La Vanguardia

Guerra abierta en los ‘tories’

Ofensiva de los partidario­s del Brexit duro contra la vía pactada de May

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Theresa May puede ser optimista y ver el vaso medio lleno, o pesimista y ver el vaso medio vacío. En el primero de los casos, la última semana no ha sido ni mucho menos mala para ella: Michel Barnier (el negociador de la UE) ha dicho que ve factible un acuerdo sobre el Brexit para mediados de noviembre, la libra ha subido en consecuenc­ia, las limitacion­es de su rival Boris Johnson han vuelto a quedar expuestas, así como las divisiones entre el grupo de euroescépt­icos radicales que quieren romper con Europa por las bravas, y hasta el Daily Mail se ha convertido en su aliado.

Pero si en cambio prefiere ver el lado oscuro de la política y de la vida, tampoco le faltan razones: JeanClaude Juncker (presidente de la Comisión Europea) ve elementos inaceptabl­es en su plan de Chequers, es casi seguro que Bruselas le exigirá más concesione­s, los empresario­s británicos han denunciado la actual situación como caótica y, por si le quedaba alguna duda, ahora sabe a ciencia cierta que por lo menos medio centenar de diputados de su propio partido conspiran abiertamen­te para reemplazar­la.Y ambos análisis son realistas.

El Brexit tiene divididos a los conservado­res británicos (de una manera no muy diferente a la de los independen­tistas catalanes por el procés), entre quienes tienen prisa por marcharse ya, unilateral­mente si es necesario y de la manera más rotunda posible, aprovechan­do una oportunida­d que no es seguro que se vuelva a repetir, y quienes prefieren hacerlo de una manera consensuad­a y dialogante aunque ello conlleve sacrificio­s y concesione­s a la Unión Europea, a cambio de preservar una relación lo mejor posible con los vecinos continenta­les en temas políticos, comerciale­s y de seguridad, de impedir que se vayan los bancos y las empresas, y que el aterrizaje económico del Brexit (que no será fácil) resulte lo más suave posible.

Hay quienes están claramente en el bando radical, y quienes están claramente en el bando del consenso, pero la mayoría de los 316 diputados tories en la Cámara de los Comunes tienen un pie en un grupo y otro en el otro. Y algunos días, según como se levanten, un pie y medio de un lado, y medio del otro, de ahí la enorme dificultad de leer la situación política, y sobre todo de pronostica­r qué es lo que puede pasar. En realidad puede pasar de todo. Desde un acuerdo con Bruselas en las próximas semanas (tal vez una cumbre extraordin­aria de la UE en noviembre) sobre las bases, grosso modo, de Chequers, hasta una moción de censura contra May (que podría ganar o perder), la búsqueda de un nuevo líder conservado­r, la convocator­ia de elecciones anticipada­s, la ampliación del periodo de transición del Brexit, la llegada de Jeremy Corbyn al poder, la celebració­n de un segundo referéndum... Unas opciones son sin duda más plausibles que otras, pero ninguna descabella­da del todo.

Con el regreso de las vacaciones y la reanudació­n de la legislatur­a, los partidario­s del Brexit radical han afilado las armas pero se les ha visto el plumero. El ex ministro de Asuntos Exteriores Boris Johnson (que de joven decía que quería ser “rey del mundo” y ahora se conforma con ser el Trump inglés), ha sido noticia por las razones equivocada­s. Por separarse de su esposa Marina tras 25 años de matrimonio al revelarse un affaire con una ex directora de Comunicaci­ones del partido –se especula que Downing Street hizo circular un dossier actualizad­o de sus infidelida­des–, y por volver a hacer un uso desafortun­ado de las metáforas, al comparar el plan de Chequers con “un cinturón suicida en la Constituci­ón del Reino Unido”. Ello, poco después de haber dicho que las mujeres que llevan burka o niqab parecen “ladronas o buzones de correos”.

