Underground futurista
El filósofo Paul B Preciado rescata en La Virreina la obra disidente de Lorenza Böttner
La Virreina Centre de la Imatge acoge la primera retrospectiva internacional de la obra de Lorenza Böttner (Punta Arenas, Chile, 1959-Munich, Alemania, 1994), una artista fascinante y subversiva a la que la historiografía oficial había ocultado y condenado al olvido.
Indagando sobre la escena underground barcelonesa inmediatamente anterior y posterior a las Olimpiadas del 92, el filósofo y comisario de arte Paul B. Preciado, entonces director de Programas Públicos del Macba, tropezó con unas imágenes de la ceremonia de los Juegos Paralímpicos que lo dejaron clavado ante el monitor. Petra, la mascota diseñada por Mariscal, encarnada por una artista llamada Lorenza Böttner, mantiene el equilibrio sobre el asiento posterior que recorre el estadio y baila, femenina, cogiendo un ramo de flores con el pie. “¿Quién había detrás de aquel disfraz? En ese momento supe que tenía que ir detrás de la máscara de Petra y conocer a Lorenza”, recuerda Preciado.
Aquella primera intuición, refrendada por una admirable investigación que se prolongó varios años, ha hecho posible el rescate de una artista fascinante y subversiva, Lorenza Böttner (Punta Arenas, Chile, 1959-Munich, Alemania ,1994), a la que la historiografía oficial había ocultado y condenado al olvido.La Virreina Centre de la Imatge acoge ahora la primera retrospectiva internacional de su obra, Réquiem por la norma ,yserecorre con la mirada agradecida (por la perspicacia y tenacidad de Preciado y el apoyo de Valentín Roma, director del centro, que ha estado ahí, alentando un proyecto que parecía de titanes) y esa mezcla de sorpresa y admiración que provoca el encuentro con una obra extraordinaria que es todo un manifiesto de vida.
Algo así debió sucederle a Preciado cuando una vez localizó a la madre de Lorenza, Irene, esta le abrió las puertas de su casa donde guardaba la totalidad de su obra desde la muerte del la artista, en 1994, por problemas derivados del sida. Lorenza, que vivió largo tiempo en Barcelona, llevaba años esperando que alguien la encontrara”, dice el comisario. Había nacido Ernst Lorenz Böttner. Con ocho años, mientras se enfilaba por un poste para intentar coger un nido de pájaro, sufrió una fuerte descarga eléctrica que obligó a amputarle ambos brazos por debajo del hombro. Regresó con su madre a Alemania en 1969 para someterse a una serie de operaciones de cirugía plástica y creció siendo considerado “discapacitado” y sometido a las mismas técnicas educativas que los llamados hijos de la talidomida, que nacieron con malformaciones en las extremidades por los efectos de esta droga en el útero materno.
“Ernst Lorenz rechaza las prótesis y la educación como discapacitado y decide transformar su situación desarrollando un interés por la danza, aprendiendo a pintar con los pies y la boca”, continúa Preciado. Comienza entonces un “proceso de resistencia” en el que reclama su derecho a crear y existir en un cuerpo sin brazos tratando de eludir el riesgo de ser visibilizado en el marco de los freak show (la reducción del cuerpo con discapacidad funcional a un espectáculo) y reivindicando su propia sexualidad –“un cuerpo discapacitado es un cuerpo asexuado”, recuerda el comisario– usando el nombre de Lorenza y adoptando una posición transgénero que no mimetiza la feminidad –a menudo se autorretrata con barba y pelo en pecho–sino que muta en múltiples posiciones sexuales y de género. Ya como estudiante en Kassel inventa lo que ella llama danza-pintura, convirtiendo las calles de la ciudad en un espacio expositivo donde ejecuta sus “acciones de guerrilla transtullida”, como ese gigantesco mural pintado con los pies que volvió a Kassel para la última Documenta y que ahora está en La Virreina junto a sus dibujos, grabados, pinturas, fotografías y performances.
La exposición, coproducida con el Württembergische Kunstverein Stuttgart, forma parte del nuevo programa de La Virreina, que se completa con el proyecto del Exit Photography Group sobre los barrios obreros británicos y la instalación Organolèptic de Duen Sacchi.
La artista, cuya obra es un manifiesto de vida, reclamó su derecho a crear en un cuerpo transgénero sin brazos