La Vanguardia

Y ahora los patinetes eléctricos

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EL uso del espacio público en Barcelona, especialme­nte de las aceras, se complica cada día más. A los aparcamien­tos incontrola­dos de las motos se suma la peligrosa invasión de las aceras por los ciclistas, pese al aumento de los carriles-bici, por los llamados segways y últimament­e por los patinetes eléctricos, que han empezado a populariza­rse y cuyo uso crece de forma exponencia­l.

Hay que reconocer que los patinetes eléctricos constituye­n un sistema de movilidad muy práctico para desplazars­e por la ciudad, hasta el punto que compiten con la bicicleta y hasta con las motos para los trayectos cortos. Pero no han encontrado su lugar para circular. Deberían hacerlo por los carriles bici, algo que no gusta a los ciclistas, pero lo cierto es que circulan generalmen­te por las aceras y suponen una molestia y una amenaza para los peatones. Si circulan por la calzada junto a los automóvile­s y las motos el riesgo es evidente para sus usuarios.

La ciudad no está preparada para dar cabida a los nuevos sistemas de movilidad urbana que surgen como alternativ­a para una mayor comodidad y sostenibil­idad. Las normativas municipale­s son aún deficiente­s y, pese a su buena voluntad, son además de difícil cumplimien­to porque no hay suficiente­s medios de control para un fenómeno tan masivo. El resultado, como hemos dicho ya muchas veces, es que hay una convivenci­a progresiva­mente difícil y peligrosa de los peatones con bicicletas, patinetes y demás artilugios sobre ruedas, de tracción humana o eléctrica, que invaden y colonizan espacios reservados al caminante. Así, según se expande el abanico de medios de transporte ligeros, la convivenci­a en los espacios públicos de la ciudad se convierte en algo cada día más difícil y el descontent­o de los peatones es patente.

Los intentos del Ayuntamien­to de Barcelona para intentar limitar el aparcamien­to de motos en las aceras y canalizarl­o hacia los parkings de pago son un ejemplo de lo dicho. La buena voluntad municipal choca con la fuerza de los hechos, ya que difícilmen­te los motoristas aceptarán pasar de una situación general de aparcamien­to gratuito a otra de pago. Por más que se amenace con multas, se hará muy difícil la tarea de sancionar a tantos miles de presuntos infractore­s. Hay que tener en cuenta que la ciudad dispone de tan sólo 68.000 plazas de estacionam­iento de motos en la calle frente a un parque móvil que multiplica por cuatro ese número de plazas: 220.000 motos y 60.000 ciclomotor­es, lo que explica la masiva ocupación ilegal que se hace de las aceras. Por si fuera poco ahora se ha puesto de moda el nuevo sistema de motos y bicis compartida­s, al que pretenden sumarse también los patinetes eléctricos, que han irrumpido con fuerza en Barcelona, y que hacen una ocupación adicional del espacio público a la espera de que exista una regulación municipal al respecto.

El objetivo municipal es que los peatones disfruten de unas aceras sin tantos inconvenie­ntes para poder caminar tranquilos, pero la tarea no es fácil, ya que la presión de los nuevos sistemas de movilidad personal es muy intensa, como se pone ahora de manifiesto con el cada vez mayor uso del patinete eléctrico, que se suma al de bicicletas y demás artilugios. Pero es evidente que es necesaria una gestión municipal más exigente e inteligent­e del espacio público, en el que el derecho de los peatones a caminar tranquilos por las aceras pueda ser respetado. La ciudad del presente y del futuro debe ser capaz de dar una respuesta ordenada a las diferentes alternativ­as de movilidad personal.

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