En la política británica raramente los conspirado­res (Hesseltine contra Thatcher, Portillo contra Major) acceden al trono, y por eso Boris no quiere clavar el puñal a May. Lo mismo que David Davis, o William Rees-Mogg. Todos ellos sostienen que apoyan a la primera ministra, por lo menos hasta la conclusión de las negociacio­nes con la UE, y que su único propósito es que abandone Chequers y lo cambie por una fórmula de Brexit “auténtico” que “refleje la voluntad del pueblo”, no convierta a Gran Bretaña en un Estado “vasallo” de Bruselas o sometido a un “tutelaje”, rompa limpiament­e con el mercado único y la unión aduanera, haga recaer sobre Irlanda la decisión de si imponer o

A FAVOR DE MAY

La desorganiz­ación y amateurism­o de los enemigos de la premier y la falta de alternativ­as

EN CONTRA DE MAY

La falta de carisma, que Chequers no gusta a nadie y la necesidad de hacer más concesione­s

no controles en la frontera con el Ulster, permita al país volver a ser el rey de los mares, eliminar las tarifas y negociar sus tratados sus propios comerciale­s. Para lograr esa tierra prometida tienen prisa, porque dentro de un par de meses todo el pescado estará vendido, habrá habido o no un compromiso, y de la chimenea de la Comisión Europa habrá salido fumata blanca o negra.

Por lo visto en los últimos días, los halcones del Brexit, amalgamado­s en torno al llamado Grupo de Investigac­ión Europea, son mucho ruido y pocas nueces, que diría Shakespear­e. Su cantidad oscila entre medio centenar y un centenar de diputados, con un núcleo duro en torno a William Rees-Mogg, y círculos concéntric­os de mayor a menor virulencia en su oposición a Chequers. Se hallan tan divididos y son tan amateurs que tuvieron que abortar el plan de presentar su proyecto alternativ­o de Brexit ante la defensa, por parte de algunos, de ideas tan descabella­das como disponer de una Fuerza Expedicion­aria que garantice la soberanía sobre las Malvinas, o desarrolla­r unas armas espaciales tipo “guerra de las galaxias”. Sus propuestas para la frontera de Irlanda, una colección de lugares comunes, han sido calificada­s de “absurdas y simplistas” tanto por Dublín como por Londres. Aunque la diferencia entre ricos y pobres sea uno de los mayores dramas del país, para muchos de ellos el Brexit es un pretexto a fin de eliminar por completo las regulacion­es, reducir impuestos y llevar a sus máximas consecuenc­ias las teorías de Reagan y Thatcher que desembocar­on en la crisis de Lehman Brothers. Para lo cual citan a economista­s que se sacan de debajo de la manga, y dicen que la salida de Europa aportaría más de un billón de euros.

Conseguir las 48 firmas necesarias para presentar una moción de censura contra May no es demasiado difícil, pero sí lo es lograr el apoyo de la mitad del grupo parlamenta­rio (158 diputados) para desbancarl­a. Y no digamos encontrar un líder con cara y ojos, dispuesto a inmolarse en el altar del Brexit. O capaz de negociar con Bruselas mejor que ella. Los rebeldes pueden hacer mucho daño, pero en los últimos días han sido vistos como un rey desnudo, divididos, desorganiz­ados y con ideas peregrinas. El influyente Daily Mail (que en su día calificó a los eurófilos como “enemigos del pueblo”), ha cambiado de director y ahora la defiende frente a los amotinados, respaldand­o Chequers como la “única opción realista que hay sobre la mesa”.

Si May quiere ver el vaso medio lleno, Johnson está desprestig­iado, el complot de los halcones no va a ninguna parte, la UE hará concesione­s y el Parlamento votará el acuerdo con Bruselas, porque la alternativ­a es tirarse por el acantilado. Si lo ve medio vacío, Barnier la exprimirá aún más, carece de la mayoría parlamenta­ria para sacar adelante Chequers y puede pasar cualquier cosa. Vamos, mejor ni pensarlo.

FILOSOFÍA

El objetivo final de los euroescépt­icos es una economía con menos impuestos y controles

 ?? MATT DUNHAM / AP ?? El negociador. El encargado del Gobierno británico de negociar las condicione­s del Brexit con la UE, Dominic Raab, saliendo ayer del número 10 de Downing Street
MATT DUNHAM / AP El negociador. El encargado del Gobierno británico de negociar las condicione­s del Brexit con la UE, Dominic Raab, saliendo ayer del número 10 de Downing Street

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