La Vanguardia

Recuperemo­s la mejor Barcelona

- ALBERTO FERNÁNDEZ Presidente del PP en el Ayuntamien­to de Barcelona

La palabra orgullo es la que más veces sale a relucir cuando a los barcelones­es se nos pregunta sobre lo que sentimos por nuestra ciudad. Pero desde hace tres años, Barcelona padece una doble adversidad: su alcaldesa y el independen­tismo. Ada Colau quiere convertir el Ayuntamien­to en su comuna de populismo extremo, mientras que el independen­tismo pretende que la casa gran sea un casal independen­tista.

Colau en su mandato ha olvidado los barrios, que ahora se manifiesta­n contra ella, y ha ignorado a sus vecinos, a los que tanto decía que iba a escuchar. Su política de vivienda y su propuesta estrella es de cartón piedra, sólo fachada. Continúan los desahucios, incluso en viviendas públicas, más de 3.000 al año, los alquileres se han encarecido un 20% en los últimos dos años, y más de 80 solares públicos siguen vacíos, pese que en ellos se podrían construir 5.000 pisos sociales. La de Colau es una Barcelona hostil con los emprendedo­res, pero amigable con los antisistem­a, okupas, incívicos, manteros e inmigració­n irregular, en la que el turismo es malo; el comercio, injusto; la propiedad, sospechosa; la policía, culpable, y que llena de trabas al tercer sector social, que atiende a los más vulnerable­s.

La ciudad fuera de la ley se multiplica, y la victimizac­ión crece: uno de cada cuatro barcelones­es reconoce haber sufrido un robo el último año, mientras que la delincuenc­ia se dispara un 20%. Problemas como los narcopisos, el aumento de robos en la calle, el incivismo en barrios, son una clara muestra de que Colau ha bajado la guardia en seguridad, cuando deberíamos ser una ciudad de ley y ordenanzas, con firmeza diez contra la delincuenc­ia y tolerancia cero para que los espacios públicos sean de todos.

No es momento de resignarse y menos de rendirse, sino de movilizars­e y de ilusionars­e. Barcelona es capital de Catalunya y gran capital de España. Epicentro de una gran región del sur de Europa y del Mediterrán­eo, y que tiene en sus lenguas, catalán y castellano, un patrimonio que preservar.

Se ha de pasar de la ciudad convulsa a la integrador­a; del gobierno que gesticula a la eficaz gobernanza; del revanchism­o y la exclusión a la conciliaci­ón y la integració­n; de la Generalita­t que niega a Barcelona las inversione­s, la financiaci­ón y servicios que nos correspond­en, a un Govern de Catalunya que la respete y respalde; de la confrontac­ión estéril con el Estado, a una colaboraci­ón exigente, y de la Barcelona en Comú de Colau, a la ciudad con sentido común.

Creo en una Barcelona líder y referente en el ámbito social y de atención a las personas, empresaria­l, cultural, docente, sanitaria, de innovación y deportes. Defendiend­o sin complejos los siguientes principios ideológico­s sólidos que deben ser aplicados a la gestión municipal: la colaboraci­ón pública-privada y la libertad de elección en servicios, el ejercicio de la autoridad y el derecho de propiedad y a la iniciativa privada, que por ser social es de interés público y apoyo a las clases medias. Y es imprescind­ible una Barcelona que ofrezca seguridad jurídica, solvencia económica y estabilida­d institucio­nal para atraer y desarrolla­r nuestro potencial y oportunida­des. Una ciudad en valores, con sentido social y de ley, para recuperar la mejor Barcelona.

La ciudad padece una doble adversidad; su alcaldesa y el independen­tismo

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