La sílaba Pla
La bufonada más ligera precede a la pesadez telúrica de la muerte; Tánatos tose todo el tiempo, sin lágrimas
Pla es un apellido eufónico, de sonoridad próxima a la ovación, formada siempre por acumulación de aplausos. Durante décadas, cada vez que alguien quería presumir de conocimientos sobre esta materia tan esotérica denominada cultura catalana, citaba a Pla. A Josep Pla, claro. Un autor de obra vastísima que, gracias a la loable dedicación de un planiano como Valentí Puig, podían tener a su alcance en el maravilloso digest Diccionari Pla de literatura (Destino, 2000). Antes, Puig ya había publicado L’home de l’abric, sobre Pla, obra con la que en 1998 ganó el premio... Josep Pla. La sílaba Pla, pues, ya sonaba por doquier cuando en 1989 emergió la figura incontestablemente contestataria de Albert Pla, el artista que mejor se mueve por las procelosas aguas del enfant terriblismo. Un enfant terriPla, por decirlo en barcelonés, que obligó a otro notable Albert Pla a firmar con el segundo apellido para distinguirse del primero: el lingüista Albert Pla Nualart, actual responsable lingüístico del diario Ara y autor de montañas de artículos divulgativos sobre dudas gramaticales. Por si la sílaba Pla aún no era lo bastante pronunciada, en el Espai Lliure de Montjuïc prorrogan todo el mes de octubre el espectáculo Travy, una dramaturgia de Pau Matas y Oriol Pla que interpretan Diana Pla, Oriol Pla, Quimet Pla y Núria Solina. La familia Pla al completo, vaya, compuesta por una pareja de comediantes y el par de hijos que la biología les ha concedido y la educación ambiental ha encaminado a las artes escénicas.
Quimet Pla es uno de los fundadores de Comediants, en mayúscula, y Núria Solina, violinista, es cofundadora de las compañías Picatrons y Circ Cric. Ahora, dirigidos por Oriol, padres e hijos muestran, en una colección de espejos diversos, un resumen de la vida de una familia como la suya. Los recursos artísticos del antiguo arte juglaresco contrastan con las técnicas más contemporáneas de las artes escénicas, y este diálogo, que podría ser teórico y gremialesco, se concreta en momentos insuperables que lo universalizan. El padre de casa Travy lee a Shakespeare, gran dios del teatro de texto, en diagonal y recita historietas en italiano macarrónico. La bufonada más ligera precede a la pesadez telúrica de la muerte. Tánatos tose todo el tiempo, sin lágrimas. Los hallazgos escénicos se suceden a ritmo cada vez más vertiginoso, con recargas periódicas para salir del bucle, y todo desemboca en un final inolvidable, bellísimo ejemplo de humorismo trascendente. Antes, en la constante búsqueda de argumentos para la confección del espectáculo que presenciamos en una convención de ensayo perpetuo, el director Oriol Pla propone a su familia una de las muchas ideas que circulan por el escenario y su padre, Quimet Pla, se la rebate diciéndole que le parece un argumento pobre con una expresión típica para descalificar la sencillez: “Massa Pla!”.