Celebrar una derrota
Coincido plenamente con Antoni Peiró (“La Diada no es mi fiesta”, 12/IX/2018). Nunca he llegado a comprender por qué se celebra una derrota, así como tampoco la deriva cada vez más excluyente que esta “celebración” ha venido experimentando en estos últimos años.
Sigo perplejo con el motivo. El 11 de septiembre de 1714 fue casi la culminación de la guerra de Sucesión española (el último acto fue la rendición de Mallorca), cayó Barcelona y definitivamente perdió sus fueros (los de la Corona de Aragón) aunque antes (en 1707) ya se había dictado el decreto de Nueva Planta. Pero quedo aún más perplejo cuando leo y releo por enésima vez el bando de los “Comuns de Catalunya” llamando a la población de la sitiada Barcelona a “derramar gloriosamente su sangre y vida, por su rey (Carlos II), por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”.
La Corona española (con los Austrias) se podía considerar una monarquía con un carácter marcadamente federal, donde los antiguos reinos mantenían sus fueros y prebendas, entre ellos el Reino de Aragón con su Condado de Barcelona.
Esto que estamos viviendo ¿no se corresponde con una manipulación histórica?
T. MAYRAL HERNÁNDEZ Suscriptor
Barcelona