La Vanguardia

Lávate las manos

La tasa de bacterias no sensibles a antibiótic­os es del 17% y llegará al 18% en el 2030, según la OCDE Si no se toman medidas, 2,4 millones de personas morirán por estas infeccione­s en 30 años Los daños se reducirían un 40% con más higiene en hospitales

- ANA MACPHERSON

La resistenci­a a los antibiótic­os crece imparable y costará 2,4 millones de muertes en los próximos 30 años si no se hace nada para evitarlo. Es la advertenci­a de la OCDE (Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos) en su informe Detener la marea de las superbacte­rias: unos pocos dólares más. Según este estudio, que ha realizado en colaboraci­ón con el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedad­es, la tasa de resistenci­a que hoy es del 17% (aunque en algunos países es del 35% y en otras de 5%), en el 2030 podría estar en el 18%.

Cinco medidas básicas de salud pública y de bajo coste podrían evitar el 40% de los efectos de las resistenci­as a los antibiótic­os y su impacto en mortalidad y en años de vida de baja calidad, dice la OCDE. Y la principal de esas medidas es fomentar el lavado de manos y sobre todo la mejora de la higiene en los hospitales.

Los antibiótic­os, que revolucion­aron las perspectiv­as de la humanidad y la sanidad hace 70 años, generan resistenci­as. Sus víctimas, las bacterias que pueblan la Tierra desde hace muchos más años que los humanos, se adaptan al cabo de un tiempo más o menos largo y aprenden a sobrevivir y ganar la partida. Inexorable­mente. Así que, cuanto más se usan, más se facilita esa evolución. Por eso, desde el

El informe de la OCDE defiende que con poco dinero se puede amortiguar la gran amenaza sanitaria

punto de vista sanitario, la recomendac­ión repetida desde hace tiempo es usar mucho menos los antibiótic­os, nunca derrocharl­os como hasta ahora en personas y animales, y ser mucho más selectivos para mantener al máximo su tiempo de eficacia.

¿Nuevos antibiótic­os? En ello están algunos laboratori­os, aunque cada vez menos. “Es la gran contradicc­ión de la industria sanitaria: no son negocio, porque nacerían para extenderse lo menos posible. O habría que venderlos a precio de oro”, apunta Domingo Gargallo, investigad­or e impulsor de una nueva molécula para una de las bacterias más problemáti­cas, la acinotobac­ter, en Abac Therapeuti­cs.

Por eso las estrategia­s que propone la OCDE para todos los países van por otro lado. Creen que hay mucho margen de mejora con intervenci­ones de salud pública y así lo demuestran algunos países, como Reino Unido. Las cinco claves son lavarse las manos con mucha más frecuencia y aumentar la higiene en los hospitales. Tener programas serios de uso racional de los antibiótic­os “y poner fin a decenios de prescripci­ón excesiva”, co-

mo en España, donde aún los padres presionan al pediatra para que dé antibiótic­o al niño. Utilizar el análisis rápido cuando haya una infección para distinguir si es vírica o bacteriana. Promover la prescripci­ón diferida (cuando el médico pide “espere unos días a ver cómo evoluciona la tos y, si no mejora sola, tome entonces el antibiótic­o”). Y campañas de sensibiliz­ación pública.

Todo el paquete, “dos dólares por persona y año”, resume el informe. Una cantidad asumible que podría salvar 1,2 millones de vidas de ahora al 2050 en los 33 países donde calculan que se morirán 2,4 millones de más debido a este problema. Los expertos en bacterias multirresi­stentes como Jordi Vila, jefe de Microbiolo­gía Clínica del Clínic, trabajan en otras estrategia­s con el objetivo de evitar la aparición de resistente­s y para impedir la diseminaci­ón (por ejemplo, cuando se viene de viaje de algún lugar con mayor prevalenci­a de bacterias multirresi­stentes). Por eso se investiga en trasplante­s fecales que colonicen con nuevas bacterias el tracto intestinal de los portadores de bacterias resistente­s. Las nuevas podrían desplazar a las malas.

También se prueba co edición genética para co batir los genes respons bles de la resistenci­a en cada caso. De ese moen do, se intent con-seguir que las bacterias resises ns a a as en un n es no se conviertan de nuevo en sensibles a los antibiótic­os.

El informe de la OCDE llama la atención sobre las grandes diferencia­s entre países. Sorprende, por ejemplo, la elevada cifra de infeccione­s por bacterias resistente­s en Italia. “Tienen una elevada prevalenci­a en los hospitales, fundamenta­lmente Klebsiella pneumonia, resistente­s a antibiótic­os de primera, segunda y tercera línea, por lo que la única opción terapéutic­a que les queda es colistina, que es bastante tóxica. Y aún así ya han aparecido bacterias resistente­s a colistina. Necesitamo­s desesperad­amente nuevos antibiótic­os”, explica Vila.

El problema se agrava, asegura el informe de la OCDE, con esos antibiótic­os de segunda y tercera línea. Cuando la infección es sensible, los médicos cuentan con múltiples soluciones eficaces. Si hay resistenci­a, han de acudir a la segunda fila, un arsenal mucho más pequeño. Si estos fallan, apenas quedan opciones y se utilizan con mucho cuidado, porque lo siguiente es la nada. “Se espera que la resistenci­a a estos de segunda o tercera línea sea un 70% más alta en el 2030”, advierte el informe.

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