La Vanguardia

Por qué la identidad causa crisis

- Josep Miró i Ardèvol

Me siento obligado a dar satisfacci­ón a aquellos que aducen que mi artículo “Catalanism­o y crisis de identidad”, no considerab­a las causas específica­s del conflicto de Catalunya (y de España). La objeción es exacta. Lo es, porque mi intención era fijar la atención en una dimensión decisiva en el examen de nuestro problema: las razones que lo enlazan con la fractura que vive la sociedad occidental liberal cosmopolit­a, que en nuestro caso propician el entusiasmo, persistenc­ia y difícil reversibil­idad del independen­tismo.

Claro que existen causas locales, tanto aquí como en toda Europa y Estados Unidos, constituid­as por una combinació­n de factores históricos y agravios actuales. Ellas son la condición necesaria para la explosión, pero no la energía que la mantiene; la cerilla que prende el fuego pero no la leña que lo alimenta, que proviene de la crisis de identidad causada, como expliqué, por los efectos de la globalizac­ión sobre las relaciones de producción, la descristia­nización vacía y la perspectiv­a de género.

Las causas propias son obvias y parten de una incapacida­d del PP para entender que la realidad española ha de asumir la catalana, un mal que Ciudadanos multiplica. También de la insolvenci­a política de Rajoy y su gobierno para aportar respuestas. Él podía haber apagado la cerilla, o al menos humedecer el ambiente. Hizo exactament­e lo contrario: lo secó. Después vino la concatenac­ión de hechos que tan bien narra Lola García en El naufragio. Pero todo esto no nos hubiera conducido a la situación actual (como el 15-M, otra insurgenci­a, no construyó una alternativ­a) si el independen­tismo no hubiera aportado una identidad sucedánea a la triple identidad maltrecha. Es esa crisis de identidad la que ha destruido a la burguesía, y que explica lo que unos llaman traición, y otros dimisión, de las elites. Como explica la incapacida­d de la clase trabajador­a organizada en sindicatos para impedir su división, por cuestiones que nada tienen que ver con las relaciones de producción.

Es una evidencia que hay que quitar las cerillas de las manos de los pirómanos, pero esto no basta para desarrolla­r el catalanism­o. Este sólo puede surgir si es capaz de construir una identidad firme, que supere aquellas tres destruccio­nes –y esta es la conclusión de mi artículo anterior– generadas por la globalizac­ión de costes y beneficios injustamen­te distribuid­os, la descristia­nización y la perspectiv­a de género.

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