La España circular
POCOS años después de que Cristóbal Colón llegara a lo que hoy llamamos América, Hieronymus Münzer, un médico tirolés que ejercía sus conocimientos en Nuremberg, decidió recorrer la orilla del Mediterráneo, siguiendo el camino que los romanos habían inaugurado mil quinientos años antes. Partió de Barcelona –se desvió para visitar Montserrat–, atravesó el Ebro por Xerta y siguió su ruta por Tortosa, Villarreal, Sagunt, València, Alzira, Alicante, Elx, Orihuela, Murcia... Esta ruta se iba a convertir con los años en un corredor comercial de primera magnitud, más allá del encanto paisajista que sedujo al médico austriaco en la recta final del siglo XV. El corredor mediterráneo supone en la actualidad el 51% de las exportaciones españolas, el 50% de su población y el 45% de su PIB. Sin embargo, la conexión por tren, tanto para pasajeros como para mercancías, es impropia de su entidad económica. ¿O tenía algún sentido que el camino más corto en tiempo entre Barcelona y València fuera hasta hace poco ir en AVE pasando por Madrid? El mismo sinsentido que hace un par de años todavía el gobierno pensara en potenciar el corredor central –una obra costosa porque obligaba a agujerear el Pirineo– y a llevar el tren por una pendiente imposible.
Los empresarios de Andalucía, Murcia, Valencia y Catalunya se movilizaron entonces para presionar al Gobierno en favor de la España circular y su road show llegó ayer a Barcelona, donde se concentraron 1.500 emprendedores. Allí estuvo también el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, quien se comprometió a que esta infraestructura esté terminada en el 2021. Lo sorprendente es que no estuviera presente, ejerciendo de anfitrión, el presidente catalán Quim Torra, ante la importancia de la representación reunida, entre ellos dos presidentes autonómicos. Torra tenía visita al instituto de Sant
Andreu de la Barca, que fue denunciado por algunos padres tras el 1-O. Cuestión de prioridades.