Las horas graves
Apocas horas de escuchar el discurso del presidente de la Generalitat, Quim Torra, que anunciará el estado de ánimo en el que quiere afrontar las reivindicaciones independentistas, se hace necesario reflexionar cómo hemos podido quedar atrapados en tantas jornadas de hora greu y momentos históricos. Las fechas del año pasado serán recordadas e impulsarán a rememorar la euforia independentista ante los acontecimientos en el Parlamento de los días 6 y 7 de septiembre que abrieron la puerta a declarar unilateralmente la república, la celebración el 11 de septiembre del independentismo para llegar “directes al cim” y el 1 de octubre como fecha instaurada como el inicio de la república tras los exitosos resultados del referéndum ilegal. Serán días de reivindicaciones en favor de los presos y aquellos que escaparon del peso de la justicia española. Serán días de acusaciones, de denuncia por las imágenes de violencia del pasado 1 de octubre, con objeto de fijar una idea clara ante los ojos de la opinión pública: existen unas víctimas, el poble català, y unos verdugos, el Gobierno español. Todo acontecerá tal como marca el guión independentista, con el fin de ganar legitimidad y volver a poner el acento en que el poble és un sol poble que exige ganar su libertad. El recordatorio de las hores greus se encadenarán unas con otras para potenciar la idea de que vivimos en una época marcada por las injusticias del Estado español.
Las horas graves mostrarán un paisaje desolador y reivindicativo basado en la premisa de que los catalanes están a un paso de conseguir sus objetivos de liberación nacional. En el año 1688, el moralista francés Jean de La Bruyère escribía en su obra Los caracteres: “Cuando un pueblo se pone en movimiento, no se comprende por dónde podría volver la calma; y cuando está tranquilo, no se ve cómo sería posible hacerle salir de su tranquilidad”. En esta observación de La Bruyère, tal vez podemos encontrar el motivo por el que el independentismo político quiere instaurar fechas históricas de movilización que impidan la vuelta a la tranquilidad del pueblo catalán. Las horas graves reclaman siempre hacer historia, aflorar las emociones, llenar de retórica patriótica el espacio público; pero lo que no pueden hacer es detener el reloj de los acuerdos y el avance de resultados sociales y políticos que propicia el diálogo. Un diálogo que permita que Catalunya viva por fin horas amables.