La Vanguardia

“Conseguí mi sueño, que era escapar de mi destino”

- ÀLEX GARCIA IMA SANCHÍS

Tengo 72 años. Vivo en Madrid; en pareja hace 30 años. Tengo una hija, María Isasi. Tenemos los fantástico­s derechos humanos, pero se los saltan. Busco la justicia y suele estar más a la izquierda que a la derecha. Soy feminista y ecologista. No tengo creencias, pasar por aquí ya me parece interesant­ísimo

Qué ha sido lo esencial? Ser fiel a mí misma, consecuent­e y honesta. ¿Y qué ha sido lo difícil? Todo eso, y ahí estamos, no hay que perder la esperanza. ¿Cuándo empezó a tener las cosas claras?

Muy pronto. La diferencia de clases, por ejemplo, la tuve clara enseguida. Yo era la hija de la portera, estaba rodeada de gente muy rica, lo tenían todo. Recuerdo la estela de perfume que dejaban las mujeres a su paso.

¿Cómo lo vivía?

“¿Por qué ellos tienen tanto y nosotros tan poco?”, le preguntaba a mi madre. “El destino”, me respondía. Entendí que uno es lo que quiere y lo que no consigue.

Si mira para atrás, ¿ve un destino?

Lo que veo es que conseguí mi sueño, que era escapar de mi destino. He luchado, pero he tenido mucha suerte. Recuerdo que, cuando tenía un mal día, una amiga me decía: “No te lo tolero, has salido de una portería”.

¿Tenía razón?

En esta profesión ha habido muchas estirpes, los Gutiérrez Caba, los Larrañaga, los Bardem…, que llegaban con más naturalida­d, en mi caso fue un desastre doméstico tremendo.

¿Cuándo dejó la plaza de Santa Ana, 13?

Cuando me fui de gira. Era menor de edad y fue terrible, entonces una mujer no podía viajar sin permiso de su padre o de su marido. Tuve que hacer una huelga de hambre en casa.

Su padre, ¿la vio triunfar?

Todo el mundo le decía: “¡Qué magnífica su hija!”, y él decía: “Sí, ¿verdad que es buena?”, pero jamás vino a verme, ni siquiera a los estrenos de Almodóvar. La primera vez que me acompañó fue cuando me hicieron Caballero de las Artes y las Letras francesas.

¿Cuándo empezó a sentir el feminismo com o un movimiento propio?

De niña. “Tú eres una chica y no puedes venir a jugar con nosotros”, me decían mis hermanos. ¡Qué rabia me daba! Hoy estamos en un momento del feminismo al que yo no pensaba que llegaríamo­s tan pronto.

¿No ha querido casarse por principios?

No existía el divorcio, y sabía que eso de “juntos para toda la vida pase lo que pase” era falso.

¿Yel“me muero sin él”?

Lo he sentido tantas veces..., pero el amor tiene etapas. Tengo una relación desde hace 30 años, vivimos en mi casa, pero él tiene su apartament­o. Sin esa posibilida­d de escapar cada uno a su guarida no habríamos aguantado tanto.

¿Cuál es la mejor edad?

Mi infancia no fue feliz, en casa había discusione­s terribles por el amontonami­ento en el que vivíamos: seis personas en dos habitacion­es. Luego a los 15, cuando debuté, fue una época maravillos­a. Viajé, me enamoré, conocí el mar. Y de repente me encuentro en la madurez.

¿Se refiere a ahora?

Sí, ahora. El físico se va desgastand­o...

Es duro eso.

Es triste, pero encuentras un punto de equilibrio. Cuando eres mayor, tienes miedo a menos cosas. Temes ponerte enferma y que eso te fastidie lo que te queda, pero por lo demás, el hecho de hacer y decir lo que quieres, hace que te sientas bien en tu piel. No siempre fue así.

Su gran triunfo llegó a los 50 años.

Tacones lejanos me dio la oportunida­d de abrirme al mundo y el mundo me acogió, fue fantástico. Pero la mejor edad, sin duda, es cuando te sientes a tus anchas, en la madurez, antes hay demasiadas cosas que atender.

Ansiedad.

Sí, y cuando tienes más de 70 sabes que sabes unas cuantas cosas, pero a la vez también sabes que nada es inamovible.

Háblem edelaa mistad.

Es lo más: complicida­d y aceptación: El tipo de amor que te acepta tal y como eres. En el amor de pareja, el otro siempre quiere cambiarte.

¿Qué cosas le han maravillad­o?

La primera vez que vi el mar fue increíble, recuerdo que pensé: “Qué pena que tanta gente se muera sin conocerlo”; como mi abuela, una mujer sabia a la que yo adoraba. A mi madre la llevé a Canarias para que lo viera, y fui muy feliz. Esas pequeñas cosas son las que te hacen ver la vida de una manera menos dramática.

¿Dramática?

La vida tiene una parte muy dura e injusta, gente que muere de hambre mientras nosotros nos creemos el ombligo del mundo; y las guerras salvajes, una detrás de otra...

Es un disparate. Pero el mundo ha mejorado y la idea de contribuir a ello hace que merezca la pena. Y luego está tu pequeño mundo: tus amigos, tu hija, el amor... La vida es todo, y a mí me sigue asombrando.

¿Conoce su parte oscura?

Una parte sí, como la impacienci­a, y lo que me ayuda es respirar y colocarme en un lugar más receptivo, porque si cierras las puertas te niegas la evidencia de que puede ser de otro modo.

¿Quién ha sido la persona m ás i mportante de su vida?

Mi hija, mi madre y Fernando Fernán Gómez. Lo conocí con 15 años.

¿Fueron pareja?

Yo estaba fascinada por su inteligenc­ia, por su sabiduría, y él estaba sorprendid­o por mi madurez. Fui adulta muy pronto. Fernando tenía toda una serie de posibilida­des que yo no tenía: íbamos al teatro, a oír jazz, conciertos..., fue una especie de Pigmalión y un amor inmenso.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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