Trump se juega el Capitolio
LOS estadounidenses están llamados mañana martes a renovar las dos cámaras del Capitolio, elegir a 36 gobernadores y miles de congresistas estatales. Y, sin embargo, hay un candidato invisible cuyo puesto no peligra pero que tradicionalmente se juega mucho en estos comicios: el presidente Donald Trump. El equilibrio de los contrapesos es esencial a la hora de explicar la solidez de la democracia de Estados Unidos y las midterm elections de mañana son uno de los pilares que sostienen la robustez del edificio institucional: los votantes eligen a sus representantes –nada de listas cerradas– y, al mismo tiempo, emiten un voto colectivo que viene a ser un referéndum tácito sobre la popularidad del presidente de Estados Unidos.
Los detractores de Donald Trump –más impopular fuera que dentro de su país– pueden llevarse un chasco: los sondeos, la coyuntura económica y la agenda informativa –la marcha de inmigrantes centroamericanos– favorecen que no haya voto de castigo al presidente, lo que, en consecuencia, refuerza las perspectivas de los candidatos republicanos, que se baten el cobre sin la losa de estar en el mismo bando que el inquilino de la Casa Blanca.
Sobre el papel, si los republicanos logran mantener sus mayorías en el Senado y la Cámara de Representantes, al presidente Trump le faltará tiempo para presentarse ante la humanidad como el líder más querido en la historia de Estados Unidos. Hay que recordar que los electores renuevan por completo los 435 escaños de la Cámara Baja pero sólo 35 de los 100 que componen el Senado. Si los demócratas recuperan la Cámara de Representantes –la que está más en el aire– pero los republicanos mantienen el control del Senado –con más influencia–, Trump podría recordar que algunos de sus predecesores sufrieron derrotas muy crueles y sin embargo fueron reelegidos para un segundo mandato, caso de Bill Clinton en las elecciones del midterm de 1994, cuando los demócratas perdieron el control de las dos cámaras, un hecho insólito en cuarenta años. Y si se diese la inesperada pérdida de las dos cámaras del Capitolio, no cabe descartar que el presidente Trump llame “ineptos” a todos los candidatos de su propio partido.
Ironías aparte, la economía dio el pasado viernes un fuerte respaldo al bando republicano y al presidente Trump. El desempleo ha caído al 3,7% –el porcentaje más bajo en 49 años–, la confianza de los consumidores es la más elevada de los últimos 18 años, los salarios han aumentado debido a la demanda empresarial y la economía sigue con el alza sostenida desde el final de la recesión en el 2009. Por si fuera poco, la caravana de miles de inmigrantes hondureños que se dirigen a la frontera de Estados Unidos está beneficiando a los candidatos republicanos en estados reacios a la inmigración, bajo el paraguas protector del discurso agresivo y descarnado del presidente Trump. No hay, en el bando demócrata, un líder al que encomendarse...
La participación en las elecciones estatales y al Capitolio es sensiblemente inferior a la de las presidenciales. Es significativo que Donald Trump tenga un papel muy activo en las horas finales de la campaña, algo que depende de la voluntad y las expectativas de los candidatos que le solicitan. Los suyos no lo esconden. Sólo una reacción in extremis del electorado anti-Trump podría aumentar la participación y evitar que el presidente salga indemne o, incluso, reforzado.