Los gobiernos firman la “tregua del libro”
La feria Liber arranca en La Fira 2 con registros récord y Cuba como país invitado
Los antiguos griegos establecieron la tregua –o paz– olímpica, un período en que se suspendían temporalmente las guerras con el fin de que los atletas pudieran participar en los juegos deportivos. De algo parecido puede presumir el sector del libro en España, cuya locomotora es la industria editorial de Barcelona y que ayer inauguró en La Fira 2 la 36.ª edición de su gran feria profesional, Liber, que se celebra alternativamente un año en Madrid y otro en Barcelona (en un sentido amplio, pues ayer hasta la alcaldesa de l’Hospitalet de Llobregat, Núria Marín, dijo que “bueno, yo ya no sé si esto es Barcelona o l’Hospitalet”). Entre sonrisas y bromas, sin renunciar cada uno a poner su acento, cortaron la cinta representantes de cuatro gobiernos y tres colores políticos, los socialistas José Guirao, ministro de Cultura, y Núria Marín; la independentista Laura Borràs, consellera de Cultura; y la común Ada Colau, alcaldesa de Barcelona.
“Creemos que el libro ha vuelto”, proclamó un optimista Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España. Ajeno al vendaval político, Liber luce ufana sus cifras crecientes: más de 360 editoriales, más de 10.000 profesionales acreditados, un 7% más de metros cuadrados... Se ha invitado, asimismo, a 550 compradores y prescriptores de 62 países y a una delegación de libreros de EE.UU. El músculo general del sector es potente: factura anualmente más de 2.300 millones de euros y emplea a más de 30.000 personas. Casi 900 empresas editaron en el 2017 más de 240 millones de ejemplares repartidos en 87.262 títulos.
Cuba, país invitado, estuvo ayer representada por su cónsul en Barcelona, Iraida Guerrero Zúñiga. La lista de autores invitados muestra que, si bien el lector medio conoce algunos nombres clásicos del siglo XX (Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier, José Lezama Lima...) hay mucho trabajo por hacer para promocionar a los contemporáneos, de Dazra Novak a Josué Pérez Rodríguez o Alexis Díaz Pimienta. En su parlamento, Daniel Fernández no pudo evitar una referencia a que “Cuba estuvo muchos años fuera de la convención de Berna y de la protección de los derechos de autor. Nos congratulamos ahora de que la Revolución al final haya entendido que algunas leyes internacionales sirven para proteger a los creadores”.
Por un momento, los discursos parecieron derivar en un recital poético. Fernández citó a Joan Margarit: “La llibertat és una llibreria”; y Borràs, a Dulce María Loynaz (La extranjera) y Josep Palau i Fabre (L’estranger).
Guirao contó que “al ser nombrado ministro, entendí imprescindible volver a crear la dirección general del Libro, que había desaparecido bajo gobiernos anteriores”. Borràs se acordó de que “hay varias personas privadas de libertad”. Y Colau denunció que “la especulación inmobiliaria en el centro de las ciudades amenaza el comercio de proximidad y, por tanto, a las librerías, que hemos de preservar”.
Liber es una feria para profesionales, en la que se calcula que se cierran un tercio del total de ventas exteriores anuales del sector. Antonio María Ávila, director ejecutivo de la federación de editores, cuenta que “la exportación es básica, España es el tercer país del mundo que más libros exporta, tras el Reino Unido y Estados Unidos, tenemos 48 empresas multinacionales, cosa de la que pocos sectores pueden presumir, pero no solo es la que va a Latinoamérica, que supone el 52%, sino que hay un 48% que va a otros países, sobre todo a Europa, de hecho nuestro primer comprador es Francia”. “Liber es el único lugar –cuenta Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma– donde puedo encontrar juntos a todos mis distribuidores, desde Estados Unidos al Cono Sur”.
El ambiente, en el tradicional recorrido de las autoridades por los estands, fue distendido. “Consellera, espero tener nota”, le dijo Guirao a Borràs en referencia a la parte de su discurso que leyó en catalán. “Solo el gesto ya se agradece”, le respondió Borràs. El séquito de cada político iba recogiendo los títulos que las editoriales les regalaban. En Larousse les dieron El gran llibre dels castells y, en Penguin Random House, Nosaltres, les dones de Maria Mercè Roca. La alcaldesa Colau tuvo un repetido, pues Núria Cabutí, consejera delegada del grupo Random House, le entregó un ejemplar de 21 lecciones para el siglo XXI del ensayista israelí Yuval Noah Harari y, poco después, al llegar a Planeta, Carlos Creuheras le obsequió el mismo libro, en la edición en catalán de Edicions 62, diciéndole: “Nos han dicho que este le interesaría”. Al ministro Guirao le dieron Los señores del tiempo, de Eva García Sáinz de Urturi; y, a la conselleBorràs, la edición crítica de Les dones i els dies de Gabriel Ferrater.
La consellera Borràs afirmó que “el índice de lectura de Catalunya es cuatro décimas más bajo que la media europea, por eso trabajaremos en un plan de lectura para subirlo”. Juan, el taxista que facilitó ayer los desplazamientos de los informadores de este diario, puso, sin saberlo, su granito de arena para el objetivo de la conse-
llera: en el asiento del copiloto descansaba una novela, La verdad
sobre el caso Harry Quebert, del suizo Joel Dicker. “Me está gustando –explica–. A veces solo la puedo leer durante períodos de cinco minutos y me da rabia. Así que me he ido estos días al aeropuerto porque, como allí las esperas son muy largas, he conseguido avanzar más”. Un mensaje de esperanza desde el sector del taxi.
OPTIMISMO “Creemos que el libro ha vuelto”, dijo Daniel Fernández ante los más de 361 expositores
DISTENSIÓN Guirao habló en catalán, y Random y Planeta regalaron el mismo libro a Colau