Cuní, el retorno
Josep Cuní vuelve, y lo hace en un medio que domina desde hace mucho y ama desde siempre: la radio. Y vuelve como es debido, por la puerta grande de las emisoras de la Ser en Catalunya, dirigiendo cinco horas de pura información matinal, periodismo en vena. Sus grandes colegas, y pronto competidores, Jordi Basté y Mónica Terribas, lo han felicitado y la rúbrica de Basté, “cuantos más seremos, más reiremos” ha sellado el retorno. Nobleza de unos y otros, que se encontrarán en el campo de batalla, pero se reconocen la valía.
Además, y por encima de la mezquindad de algunas esquinas del sectarismo, todos deberíamos alegrarnos por lo que significa el retorno de Cuní: por un lado, se ampliará la oferta de la radio en catalán; por la otra, de la mano del maestro, está garantizada la calidad y los altos horizontes, de manera que el panorama al completo mejora; y finalmente, no era normal, ni lógico, ni bueno para Catalunya que un profesional de la excelencia de Josep Cuní no estuviera en la trinchera informativa, como si el país se pudiera permitir menospreciar y regalar el talento.
Cuní es uno de los grandes del periodismo, tal vez el más grande en activo, y
Camus decía que la prensa libre podía ser buena o mala, pero si no era libre, sólo podía ser mala
su ausencia en la primera línea de información era una anomalía que no se puede explicar en términos profesionales. Lo cual dice mucho, y nada bueno, de nuestra anomalía en términos políticos.
Afortunadamente retorna al micrófono matinal, cogiendo el pulso de la noticia diaria, auténtico cirujano de los acontecimientos, sin apriorismos, ni prejuicios, obsesionado por el rigor, militante indómito del sinuoso arte de explicar la realidad. He estado muchos años a su lado, cómplice y al mismo tiempo divergente, a veces muy cerca, otras muy lejos, pero siempre convencida de que Cuní nos hacía mejores a todos los que colaborábamos, fueran cuales fueran nuestras ideas. Es un amante radical de la libertad de opinión, un militante de aquella máxima de Rodoreda que aseguraba que la verdad es un espejo roto, y todos tenemos un añico. Y Cuní intenta recogerlos uno a uno. Una vez escribí (creo que cuando acabamos Els matins de TV3) que trabajar con Cuní era una universidad entera, porque no sólo da información, sino que reinventa permanentemente el lenguaje adecuado para poder darla. No conozco a nadie más moderno, y eso que el puñetero acumula años, pero, como diría García Márquez, nunca ha perdido la locura del corazón. O la pasión por la profesión, que es lo mismo.
En cualquier caso, bienvenido nuevamente a la guerra informativa diaria. No sólo “cuantos más seremos, más reiremos”, sino que reiremos mejor, porque Cuní sitúa tan alto el listón, que nos obliga a todos a levantarlo. Albert Camus dijo que la prensa libre podía ser buena o mala, pero si no era libre, sólo podía ser mala. Este es el espíritu que siempre lo ha motivado, y el único que lo mueve a seguir trabajando.
Felizmente, ha retornado.