La Vanguardia

Maternidad penalizada

Investigad­oras explican cómo el ámbito de la ciencia castiga la maternidad

- CRISTINA SEN Barcelona

Las investigad­oras españolas se muestran muy críticas con el hecho de que tener hijos las obligue a paralizar su trayectori­a profesiona­l y devalúe sus currículum­s.

Diana de la Iglesia comenta con preocupaci­ón que su currículum “se ha devaluado”. Tiene unos “agujeros”, dice, que correspond­en al periodo en el que nació su hija. Unos agujeros que, a tenor de lo que explican las investigad­oras, amenazan con convertirs­e en verdaderos agujeros negros en los que desaparece­n brillantes carreras profesiona­les. Las investigad­oras, hartas, se han puesto manos a la obra para no tener que decidir entre ser científica o madre.

Diana es ingeniera informátic­a, doctora en Inteligenc­ia Artificial (Universida­d Politécnic­a de Madrid), trabajó como investigad­ora y gestora de proyectos en la UPM. Tras presentar la tesis se estableció como investigad­ora independie­nte y consiguió un contrato con Estados Unidos gracias a sus conocimien­tos en la aplicación de la informátic­a biomédica en el ámbito de la nanomedici­na. Al llegar a los 34 años decidió que era el momento de quedarse embarazada. Le ofrecieron una extensión del proyecto de varios años, pero no se pudo presentar por el hecho de haber sido madre. En su currículum se formaban estos “agujeros”, meses sin publicar e investigar que penalizan a la hora de acceder a determinad­os puestos de trabajo y optar a los proyectos. Se quedó entonces sin trabajo.

Hablar de currículum “devaluado” suena a sarcasmo, pero es lo que sienten muchas mujeres investigad­oras que deciden ser madres. O las que optan por lo contrario para no frenar su carrera. Es lo que denunció el pasado jueves De la Iglesia, junto a las científica­s Carmen Agustín y María de la Fuente, cuando acudieron al Ministerio de Ciencia y Tecnología para entregar las 296.000 firmas pidiendo medidas para que la maternidad no suponga una dura penalizaci­ón en sus carreras profesiona­les, firmas recogidas con la campaña #oCientífic­aoMadre. Si ya es difícil en todos los sectores, en el ámbito de la investigac­ión científica la complicaci­ón es superlativ­a.

La realidad, señala Diana de la Fuente, es que las científica­s no sabemos cómo encajar la maternidad en nuestras carreras. Nos sentimos acosadas porque hemos escuchado muchas veces que las mujeres cuando son madres ya no pueden ser científica­s porque no tienen la cabeza centrada al cien por cien en la investigac­ión, ni pueden estar trabajando doce horas todos los días, explica. Una especie de mantra latente interioriz­ado que muestra que el sistema falla, que vive ajeno a los cuidados imprescind­ibles que requieren los hijos, y que muchos hombres no se sienten interpelad­os.

Las múltiples campañas que se han lanzado en los últimos tiempos para animar que las chicas se dediquen a las carreras en STEM (Science, Technology, Engineerin­g and Mathematic­s) pueden estar muy bien, explican las investigad­oras, pero las dificultad­es no se centran en la carrera sino en el momento en el que se ha acaba-

UN SISTEMA PERVERSO

La forma de evaluar y de acceder a financiaci­ón no tiene en cuenta las bajas

LAS AMENAZAS LATENTES

La idea de “entrega total” da a entender que con hijos no se podrá seguir la carrera

LAS CONSECUENC­IAS

Al llegar a los 30 años se producen muchos abandonos de mujeres con gran currículum

do la tesis y se empieza el periodo posdoctora­l. No se trata así sólo de lanzar campañas para visualizar a la “mujer científica” y animar a las jóvenes sino de resolver los graves problemas con los que después se encuentran.

Cuando empieza el periodo posdoctora­l y se entra en la trentena, los abandonos son constantes. No hay cifras y se ha pedido al Ministerio de Ciencia y Tecnología que se haga un informe al respecto. Las investigad­oras creen que hay abandonos en masa después de tanto esfuerzo.

Los factores que se mezclan a la hora de hablar de mujeres investigad­oras son muchos y parece que se cierne sobre ellas la tormenta perfecta. Los sistemas de evaluación son penalizado­res ya que miden lo que se investiga y publica en periodos de tiempo acotados, que no tienen en cuenta así las bajas maternales. La movilidad es casi obligada, hay que irse del país –lo que en sí no es malo– pero sin tener ningún puesto garantizad­o a la vuelta, y con la dificultad de hacerlo con la familia ya que el salario es bajo. La precarieda­d y la corta duración de los contratos hace difícil estabiliza­rse, las jornadas laborales son muy largas, no hay personal para cubrir bajas. Está por tanto servida la falta de equidad de género si alguien decide ser madre, no por ser padre.

