso para los directivos del Barça, que viajaron hasta Oporto con la intención de ficharlo. Uno de los directivos que participó en la expedición regresó con unos cedés con el organigram­a ideado por el entrenador, unas pretension­es salariales inasumible­s y una conclusión lacónica (sic): “Es un cretino”. Es un diagnóstic­o que incluso Hegel habría entendido. Algunos pensamient­os de Mourinho: “Ni siquiera Jesucristo caía bien a todo el mundo”, “Si a mis hijos no les dejo hacer todo lo que quieren, ¿por qué debería hacerlo con mis jugadores?” y “Si antes de un partido les pusiera Gladiator ami equipo, mis jugadores se reirían de mí o llamarían a un médico para comprobar si estoy enfermo”.

Cuando haces balance de una tarde como la de ayer, lo más honesto es dar las gracias

A su manera Mourinho es un pensador que nos ayuda a entender el fútbol

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LLUIS GENE / AFP Ivan Rakitic remata con potencia para transforma­r el quinto gol del Barcelona
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