Robots y empleo
La economía nació porque el comercio internacional y la industrialización estaban haciendo el mundo demasiado complicado, y era necesario que alguien se esforzara en entenderlo y hacerlo entender. Desgraciadamente, muchas veces los economistas confunden más que clarifican, y me temo que eso es lo que hace el informe del Foro Económico Mundial (WEF) sobre el futuro del trabajo en el mundo digital (The future of obs Report, 2018), del que el lunes se hacía eco La Vanguardia en estas páginas.
Lo que ha hecho el WEF ha sido pedir la opinión a directivos de grandes empresas sobre cómo ven que les afectará la robotización. El resumen de las respuestas es que, en un horizonte de sólo cinco años, ocupaciones que actualmente representan más del 50% de las horas trabajadas por humanos en las empresas encuestadas serán realizadas por máquinas, lo que implicará la destrucción de casi un millón de puestos de trabajo; por el contrario, estas mismas empresas prevén crear 1,74 millones en forma de analistas de datos, especialistas en comercio electrónico, ingenieros de robótica, etcétera. Proyectando ese millón y este 1,74 millones a la totalidad de la economía mundial (no agrícola), el WEF estima que en cinco años en el mundo se destruirán 75 millones de puestos de trabajo pero se crearán 133, lo que les permite concluir que la revolución digital creará más puestos de trabajo de los
Todo cambio tecnológico ha provocado paro, ha bajado los salarios menos cualificados y ha agravado las desigualdades
que destruirá: concretamente 58 millones. El WEF advierte, sin embargo, que el proceso exigirá que los trabajadores se reciclen para pasar de unas tareas a otras.
Extrapolar las opiniones de las grandes empresas al resto del mundo es un ejercicio arriesgado, y que el WEF se haya atrevido a hacerlo es lamentable, porque las dos conclusiones a las que llega son sendas tonterías.
El cambio tecnológico siempre destruye puestos de trabajo, porque su razón de ser es reducir costes, y si creara más puestos de trabajo cualificados que los poco cualificados que destruye, los números no saldrían. Esta observación, que es de sentido común, está corroborada por la historia: todos los cambios tecnológicos han producido paro, han reducido los salarios de los menos cualificados y han agravado las desigualdades.
¿Que a la larga se han creado puestos de trabajo para todos? Sin duda, pero no por la tecnología, sino porque el hombre es insaciable, y cuando se abaratan los alimentos desea un automóvil, y cuando el automóvil ya es asequible desea viajar, o recibir masajes. Ahora bien, la historia también nos dice que el campesino que perdió su trabajo por la cosechadora no se recolocó en la fábrica de cosechadoras (en 1835, un observador escribió que “es prácticamente imposible transformar personas por encima de la pubertad (...) en trabajadores útiles para la fábrica”), y el sentido común nos dice ahora que la cajera de supermercado no se reciclará para convertirse en diseñadora de apps.
Sí al progreso tecnológico, pero bobadas, las justas.