Perdidos en una boda
Vestuvés (Boda)
Autor: Bertolt Brecht
Dirección: Oskaras Korsunovas
Intérpretes: Karolis Vilkas, Zygimante Elena Jakstaite, Kestutis Cicenas, Viktorija Zukauskaite...
Lugar y fecha: El Canal, Temporada Alta (1/XI/2018)
Para disipar la primera crisis en medio de la fiesta, la hermana de la novia llama al baile nupcial. La música sube de volumen, las voces sepultadas, los sobretítulos enmudecidos. Por unos minutos la excelente compañía del Vilnius City Theatre –no es la primera vez que se exhiben en el festival Temporada Alta– se comunica casi solo con el gesto. Al fin la palabra es ininteligible para toda la sala. La farsa se vuelve democrática para el público reunido en Salt para disfrutar de la versión libre de Oskaras Korsunovas de La boda de los pequeños burgueses de Bertolt Brecht. La carcajada continua ya no es exclusiva de un privilegiado y testimonial grupo de lituanos.
Venir con el texto leído no sirve de mucho para un montaje que juega con la actualidad y un amplio margen para la improvisación. Tampoco nociones básicas de etimología para rescatar alguna raíz griega, excepto para cazar palabras al vuelo y descubrir que la traducción se proyecta a destiempo en medio de la jerigonza. Por eso es liberador poder prescindir de un artilugio que sirve la traducción con avaricia y anarquía. Es un alivio poder centrarse en la interpretación orgánica de actrices y actores, en la energía que desprenden sus personajes, expulsados por el director de la pequeña burguesía para engrosar las filas del proletariado suburbial y esa estética feísta que Calixto Bieito importó de las culturas del Norte.
Apartado a la fuerza del texto, el espectador busca sus propios focos de interés, como Kamile Petruskeviciute. La actriz carga con un personaje (la madre del novio) casi mudo. Galvaniza la atención con la mirada (adusta, sarcástica, despótica, burlona, hiriente) y ademanes de reina displicente y ofendida. Ella es un firme comentario reprobatorio ante todo lo que ocurre en esta celebración de la estupidez humana. Cuando por fin habla es para lanzar un dardo de rabia. Un insulto. En este punto la fiesta ya es un desastre alcoholizado. Las palabras secuestradas han perdido su valor ante una orgía de brutalidad, violencia y destrucción general. Cuando Petruskeviciute explota y grita, el escenario es un cadalso de las buenas costumbres. Un aquelarre de la civilización.
Korsunovas se apropia del texto de Brecht para radiografiar una sociedad sin valores ni cultura, que convierte la liturgia en una copia burda y vacía de los rituales de las clases altas. Una lectura que abunda en los montajes alemanes en su constante revisión de la comedia pesimista y trágica que tiene sus raíces en el humor de Karl Valentin, principal inspiración de un Brecht pre épico. Esta vez el sello personal del director lituano se diluye en una crítica y una estética recurrente.