La Vanguardia

Una escuela para todos

A diferencia del ejemplo de Sant Andreu de la Barca, en el Raval de Barcelona el 1-O no logró romper la convivenci­a

- CARINA FARRERAS

En el barrio del Raval, a pocos metros del mercado de Sant Antoni, la Escola Pia se erige como un referente de acogida. Los alumnos aprenden con su experienci­a que la aceptación de la diferencia es la base de la buena convivenci­a. El colegio, de ideario catalán, atiende a alumnos autóctonos y de numerosas nacionalid­ades, etnias, idiomas, religiones, situación económico-social y opiniones políticas. Educa a un total de 1.600 estudiante­s.

Los vecinos cuentan con la escuela de forma natural para actividade­s deportivas o culturales. Los sábados, los niños de origen extranjero del barrio, no necesariam­ente alumnos, reciban clases de la lengua de sus padres. Acuden rusos, búlgaros, pakistaníe­s, chinos, árabes... Las aulas sirven también para formar a adultos.

La “fiesta de la primavera” muestra la riqueza de culturas diversas en sus comidas y música. La comunidad musulmana está muy presente como correspond­e a su presencia en el barrio. El fin del Ramadán de este año se celebró en el patio del colegio porque sus generosas proporcion­es permitían dar cabida a todos los miembros de la comunidad que querían compartir la fiesta con sus amigos. Y cuando la mezquita estaba en obras, el gimnasio se convirtió en espacio de oración.

Con ese espíritu de convivenci­a, el pasado lunes la Escola Pia de Sant Antoni rememoró el referéndum del 1-O. Pidió a los vecinos que expresaran en un papel las emociones sentidas ese día. Después, las colgaría en un panel del vestíbulo. “El 1 de octubre del año pasado nuestra escuela fue sede electoral del referéndum de autodeterm­inación de Catalunya. Este referéndum era considerad­o ilegal por unos y bien legítimo por otros”, empezaba.

El 1-O la Escola Pia fue objeto de las cargas de la policía. Apareciero­n al mediodía en la avenida unas 20 o 25 furgonetas. De los vehículos policiales bajaron decenas de efectivos y, al no poder entrar, rompieron la persiana automática. Alguien gritó ¡al suelo! Y prácticame­nte el centenar de personas del interior obedeció. Hubo contusione­s y golpes a las puertas. Arrebataro­n las urnas. El director Eduard Maza, testigo presente, resume: “Todo duró unos 10 minutos porque no eramos muchos y no hubo resistenci­a pero diez minutos muy intensos”.

Algo se rompió en la convivenci­a del barrio, como en otros muchos lugares de Catalunya. En la web el llamamient­o de la Pia continuaba: “Cada persona los vivió y/o los vio a su manera y habrá hecho su valoración. Pero no se puede negar que hubo violencia”, señalaba. “Los hechos generan emociones y no dejan a nadie, sea de la opinión que sea, indiferent­e”, sigue el texto. “Quisiéramo­s, por tanto, que dentro del respeto que todas las opiniones merecen, todo el que quiera, pueda expresar lo que sintió”, propone el equipo directivo.

“Con el 1-O no ha habido conflicto entre los alumnos”, indica Maza. Admite que ha recomendad­o no llevar símbolos al colegio como banderas, lazos amarillos o camisetas con proclamas. Y que a los profesores les recordó la diversidad de los alumnos para que explicaran el conflicto con cautela. “Los estudiante­s se lo toman de forma tan emocional como lo harían en el deporte. ¿Qué te hace ser del Barça o del Madrid? Lo eres, y lo sientes así, sencillame­nte. Por eso los alumnos después de una acalorada discusión sobre el partido son capaces de jugar juntos”. Para remarcar sus palabras explica que el pasado lunes, sólo fueron a la huelga unos pocos estudiante­s.

La escuela está situada en un barrio densamente habitado, que vota Ciudadanos, donde hay casas de policías y guardias civiles que han convivido, hasta este año, con normalidad. Al colegio asiste de todo, hijos de padres jueces, fiscales, abogados y personas con problemas con la justicia.

El lunes pasado, la escuela habilitó una mesa en el vestíbulo para que los vecinos pudieran escribir sus pensamient­os en unos papeles de colores. Después, para preservar la privacidad, debían dejar los papeles en urnas. “Las urnas son las que utilizamos normalment­e para las elecciones internas del colegio y usamos también una de las que se fabricaron para el 1-O, simplement­e porque la teníamos”, explica Maza. Por la inclusión de la caja recibió críticas. “No importa lo que uno haga o deje de hacer, en este conflicto nadie está contento”, afirma con resignació­n.

En el año en que Maza lleva de director –fue nombrado en septiembre del 2017– ha oído de todo. Asume que la escuela, y él como representa­nte, ejerce de catalizado­r de la frustració­n colectiva. La no publicació­n de comunicado­s en defensa de los políticos que están en prisión o en el exilio gustó tan poco a algunos profesores y padres como a otros la aceptación de que se celebrase el referéndum en el colegio de sus hijos o se dedicaran unos minutos de silencio por la violencia al día

La Escola de Sant Antoni ha invitado a los vecinos a expresar sus sentimient­os sobre lo ocurrido hace un año

siguiente. La susceptibi­lidad ha subido tantos grados que hay familias que piensan que los lazos de las trenzas de la gegantina de la escuela, amarillos, son nuevos. Y no, los lleva desde su creación, hace más de 10 años. Pero el amarillo ha dejado de ser un color inocente.

Cuando el lunes colocaron las urnas los primeros ciudadanos que acudieron a escribir esparciero­n claveles de color amarillo. La mesa, con la urna del 1-O y las flores, dejó de ser un espacio neutro. “Dudamos en retirarlas. Pero ¿no contradecí­a ese acto nuestra invitación a expresar los sentimient­os? Decidimos dejarlas. Y como era de esperar, hubo protestas”.

Aun con el freno que podría suponer para algunos tanto amarillo, la respuesta colectiva desbordó las expectativ­as. Decenas de personas se vieron invocadas por la llamada y han dejado sus escritos llenos de dolor, pena, tristeza, rabia, frustració­n. Uno de ellos resume bien un sentimient­o de cansancio por una situación encallada: “Ja està bé, home!”. Un mensaje atribuirle a cualquier sensibilid­ad.

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LLIBERT TEIXIDÓ Eduard Maza, director del colegio de Sant Antoni, con una urna para conocer opiniones sobre el 1-0

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