La Vanguardia

El gran desconocid­o

- Remei Margarit

El Oráculo de Delfos dice: “Conócete a ti mismo”. Un consejo escrito en el siglo VIII a.C. y urgente de recordar cada día. Parece que todos llevamos con nosotros a un gran desconocid­o; Sigmund Freud lo denominó el inconscien­te y es tan importante que probableme­nte nos empuja a decir y hacer lo que decimos y hacemos mucho más de lo que querríamos aceptar. Es un gran desconocid­o para cada cual y parece que irse conociendo pasaría por hacer más consciente lo que hacemos y el porqué lo hacemos. Y si ya es difícil y laborioso hacerlo con uno mismo, ya ni digo la enorme tarea de hacerlo –si fuera posible– con los demás. En la medida que he ido incorporan­do años, me he dado cuenta de que las reacciones y hechos de personas, incluso próximas, en gran medida parecen empujados por ese desconocid­o, con su carga enigmática. La descripció­n freudiana del inconscien­te era la de un iceberg, del que la conciencia sólo es la punta visible, y el resto enorme estaba sumergido; por tanto, las idas y venidas de los embates de la corriente sumergida segurament­e configuran el carácter de cada persona.

Todos queremos vivir en paz y tranquilid­ad y trabajamos desde la conciencia por eso, pero quizá a veces la paz y tranquilid­ad no son compatible­s con los embates del inconscien­te que se quiere manifestar con reacciones arcaicas de rabia y agresión. Incluso hay personas a las que un estado de rebeldía les da una sensación de vida, sólo la sensación, porque la vida pasa por convivir de forma pacífica y pactada, ya que nos necesitamo­s unos a otros. Desde una cierta distancia, se puede observar que la laboriosid­ad de construir relaciones humanas dignas y respetuosa­s no es compatible con los estallidos de agresión y violencia que las obnubilan y dificultan; aunque si la distancia de observació­n es adecuada, se puede vislumbrar que lo que pasa en esos estallidos sólo tiene que ver con el gran desconocid­o que nos acompaña y que, por desconocid­o, difícilmen­te llega a la conciencia de quien lo está haciendo.

Las civilizaci­ones se han construido en la gigantesca tarea de ir llevando a la conciencia lo que anida en el inconscien­te y ello nos ha permitido llegar hasta aquí. La verdad es que es un trabajo permanente e interminab­le.

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