Volart despliega el gabinete de dibujos de Julio González
El excepcional conjunto de obras procede del IVAM
Julio González (Barcelona, 1876Arcueil, Francia, 1942), el creador de la escultura moderna y para muchos el mayor y más original escultor del siglo XX, nació y prácticamente murió en la miseria, pero su legado es enorme y su huella profunda y revolucionaria. Amigo de Picasso y Brancusi e inspirador de David Smith o Chillida, su obra forma parte de los fondos del Centre Pompidou, el Reina Sofía o el MNAC... Aunque la colección más importante la atesora el IVAM, centro de referencia para admiradores y estudiosos desde que a mediados de los ochenta adquiriera en Francia un excepcional conjunto de piezas –la mayor compra realizada en nuestro país de obras de un artista español en el extranjero– gracias a una visionaria operación de rescate.
Artista de escasa presencia en Barcelona, hace diez años el MNAC le dedicó la primera gran retrospectiva y ahora son los Espais Volart de la Fundació Vila Casas los que en un intento por ofrecer otra mirada, acaso más cercana, ha reunido una setentena de dibujos, documentos y testimonios en una muestra que, en palabras de su comisario, el profesor J.F. Yvars, es como “una puerta abierta al gabinete, al taller del artista, una inmersión en su laboratorio creativo”. Este conjunto de obra sobre papel, que se complementa con cuatro esculturas (entre ellas El encapuchado y Mujer cactus), procede en su totalidad de las colecciones del IVAM, el centro valenciano del que el propio Yvars fue director (entre 1993 y 1995) y al que de alguna manera también se rinde homenaje en vísperas de la celebración de su 30.º aniversario.
Los dibujos, “levemente inéditos” (la obra sobre papel, por su extrema fragilidad, viaja sólo muy de tanto en tanto y no soporta largos periodos de exposición), recorren la trayectoria creativa de Julio González, subrayando desde la distancia corta, como si fuera un diario de artista, sus temas, su iconografía, figuras femeninas desnudas, maternidades, vírgenes, máscaras y retratos; sus inquietudes artísticas, desde el modernismo hasta el estudio de las formas en el espacio. “De no haber dado el paso hacia la abstracción, si hubiera seguido en la figuración, no habría llegado nunca a ser Julio González”, apunta Yvars.
El historiador y crítico de arte explica que fue Picasso quien le dio el impulso y la seguridad para poder emanciparse de las formas. Fue en 1928, cuando el malagueño, que desconoce la técnica del hierro, recurre al consejo de González para realizar una escultura como homenaje a Apollinaire. De ahí nacerá un intercambio sensible que durará hasta 1931. Picasso aprenderá a dibujar en el aire y la obra de González se va haciendo más abstracta convirtiéndose en “el gran escultor del siglo XX un pionero del siglo XXI”, en opinión de Yvars.
Julio González murió repentinamente en 1942, cuando apenas había tenido tiempo para verse reconocido tras una vida triste y desgraciada. Pero, acaso como escribe el comisario en el catálogo de la exposición, su fortuna crítica “ha sido no tenerla o alcanzarla póstumamente, cumpliendo en alguna medida el designio que hace del artista un individualista genial”.
Como si fuera un diario de artista, la obra sobre papel permite mirar de cerca su evolución e inquietudes artísticas