Suecia, el síntoma (2)
Amon Tzobra vivía en Malmö, ciudad sede de una comunidad judía que se instaló en 1700 y, durante más de tres siglos, ha vivido en harmonía. Pero desde hace unos años Suecia se ha convertido en un infierno para los judíos, hasta el punto de que muchos se van del país, como el mismo Tzobra, que ahora vive en Israel. Tenía un restaurante pero, a partir de las inmigraciones masivas de musulmanes, lo cerró, harto de los insultos y la violencia física que sufrió por ser judío. Su testimonio es uno de los centenares de acoso contra la población judía de Malmö, que ha pasado, en pocos años, de los 2.000 miembros a tener 600. Por ejemplo, el caso del rabino Shneur Kesselman, que lleva un centenar de denuncias por violencia antisemita. O el del actor Kim Bodnia, que dejó la serie The bridge por “el antisemitismo enfurecido en Malmö”, donde se grababa. La situación está provocando que las comunidades vendan sus propiedades, ante la convicción de que se marcharán, y la letanía que se repite entre los judíos suecos es clara: “No llevéis la kipá”. Es decir, retorno al gueto.
El crecimiento del antisemitismo es tan alarmante que en el 2012 el presidente
Según las autoridades suecas, el radicalismo islámico ha crecido un 900% entre los jóvenes
Obama envió observadores, y los informes de la Liga Antidifamación Norteamericana y la Agencia de Derechos Humanos de la UE (FRA) hablan de un aumento muy peligroso. ¿Por qué? ¿Por qué los suecos se han vuelto antisemitas? Al contrario, sólo un 4% de los suecos de origen se consideran antisemitas, frente a países como Hungría, en que llegan al 41%. Pero esta cifra se dispara al infinito cuando se monitoriza el 10% de población sueca que es musulmana, la mayoría llegada en los últimos años como refugiados. El FRA lo deja claro: de los ataques contra judíos en Suecia, el 65% son provocados por musulmanes, un 30% por la extrema izquierda (¡ay!), y, ¡oh sorpresa!, sólo un 5% respondería a la extrema derecha. Si añadimos que, según las autoridades, el radicalismo islámico ha crecido un 900% entre los jóvenes, la mayoría influidos por los imanes saudíes, o por los líderes salafistas que inundan las redes sociales (Mohamed al Arefi, por ejemplo, cuenta con más de 20 millones de seguidores en Twitter, desde donde defiende el castigo a las mujeres, la destrucción de la democracia o la perversión de Occidente), el diagnóstico es terrorífico. Suecia se está islamizando, y lo hace por su parte más radical. Y este fenómeno preocupante (e inesperado en el paraíso nórdico) ha intervenido de manera severa en los resultados electorales, donde aquellos que hablan contra la inmigración han subido muchos escaños.
Si eso pasa en Suecia, preparémonos en el resto de Europa. Nuevamente, como siempre a lo largo de la historia, cuando los judíos empiezan a sufrir las garras de la intolerancia significa que la sociedad está muy enferma. Son la fiebre que anuncia la infección, y el síntoma de que las libertades están en riesgo. Preocupémonos.