La Vanguardia

Más goles, menos tradición

- Joan Josep Pallàs

A falta de engrasar conceptos colectivos, todavía deficitari­os por la irrupción de Coutinho y Dembélé como titulares por aclamación popular, el Barça saca adelante los partidos a base de talento individual. Eso no es malo sino macanudo: permite fabricarse un colchón de puntos y liderazgos (en la Liga y en la Champions) y admite la generosa promesa de un fútbol mejor, entiéndase por mejor más conjuntado y menos proclive al descontrol. Messi, insondable, marcó tres golazos sin hacer uno de sus mejores 100 partidos, descripció­n sólo posible cuando hablamos del argentino, y el PSV se fue a Eindhoven con un carro sin saber todavía por qué. Hicieron un partido correcto los holandeses, capaces incluso de arrancar de la grada del Camp Nou ese susurro masivo tan de toda la vida en el minuto 75 (“com no fotem el segon…”), pero logrado ese mérito honorífico sin incidencia en su palmarés, les sucedió lo que a muchos equipos que se enfrentan a los de Valverde. Ganan los blaugrana por desgaste, cuando los rivales se cansan de correr y de que la suerte les sea esquiva en sus llegadas a la meta de Ter Stegen, últimament­e demasiadas aunque quede pedante recordarlo cuando el resultado ha sido un 4-0 contundent­e.

Con el crecimient­o ofensivo de Coutinho y Dembélé, empeñado en negar su teórico peor defecto, el de no saber acabar las jugadas (otro golazo ayer), Valverde ha complacido a quienes le pedían un equipo más afilado respecto al del pasado. Sucede que en el proceso de adaptación para compactar al grupo se pierden elementos como el del repliegue defensivo (ni el francés ni el brasileño son Suárez sin el balón) o el de la conservaci­ón de la pelota (a los dos les va la marcha), es por eso que el equipo se parte más de la cuenta y obliga a Busquets, bisagra con los tornillos a punto de saltar, a demasiado kilometraj­e. El paso dado por el técnico es atrevido y necesario (hay más espectácul­o, aunque todavía demasiado discontinu­o), pero necesita un poco más de pegamento.

El experiment­o de las siete de la tarde funcionó más de lo esperado si nos creemos la cifra de asistencia facilitada por el club (73.462 espectador­es parecieron muchos para los que estuvimos en el Camp Nou, pero aquí no está la Guardia Urbana para rebajar cifras de mogollones organizado­s), así que los que odiamos tanto cambio y ajetreo en el fútbol deberemos resignarno­s a la Champions a la luz del día en futuras ocasiones.

Apunte final (para tortura de nosotros, bichos raros que amamos las tradicione­s): ha sido desvelado el estampado ajedrezado de la camiseta azulgrana para la próxima temporada. Fue verla por la pantalla del ordenador, cerrar los ojos, e imaginarse a un diseñador psicópata dibujando triángulos isósceles mezclados con figuras caleidoscó­picas bajo un pequeño foco de luz a altas horas de la madrugada. En la parte superior del proyecto se podía leer: camiseta del FC Barcelona 2029-30.. ¿O será antes?

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