Guerra abierta en los ‘tories’
Ofensiva de los partidarios del Brexit duro contra la vía pactada de May
Theresa May puede ser optimista y ver el vaso medio lleno, o pesimista y ver el vaso medio vacío. En el primero de los casos, la última semana no ha sido ni mucho menos mala para ella: Michel Barnier (el negociador de la UE) ha dicho que ve factible un acuerdo sobre el Brexit para mediados de noviembre, la libra ha subido en consecuencia, las limitaciones de su rival Boris Johnson han vuelto a quedar expuestas, así como las divisiones entre el grupo de euroescépticos radicales que quieren romper con Europa por las bravas, y hasta el Daily Mail se ha convertido en su aliado.
Pero si en cambio prefiere ver el lado oscuro de la política y de la vida, tampoco le faltan razones: JeanClaude Juncker (presidente de la Comisión Europea) ve elementos inaceptables en su plan de Chequers, es casi seguro que Bruselas le exigirá más concesiones, los empresarios británicos han denunciado la actual situación como caótica y, por si le quedaba alguna duda, ahora sabe a ciencia cierta que por lo menos medio centenar de diputados de su propio partido conspiran abiertamente para reemplazarla.Y ambos análisis son realistas.
El Brexit tiene divididos a los conservadores británicos (de una manera no muy diferente a la de los independentistas catalanes por el procés), entre quienes tienen prisa por marcharse ya, unilateralmente si es necesario y de la manera más rotunda posible, aprovechando una oportunidad que no es seguro que se vuelva a repetir, y quienes prefieren hacerlo de una manera consensuada y dialogante aunque ello conlleve sacrificios y concesiones a la Unión Europea, a cambio de preservar una relación lo mejor posible con los vecinos continentales en temas políticos, comerciales y de seguridad, de impedir que se vayan los bancos y las empresas, y que el aterrizaje económico del Brexit (que no será fácil) resulte lo más suave posible.
Hay quienes están claramente en el bando radical, y quienes están claramente en el bando del consenso, pero la mayoría de los 316 diputados tories en la Cámara de los Comunes tienen un pie en un grupo y otro en el otro. Y algunos días, según como se levanten, un pie y medio de un lado, y medio del otro, de ahí la enorme dificultad de leer la situación política, y sobre todo de pronosticar qué es lo que puede pasar. En realidad puede pasar de todo. Desde un acuerdo con Bruselas en las próximas semanas (tal vez una cumbre extraordinaria de la UE en noviembre) sobre las bases, grosso modo, de Chequers, hasta una moción de censura contra May (que podría ganar o perder), la búsqueda de un nuevo líder conservador, la convocatoria de elecciones anticipadas, la ampliación del periodo de transición del Brexit, la llegada de Jeremy Corbyn al poder, la celebración de un segundo referéndum... Unas opciones son sin duda más plausibles que otras, pero ninguna descabellada del todo.
Con el regreso de las vacaciones y la reanudación de la legislatura, los partidarios del Brexit radical han afilado las armas pero se les ha visto el plumero. El ex ministro de Asuntos Exteriores Boris Johnson (que de joven decía que quería ser “rey del mundo” y ahora se conforma con ser el Trump inglés), ha sido noticia por las razones equivocadas. Por separarse de su esposa Marina tras 25 años de matrimonio al revelarse un affaire con una ex directora de Comunicaciones del partido –se especula que Downing Street hizo circular un dossier actualizado de sus infidelidades–, y por volver a hacer un uso desafortunado de las metáforas, al comparar el plan de Chequers con “un cinturón suicida en la Constitución del Reino Unido”. Ello, poco después de haber dicho que las mujeres que llevan burka o niqab parecen “ladronas o buzones de correos”.
En la política británica raramente los conspiradores (Hesseltine contra Thatcher, Portillo contra Major) acceden al trono, y por eso Boris no quiere clavar el puñal a May. Lo mismo que David Davis, o William Rees-Mogg. Todos ellos sostienen que apoyan a la primera ministra, por lo menos hasta la conclusión de las negociaciones con la UE, y que su único propósito es que abandone Chequers y lo cambie por una fórmula de Brexit “auténtico” que “refleje la voluntad del pueblo”, no convierta a Gran Bretaña en un Estado “vasallo” de Bruselas o sometido a un “tutelaje”, rompa limpiamente con el mercado único y la unión aduanera, haga recaer sobre Irlanda la decisión de si imponer o
A FAVOR DE MAY
La desorganización y amateurismo de los enemigos de la premier y la falta de alternativas
EN CONTRA DE MAY
La falta de carisma, que Chequers no gusta a nadie y la necesidad de hacer más concesiones
no controles en la frontera con el Ulster, permita al país volver a ser el rey de los mares, eliminar las tarifas y negociar sus tratados sus propios comerciales. Para lograr esa tierra prometida tienen prisa, porque dentro de un par de meses todo el pescado estará vendido, habrá habido o no un compromiso, y de la chimenea de la Comisión Europa habrá salido fumata blanca o negra.
Por lo visto en los últimos días, los halcones del Brexit, amalgamados en torno al llamado Grupo de Investigación Europea, son mucho ruido y pocas nueces, que diría Shakespeare. Su cantidad oscila entre medio centenar y un centenar de diputados, con un núcleo duro en torno a William Rees-Mogg, y círculos concéntricos de mayor a menor virulencia en su oposición a Chequers. Se hallan tan divididos y son tan amateurs que tuvieron que abortar el plan de presentar su proyecto alternativo de Brexit ante la defensa, por parte de algunos, de ideas tan descabelladas como disponer de una Fuerza Expedicionaria que garantice la soberanía sobre las Malvinas, o desarrollar unas armas espaciales tipo “guerra de las galaxias”. Sus propuestas para la frontera de Irlanda, una colección de lugares comunes, han sido calificadas de “absurdas y simplistas” tanto por Dublín como por Londres. Aunque la diferencia entre ricos y pobres sea uno de los mayores dramas del país, para muchos de ellos el Brexit es un pretexto a fin de eliminar por completo las regulaciones, reducir impuestos y llevar a sus máximas consecuencias las teorías de Reagan y Thatcher que desembocaron en la crisis de Lehman Brothers. Para lo cual citan a economistas que se sacan de debajo de la manga, y dicen que la salida de Europa aportaría más de un billón de euros.
Conseguir las 48 firmas necesarias para presentar una moción de censura contra May no es demasiado difícil, pero sí lo es lograr el apoyo de la mitad del grupo parlamentario (158 diputados) para desbancarla. Y no digamos encontrar un líder con cara y ojos, dispuesto a inmolarse en el altar del Brexit. O capaz de negociar con Bruselas mejor que ella. Los rebeldes pueden hacer mucho daño, pero en los últimos días han sido vistos como un rey desnudo, divididos, desorganizados y con ideas peregrinas. El influyente Daily Mail (que en su día calificó a los eurófilos como “enemigos del pueblo”), ha cambiado de director y ahora la defiende frente a los amotinados, respaldando Chequers como la “única opción realista que hay sobre la mesa”.
Si May quiere ver el vaso medio lleno, Johnson está desprestigiado, el complot de los halcones no va a ninguna parte, la UE hará concesiones y el Parlamento votará el acuerdo con Bruselas, porque la alternativa es tirarse por el acantilado. Si lo ve medio vacío, Barnier la exprimirá aún más, carece de la mayoría parlamentaria para sacar adelante Chequers y puede pasar cualquier cosa. Vamos, mejor ni pensarlo.
FILOSOFÍA
El objetivo final de los euroescépticos es una economía con menos impuestos y controles