Intercambio de golpes

NO fue como en el combate entre Muhammad Ali y Jose Frazier III en Manila, que según la revista Time es la mejor pelea de la historia. Entonces ganó Ali en el asalto 14, pero Frazier quería seguir en el cuadrilátero, pese a que su entrenador tiró la toalla. La pelea dialéctica entre José María Aznar y Gabriel Rufián en la comisión que investiga la financiación irregular del PP en el Congreso fue casi igual de dura, aunque ninguno salió KO del cuadrilátero, si bien los reproches impactaron claramente en las mandíbulas de ambos contendientes. No es una buena noticia que la política se convierta en un espectáculo –ni mucho menos en un ring– como sucedió en la mañana de ayer. El canario Pedro Quevedo, que presidía la comisión, no lo pasó bien, pues era imposible sancionar tantos golpes bajos: “No saben la alegría que me llevaría si esta comisión cambiara de presidente”, manifestó bien alto. Rufián llegó a comparar a Aznar con don Vito en El Padrino –“sólo le falta el gato de la primera escena”–, al tiempo que le acusaba de dejar que la trama de Gürtel pagara la boda de su hija Ana. El exlíder del PP le respondió que ninguna sentencia había concluido que le abonaran nada y que no tenía gato, pero tuvo dos: “Me queda un perro y, si quiere, puede acompañarme a pasearlo”.

El cruce de acusaciones fue intenso, desde que Rufián le preguntó si tenía vergüenza y Aznar le contestó que su histrionismo no pasará a la historia. El expresidente le acusó de representar a un partido golpista y Rufián le replicó que su grupo había sido fundado por golpistas del año 36. De “Steve Jobs de la Gürtel” le calificó, viniéndose arriba. El parlamentario atacó a cuenta de la corrupción y Aznar se defendió diciendo que sus ministros no fueron condenados por hechos relativos a su gobierno. El único momento de distensión fue cuando, tras leer la lista de políticos bajo sospecha el día del enlace de su hija, citó a Alejandro

Agag: “Parece bastante lógico que mi yerno fuera a la boda”.