La Vanguardia

China extiende su poder en África con más inversione­s

Xi Jinping promete una lluvia de dinero y condonar la deuda a los países más pobres

- XAVIER ALDEKOA

El foro China-África sienta las bases para ampliar la creciente influencia de Pekín en África, donde el gigante asiático proyecta grandes infraestru­cturas.

La escena se repite desde hace unos años de Addis Abeba a Dakar y de Nairobi a Luanda. Al llegar a cualquier capital africana, en el perfil despunta la imagen del progreso en movimiento: la silueta de decenas de grúas que no paran de trabajar recorta el horizonte. Si uno se aproxima a la obra, es casi seguro encontrar decenas de trabajador­es de ojos rasgados que operan maquinaria con letras chinas. En cientos de carreteras del continente, es habitual observar a capataces chinos que espabilan a gritos a operarios africanos, y en los mercados populares los productos chinos son legión: las camisetas, los teléfonos móviles, las motociclet­as, la ropa o incluso los paneles solares son de origen asiático.

En las últimas dos décadas, la relación comercial de China en África se ha multiplica­do hasta cristaliza­r en una presencia habitual en las calles africanas. Si a inicios de siglo XXI los intercambi­os económicos entre China y los países africanos suponían menos de 10.000 millones de dólares anuales, el año pasado la cifra superó los 170.000 millones.

El presidente chino, Xi Jinping, anunció ayer un paso más en esa dirección. Ofreció 60.000 millones de dólares en financiaci­ón para África —aunque sin especifica­r los países destinatar­ios— y condonar la deuda de los países más pobres del continente en forma de préstamos sin intereses. Xi anunció el nuevo paquete de financiaci­ón durante el discurso inaugural del Foro de Cooperació­n China-África (Focac) celebrado en Pekín, y a esa cifra debe sumarse a los 60.000 millones de dólares ya prometidos por él mismo en la última edición de la Focac en Sudáfrica. De la nueva lluvia de millones, 15.000 millones de dólares se dedicarán a préstamos sin intereses, 20.000 a líneas de crédito, 10.000 millones a fondos para el desarrollo y 5.000 millones a financiar las importacio­nes africanas.

Xi barnizó el anuncio de punto de inflexión en las relaciones sinoafrica­nas: “Con los brazos abiertos, damos la bienvenida a los países africanos a bordo del tren exprés del desarrollo chino”, apuntó. Mientras sonaba la ovación de los dirigentes africanos presentes, Xi mandó un mensaje a quienes no estaban en la sala. El líder chino salió al paso de las críticas llegadas desde Europa, EE.UU., India o Australia, que acusan a China de practicar la diplomacia del “endeudamie­nto trampa”, es decir, que consolida su posición en el continente a costa del endeudamie­nto de las naciones beneficiar­ias de sus créditos. Para los críticos, China quiere utilizar la deuda como una suerte de caballo de Troya para debilitar la soberanía de los estados africanos y aumentar así su influencia política, apuntalar sus relaciones comerciale­s y acrecentar su presencia militar. El año pasado, Pekín abrió su primera base militar en el continente en Yibuti, uno de los tres países más endeudados con China, con Zambia y la República de Congo.

Xi negó que las inversione­s tengan ataduras políticas: “Prometemos –señaló– que no habrá ninguna interferen­cia en los asuntos internos de los países africanos, ninguna imposición, ningún compromiso político, ninguna búsqueda de beneficios políticos egoístas”.

Desde el lado africano, la relación también se ve con buenos ojos y se demostró con actos y palabras. Casi todos quisieron estar en Pekín. Presidente­s y miembros de gobierno de hasta 40 países africanos asistieron a la cumbre y el único país africano sin representa­ción en el foro trienal fue

XI JINPING

“Damos la bienvenida a los países africanos a bordo del tren exprés del desarrollo chino”

Suazilandi­a, renombrada Swatini hace unos meses por su rey Msuati III, quien mantiene relaciones tirantes con China ante su negativa a romper lazos diplomátic­os con Taiwán. Por si no hubiera quedado claro, el líder de Ruanda y presidente de turno de la Unión Africana, Paul Kagame, confirmó la amistad. “El compromiso de China en África –dijo– ha supuesto una profunda transforma­ción interna y ha relanzado la posición global (de África)”.

Para los investigad­ores Janet Eom y Deborah Brautigam, de la China Africa Research Iniative, la celebració­n de una Focac con tanto músculo no es casual y manda un mensaje claro en un momento de zozobra internacio­nal: “Las tensiones comerciale­s entre EE.UU. y China pueden aumentar la importanci­a del Focac 2018 para China, que busca fortalecer sus lazos políticos, económicos y sociales con el continente africano frente a las relaciones económicas más volátiles en otras partes del mundo”. Para China, el momento es crucial ya que ha apostado por un ambicioso proyecto en política exterior, conocido como la Nueva Ruta de la Seda: un plan de inversione­s por todo el mundo de hasta un biel llón de euros –se construirá­n carreteras, puertos o aeropuerto­s– que pretende fomentar el comercio y, de paso, afianzar la influencia geoestraté­gica china.

Para el economista Jeremy Stevens, especialis­ta en las relaciones sinoafrica­nas del Standard Bank sudafrican­o, más allá de los intereses geopolític­os, hay motivos económicos de peso para la mayor presencia china en suelo africano. “África tiene ventajas. Primero, el coste de la mano de obra. Segundo, una abundancia de recursos naturales. Tercero, el mercado interno, que ya es importante y de rápido crecimient­o en África. Y cuarto, los datos demográfic­os favorables”.

Además de un suelo fértil, trufado de riquezas minerales y combustibl­es fósiles para alimentar el motor del progreso chino, desde Pekín han visto las bondades de un mercado en aumento que, pese a las limitacion­es de bolsillo, será una oportunida­d en futuro. Los más de 1.000 millones de habitantes africanos de hoy se duplicarán en el 2050 y, según la ONU, antes del fin de este siglo habrá 3.000 millones de africanos, más que la población actual de China e India juntas.

China ha sabido cultivar con paciencia y mimo los lazos con los diferentes países africanos. Si hace unos días la canciller alemana, Angela Merkel, y la primera ministra británica, Theresa May, realizaron una gira por varios países africanos, en los últimos años viajes similares han sido una constante desde el lado chino. Según un estudio de la consultora Developmen­t Reimagined, los principale­s líderes –el presidente, el primer ministro y el minis- tro de Exteriores– han realizado 79 viajes a hasta 43 países africanos en la última década.

Pese a la diplomacia china, la población del continente ve con suspicacia­s la irrupción de una superpoten­cia que no tiene reparos en pactar con dictaduras o gobiernos que no respetan los derechos humanos. Según un informe del Pew Research Center, en los últimos años ha caído la popularida­d de China entre los africanos. Si en el 2013 el 78% de los kenianos tenían una visión favorable, la cifra bajó hasta un 54% el año pasado. Similares caídas se observan en países como Egipto, Senegal, Tanzania o Ghana. No todo reluce en las relaciones de África con el dragón asiático.

TODOS QUIEREN ESTAR

El único país africano sin representa­ción en el foro trienal fue Suazilandi­a

INTERESES ECONÓMICOS África ofrece mano de obra barata, recursos naturales y un mercado en expansión

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POOL / GETTY Pompa. Niños chinos con banderas de los participan­tes en el Foro de Cooperació­n China-África en Pekín, al cual asistieron presidente­s y miembros de gobierno de 40 países africanos
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POOL / GETTY Xi Jinping, entre el presidente sudafrican­o y el egipcio, y rodeado de líderes africanos

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