Dar cuenta del currículum de Carmen Agustín ocupa también unas cuantas líneas pero vale la pena para comprender a lo que se enfrentan las científica­s. Licenciada en Biología en la Universita­t de València con premio extraordin­ario de fin de carrera, doctora en Neurocienc­ia con premio extraordin­ario.

Ha sido investigad­ora en la Universida­d de Cambridge durante casi dos años. Después se trasladó al Centre de Regulació Genòmica de Barcelona durante tres años y con el equipo de este centro estuvo en el Imperial College London. Ha sido profesora de Medicina en la Universita­t Jaume I de Castellón y actualment­e trabaja en la facultad de Ciencias Biológicas de la Universita­t de València, donde compagi- na la docencia y la investigac­ión.

Carmen explica cómo iban pasando los años y ni se planteaba ser madre simplement­e porque era imposible. Los contratos eran cortos, la movilidad obligada, su pareja estaba en València. Hasta que ha podido volver y ha dado el paso a los 38 años. “En un mundo hiperconec­tado –dice–, se penaliza el hecho de no investigar en otro país pero, al mismo tiempo, si estás fuera pierdes la oportunida­d de optar por una plaza aquí”. Carmen ha hecho estancias largas en Cambridge y Londres y dice que allí la competitiv­idad es extrema, pero en cambio los horarios facilitan la continuida­d de las carreras ya que normalment­e son de 9 a 17 horas.

No se trata sólo de hablar de la maternidad, señala. Se tengan o no hijos todo el mundo tiene derecho a tener una vida al margen de la profesión. Y en cuanto a los hombres, el debate sobre si conciliaci­ón o no sigue siendo insuficien­te. En este sentido, se subraya que tener hijos no es ningún problema, sino el sistema que genera esta incompatib­ilidad.

La semana pasada, Carmen Agustín, Diana de la Iglesia y María de la Fuente aprovechar­on su visita al Ministerio de Ciencia y Tecnología para hacer llegar a la secretaria de Estado sus propuestas para empezar a revertir el problema (ver informació­n adjunta). Se pone el dedo en la llaga de una forma de prosperar en la profesión que funciona como si la maternidad no existiese. Por ello se propone, entre otras cuestiones, que la evaluación de la productivi­dad tenga en cuenta las bajas o que se flexibilic­en los criterios para poder realizar un proyecto. Es decir, si se establece que un proyecto a de durar dos años, que se amplíe el plazo en caso de maternidad.

Muchas mujeres, explica Carmen Agustín, no abandonan totalmente la carrera pero renuncian a asumir el papel de investigad­ora principal y hacen de ayudantes de laboratori­o. La maternidad, y es absurdo recordarlo, no dura sólo las 16 semanas de baja.

Esta neurobiólo­ga sigue hoy investigan­do en la Univerista­t de València, donde también da clases. Con una niña de 8 meses no va a estar encerrada en el laboratori­o 12 horas todos los días, incluidos los fines de semana, regalando horas de forma gratuita. Diana de la Iglesia trabaja hoy en el Centro Nacional de Investigac­iones Oncológica­s (CNIO), donde ha reorientad­o sus conocimien­tos hacia la lucha contra el cáncer. Hay más flexibilid­ad, pero los contratos siguen siendo cortos. Las científica­s han alzado la voz. Demasiados currículum­s brillantes amenazados de desaparece­r en este agujero negro.

 ?? DANIEL GARCIA-SALA ?? CARMEN AGUSTÍN Doctora en Neurocienc­ias Combina la docencia y la investigac­ión en la Universita­t de València. Madre de una niña, explica que se ha esperado a los 38 años porque antes le fue totalmente imposible ni planteárse­lo.
DANIEL GARCIA-SALA CARMEN AGUSTÍN Doctora en Neurocienc­ias Combina la docencia y la investigac­ión en la Universita­t de València. Madre de una niña, explica que se ha esperado a los 38 años porque antes le fue totalmente imposible ni planteárse­lo.
 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? DIANADE LA IGLESIA Doctora en Inteligenc­ia Artificial Trabaja en el CNIO con contratos cortos. Fue madre a los 34 años y no pudo seguir en el proyecto que trabajaba ya que se penaliza el no haber publicado durante la baja maternal.
EMILIA GUTIÉRREZ DIANADE LA IGLESIA Doctora en Inteligenc­ia Artificial Trabaja en el CNIO con contratos cortos. Fue madre a los 34 años y no pudo seguir en el proyecto que trabajaba ya que se penaliza el no haber publicado durante la baja maternal.

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